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Una vez más estaba dentro del armario.

La oscuridad me rodeaba, y el temor era el mismo de siempre. Jamás fui capaz de cambiar el triste recuerdo, pero aun así fue diferente. Sabía que la persona a mi lado era Elizabeth Gallum, quien sujetaba mi mano tratando de transmitirme tranquilidad, algo que ni ella tenía. Sabía que estaba juntando valor para ordenarme que me quedara allí hasta el día siguiente y, lo que más me dolía, era saber que luego de eso no la volvería a ver nunca más.

Todo iba en orden (por así decirlo). Elizabeth se acercaba a mi oído para susurrarme que no saliera del armario. Afuera las espadas se habían detenido, lo que hizo que sus palabras sonaran más fuerte de lo que hubiera querido. Todo era igual que cualquier otra pesadilla... hasta ese momento.

- Nicholas... - su voz se cortó por unos segundos - ... por favor, ven a buscarme.

Me desperté de un susto que por poco no me hizo gritar.

Sudor corría por mi rostro, y mi corazón parecía salirse de mi pecho. "Por favor ven a buscarme". Aquella frase se repetía una y otra vez dentro de mi mente.

- Elizabeth... – susurré.

No muy cuerdo me puse de pie y revisé todo a mí alrededor, como si pretendiera encontrarla en los pequeños cajones del único mueble que llenaba mi cuarto. Una vez que las voces se calmaron (al igual que yo) logré sentarme nuevamente en mi cama. ¿Realmente había pasado? ¿Qué había sido eso? ¿Por qué de repente todo comenzaba a cambiar? Eran preguntas que aunque quisiera, no sabía responder, excepto una, ella me había hablado... Elizabeth me había pedido que la buscara.

No estaba loco, sabía lo que había oído. De todas mis pesadillas, nunca habían cambiado las cosas, y menos así. Por algo había pasado, quien sabe qué, pero el mensaje estaba claro, de eso no tenía duda alguna.

Ven a buscarme... pero ¿a dónde? Jude era la respuesta más cercana, lamentablemente. De repente todo tenía sentido, por supuesto que coincidía. Este sueño, más la noticia de mis padres... debía hacer algo. Aún era de noche, pero ¿qué se suponía que estaba esperando? Dentro de unas horas el sol se alzaría y los embajadores vendrían a buscarme. Mi madre lo había dicho, debía escaparme, pero no podía involucrarlos a ellos en esto. Si lo hacía podría traerles problemas, y eso era lo que menos quería en el mundo. Era mi oportunidad para cambiar las cosas, aun no sabía cómo, pero estaba seguro de que mi habitación no era el lugar indicado para esto. No lo pensé ni un poco más, me puse de pie, tomé mi nueva espada, un abrigo, y me marché sin mirar atrás.

Tomé el camino más rápido para llegar al pueblo.

La carretera se dirigía primero al puerto, y de ahí en adelante eran solo unas horas hasta la aldea. Se me ocurrió que podría encontrar algún navío que me sirviera de transporte, o alguna expedición al exterior a la que podría sumarme. Mientras caminaba pensaba lo que diría al presentarme a las personas. Por supuesto que no revelaría tan fácilmente que era el príncipe, se suponía que estaba muerto, ni tampoco quería llamar mucho la atención, pues no sabía cómo los demás podrían reaccionar. No todas las personas del reino estaban a gusto con el reinado de mis padres, y menos ahora que la situación se había agravado debido a ellos. Es por eso que debía andar con cuidado, la seguridad no era la misma que antes, en especial si iba circulando solo a mitad de la noche.

Con el caminar llegó el cansancio, por lo que apenas llegué decidí sentarme entre unos sacos que se encontraban en el suelo. Mis ojos comenzaron a cerrarse, hasta que un golpe seco me despertó por completo. Desde mi "escondite" observé a unos hombres de gran tamaño y voces roncas, que llevaban puestos el mismo estilo de ropa que traían aquellos piratas que había visto hace unos años. Entre cuatro cargaban una silla de fino aspecto, con madera dorada llena de pequeños detalles y cojines grandes y lujosos, lo que me ayudó a reconocer que se trataba de uno de los tronos que pertenecían anteriormente al castillo.

TRAVESÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora