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- ¡Podemos pedirles más tiempo!

- Adela nosotros accedimos a esto.

- ¡Pero no sabíamos cómo sería!

- ¿Y cómo sabes que él estará de acuerdo?

Lleguéen el momento justo para decir"¿De acuerdo con qué?"

Mis padres se quedaron petrificados al notar mi presencia, al parecer estaban discutiendo, pero aún no comprendía el porqué. Mi madre se me acercó lentamente, tenía los ojos húmedos como si hubiera estado llorando.

- Louis, cuando te entregaron, habíamos decidido que lo mejor sería que vuelvasal castillo en tu decimoctavo cumpleaños, para gobernar de una vez por todas. Supusimos que en quince años las cosas mejorarían, pero como vez, no fue así.

- ¿Significa que aún puedo quedarme?

- Hijo vendrán a buscarte en la mañana – sentenció Pavel.

- ¿Espera, qué? ¿Pero cómo es que... a donde se supone que voy a ir? ¡Si las cosas siguen como antes, saben que Ella no tardará en aparecer!

- Lo entendemos, y opinamos lo mismo, pero no podemos hacer nada para cambiarlo – dijo Adela tomándome de mis brazos – Los embajadores del reino te llevaran con ellos hasta que terminen de reconstruir el castillo, y estoy segura de que ellos tendrán alguna clase de plan.

- ¿Y si me rehusó a hacerlo?

- Por favor Louis no compliques las cosas – dijo Pavel seriamente.

- ¡¿Complicar?! ¡Son ustedes los que revelan todo de repente! – grité – Lo lamento pero no permitiré que esto continúe, no de esta forma.

Me liberé de las manos de Adela y corrí hacia mi habitación.

Logré entretenerme unos minutos observando el techo de mi cuarto.

Las ideas pasaban por mi cabeza, pensaba de qué manera podía llegar a Jude, y que haría una vez que la tuviera frente a mis ojos. Tenía en mis manos el arma de mi madre. Mi rostro se reflejaba en su hoja, y de alguna forma sentía como si esta me llamara. Había algo extraño en ella, algo... mágico. De repente los golpes de la puerta me sacaron de mi concentración. Era Adela, quién se adentró sin darme la posibilidad de responder a su llamado.

- Si fuera tú tendría más cuidado con esa cosa – dijo señalando a mi espada.

- ¿La reconoces?

- Es una espada ¿no es así? Y al parecer una muy fina e importante – dijo sarcásticamente.

Había pensado que quizás ella supiera de esta, pero simplemente su comentario me ayudó a formar una sonrisa. Ella siempre era capaz de ponerme alegre, aun cuando las cosas no ayudaban a estarlo.

- Perdón por haberlos tratado de ese modo. Es solo que, todo esto... es demasiado...

- No te preocupes por nosotros, te entendemos perfectamente. Aun así, tienes temas más importantes que arreglar.

- No puedo ir con los embajadores, yo... no sé porque, pero no me parece seguro.

Adela soltó pequeña risa.

- ¡¿Y tú crees que no pensamos igual?! Por favor Louis por supuesto que no estamos de acuerdo con que te vayas, pero tampoco nos parece justo... bueno al menos a Pavel... el que te quedes con nosotros.

- ¿Te refieres a que me ayudarán a escaparme?

- Pues..."ayudarte"aescapar suena algo feo ¿no crees? Yo diría que nos sorprendiste sin decirnos ni una sola palabra acerca de esto, y que decidiste marcharte tú solo – dijo irónicamente, con una sonrisa pícara en su rostro.

Me quedé mirándola por unos segundos. Mi madre era una de las pocas personas en quién siempre podía confiar. Su personalidad la hacía estar feliz en cada momento, pues tenía una visión distinta de la vida, no importaba que, ella podía reconocer constantemente todo lo bueno en todas partes. Pero había algo diferente, me estaba permitiendo algo que jamás esperaría de ella.

- Bien quieres irte, pero ¿sabes a dónde?

- Iré por Jude, a donde sea que tenga que ir a buscarla.

Ella me observó preocupada, lo que me contagió un poco de sus nervios.

- ¿Tú crees que podré lograrlo?– pregunté.

- No importa lo que yo diga, importa lo que tú crees de ti – colocó su mano sobre mi hombro – Dime ¿tienes lo necesario para lograrlo?

Una vez más un destello de luz iluminó mi rostro, miré mi espada. Aquella arma irradiaba poder, me llenaba de voluntad y fortaleza, sentía como me llamaba aluchar, a lanzarme a la aventura.

- Eso espero.

- Yo también.

Por un momento ambos quedamos en silencio. Aún no entraba en cuenta de lo que estaba pasando, y estaba seguro que Adela tampoco lo estaba.

- ¿Qué cumpleaños no? Como lo siento Louis.

- ¡¿Y tú crees que la pase mal?! – dije imitando su tono de voz – No necesito a nada más que a ustedes dos para que todo sea perfecto.

Mi madre dejó escapar una lágrima que recorrió todo su rostro.

- Será mejor que duermas un poco, lo necesitas para mañana.

Me recosté sin discutir, y dejé que Adela se quedara conmigo, sabía que no se iría hasta que me duerma. Con su mano acarició mis cabellos y mientras entonó una canción que solía cantarme de pequeño, para luchar mis pesadillas.Su voz era débil y pero suave. Su armonía me envolvió en sueños, dejando en mi mente la letra de sus últimas estrofas.

Tiempo fue, hace mucho atrás, maldad y oscuridad.

Pero aquí estas, príncipe audaz, con valor, fuerza y bondad.

Libérame y dame paz, tráenos verdad.

Entrégate por amor, devuelve tu honor.

Lo último que recuerdo fue su cálido beso en mi frente y sus palabras"Te amo", el resto fueron solo pesadillas.

TRAVESÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora