9

52 5 0
                                    

Estaba a punto de dar un gran salto, pero... ¿estaba listo?

Frente a mí se abría un nuevo camino, una gran oportunidad. Pues este era mi propósito, para esto me había marchado de mi hogar, para conseguir la venganza. Pero que era lo que había dicho mi padre..."La venganza no es una buena salida para ningún problema". No entendía ¿qué quería que hiciera entonces? Se me hacía difícil creer que las cosas habían sido tan fáciles, bueno suprimiendo que casi me asesinaban dos veces, pero desde que hui de mi casa podría decir que algo me fue guiando a mí destino, y me costaba creer que era cierto.

- Entonces ¿así de fácil?... yo... ¿puedo ir con ustedes? – pregunté.

- Doc, encárgate quieres – mandó la capitana al hombre a su derecha.

El dio unos pasos hacia mí, y nuevamente sentí como si su presencia tuviera algo familiar, algo que aún no podía distinguir.

- Muy bien muchacho, escucha bien porque no voy a repetírtelo ¿entendido? – dijo y asentí en forma de respuesta – ¡Regla número uno! Siempre, y sin importar lo que te pida, debes obedecer a tu capitana, sin quejas, sin opiniones, solo lo haces... ¿comprendes?

Detrás de él, la joven sonreía, mostrando que disfrutaba esa norma.

- Ss... Sí – acordé.

- ¡Regla número dos! – siguió gritando – Todos, si o si, sin ninguna excepción, deben dar su parte para que todo esté bajo control. Si no haces nada, pues fácil, no sirves, te matamos – sentenció – Como por ahora no eres bueno con esa espada, trabajaras en la cocina con Acris, pero tranquilo mejoraremos ese detalle.

- De acuerdo...

- ¡Y por último! Louis ¿no es así?... "Sobrevive", no importa lo que suceda.

Asentí algo confundido, y los demás estallaron en vítores. Algunos me dieron unos golpecitos en mi espalda, dándome la bienvenida, y otros aún me miraban un poco desconformes, pero parecían como si quisieran ocultarlo. Detrás de ellos su capitana me observaba una vez más, al parecer era algo que le gustaba hacer, pero que a mí me ponía muy incómodo. Aun me costaba creer que ella sola era capaz de controlar a toda una enorme tripulación, así que me propuse que, una vez que consiguiera suficiente confianza, me empeñaría en encontrar una respuesta a todas mis preguntas acerca de ella.

- ¡Bienvenido Louis! – dijo sonriente – Ya eres parte del Travesía.

Mis manos estaban adoloridas de la cantidad de papas que había pelado.

Las próximas tres horas me las pasé trabajando en la cocina. No era nada fácil alimentar a toda una tripulación llena de hombres robustos, y de un gran apetito. Luego de un tiempo ahí abajo, logré quitarme toda el hambre que podía llegar a tener. Mi nuevo compañero, Acris, no era muy simpático que digamos. Tendría unos cuarenta o más, al igual que el resto, pero se diferenciaba por no tener ni un pelo en la cabeza. El solo me daba órdenes de cosas para hacer, para no hacer, y para ni siquiera poner un dedo cerca de ellas. Aun así sabía que llegaría a sacar alguna conversación con él, solo que ahora no era el momento, por lo que decidí callar y seguir con mi trabajo. Antes de que pudiera descansar sonó una campana y la capitana nos llamó a todos a cubierta.

- ¡Apresúrate chico, debemos llevar todo esto arriba! – dijo Acris – La capitana quiere decirnos algo durante el almuerzo.

Sabía que no debía discutir, por lo que obedecí y comencé a transportar todo el alimento.

La mayoría había abandonado su trabajo y se encontraba presente para comer. Con Acris nos pusimos a servir platos, y a pasarlos entre los comensales, quienes sin esperar un segundo más se abalanzaron sobre sus respectivos almuerzos.

Cuando apareció la capitana pensé que su tripulación tendría un poco de decoro con su marera de masticar y tragar, pero borré todo pensamiento de ello al verla comportarse como uno más de ellos. Claro que se justificaba sabiendo que llevaba de seguro años conviviendo con ellos, pero me desilusionó el sentir que ahí era el único con un poco de modales.

- Bien escuchen todos – habló la joven tratando de tener autoridad con comida en la boca – En unos segundos estaremos embarcando en Amaya. No queremos detenernos mucho tiempo así que Zert, Borja y Elka, ustedes se encargaran de conseguir lo que hace falta. Tienen no más que media hora ¿entendido?

Los tres asintieron y como si estuvieran sincronizados se pusieron de pie y fueron a prepararse para su tarea.

- Será mejor que el resto también se prepare – anunció – Nos espera un largo viaje, de seis días, tengo planeado parar en algunas islas, y estoy segura que más de una vez nos toparemos con monstruos, sin contar las amenazas que Jude pueda lanzarnos. Así que el resto queda en ustedes, si nos retrasamos será culpa suya, al igual que si no siguen mis órdenes ¿quedó claro?

- ¡Si capitana! – respondieron todos en unísono.

Me quedé tildado mirando la extraña escena que no paraba de sorprenderme. Aquellos enormes hombres se veían como inútiles títeres en manos de una débil muchacha, pero aun así se comportaban con respeto hacia ella, y no cualquier clase de respeto, sino aquel que se tiene a quienes les tienes miedo, lo que me dejaba más confundido.

Seguía mirándolos cuando, y sin darme cuenta, me tropecé con algo y caí sobre una fuente de comida, creando un horrible e incómodo desorden. Con mi desastre ensucié no solo el suelo de la cubierta, sino que también a algunos tripulantes, y entre ellos a mí querida jefa. (Justo lo que necesitaba) el tiempo se hizo cada vez más lento, y yo seguía en el piso todo manchado mientras los otros protestaban por mi torpeza. Sus miradas de odio no paraban de perseguirme, y no pude evitar sonrojarme además de pedir disculpas, pero sabía que los demás no me perdonarían fácilmente.

- ¿Segura que lo quieres con nosotros? – protestó el tal Doc a la joven – ¡No hace otra cosa que problemas!

- ¡Si, mira lo que hizo!

- ¡Destruye todo lo que toca!

- ¡Arruinó toda la cubierta!

- ¡Ya cállense de una vez! – gritó fuertemente la capitana – ¡Me tienen cansada con sus estúpidas quejas!

- Ahora Louis... – agregó con una mirada seria – Será mejor que dejes de molestar porque vas a colmar mi paciencia.

- Perdona no quise... - dije tratando de arreglar las cosas, pero su tono me hacía sentir indefenso ante ella, y no era capaz de sacar las palabras de mi boca.

- Ponte de pie, y limpia todo – me ordenó – Quiero que mi barco brille para cuando salgamos de Amaya...y mira por donde pisas, porque la próxima vez será tu sangre la que teñirá el suelo de mi cubierta.

TRAVESÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora