Ya me estaba cansando de los grifos.
Apenas tuve suerte de hacerme hacia un lado antes de que el animal se me lanzara encima. Doc se las había arreglado para esconderse entre los mástiles y las cuerdas, y me había dejado a mí completamente solo. Traté de entender que pretendía mi compañero. Ambos coincidíamos en que los grifos no eran muy buenos prestando atención a más de una cosa a la vez. Pero claro, me había tomado a mí como carnada, y yo debía arreglármelas con eso. Sacudí a Lunima para hacer que retroceda, e intenté ordenarle como había hecho antes con la otra criatura. Pero se hacía difícil con tanto ruido y movimiento a nuestro alrededor, por lo que el animal siguió atacándome.
Me vi obligado a caminar unos cinco pasos hacia atrás, a menos que prefiriera recibir un picotazo. Vi como otros le arrojaban flechas al grifo, pero este se las arreglaba para desviarlas con sus alas. Comencé a preocuparme porque ya no vi más a Doc en su escondite, pero a la vez no lo veía en toda la cubierta.
- ¡Doc si piensas hacer algo será mejor que sea ahora! – grité esperando a que me oyera.
Ya no tenía más espacio para echarme hacia atrás, por lo que junté todo mi cuerpo a la puerta de la cabina del capitán (perdón capitana) haciendo que mi arma sea lo único que me separe del animal.
De repente una pequeña escotilla se abrió justo debajo de las cuatro patas del grifo, de la que salió una espada directo al pecho del animal. El pajarraco chillo de dolor, pero a la vez de furia. Me lanzó una mirada asesina con sus ojos, y con sus últimas fuerzas se arrojó hacia mí. Por suerte fui rápido en responder y a solo un pie de distancia clavé mi espada en el cogote del grifo, dándole fin a todo esto.
Los demás no habían tenido tanta suerte.
Habían logrado derribar a uno de los grifos sueltos, pero el otro fue más inteligente y después de liberar a su amigo que estaba atado ente los mástiles, desapareció con él entre las nubes. Meg tampoco pudo matar a la gigantesca criatura, que también había huido, pero si había logrado hacerle varios tajos en su lomo y en sus enormes alas emplumadas. Aun así el barco estaba completamente destruido. Tanto que me costaba creer que seguíamos a flote.
- ¿Están todos bien? – preguntó la capitana.
Ella tenía varios cortes en sus brazos y cara, en especial uno que lucía muy feo junto a su ojo izquierdo. A pesar de eso no se la veía cansada, ni siquiera un poco, o era que ella no quería mostrarse de esa forma.
- ¡Mejor de lo que podríamos haber estado mi capitana! –respondió Zert de buen humor.
- Perfecto ¡Doc informe del barco!
- Pues... muy dañado como vez. Hemos perdido dos velas, sin mencionar los cortes en los mástiles, tenemos la baranda derecha completamente destruida, unos abollones no muy grandes en la popa, y el resto son detalles – dijo rascándose los pocos pelos que tenía en su cabeza– Nada que no podamos reparar. De todas formas no llegaremos a tiempo a Blugrow como querías, tal vez si nos detenemos en alguna isla para conseguir provisiones...
- ¡De ninguna manera! – lo interrumpió Meg – No pienso arriesgar mucho más al barco, y menos a mí tripulación.
- ¡Pero Meg así no podremos reparar esto nunca, y ni sueñes con llegar en menos de seis días! – se quejó Doc levantando bastante su voz.
La capitana tardó en responder, se quedó mirando al barco mientras se mordía su labio inferior, sin importarle la gota de sangre que corría por su rostro.
- ¡De acuerdo! – accedió de una vez por todas, alzó sus manos y siguió hablando – ¡Pero es la última vez que me das ordenes! ¿Entendido?

ESTÁS LEYENDO
TRAVESÍA
AventuraLouis es un príncipe con un difícil pasado. Desde que Jude, la Reina de la Oscuridad, atacó su reino, su vida no ha sido más que una miseria. Aquella noche no solo perdió a su familia y amigos, sino que también su corona. Por su seguridad fue apar...