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No había forma de que mis palabras la detuvieran.

Ni siquiera los gritos de Meg era capaces de hacerla titubear. Con sus garras se encargó de arañarme, sin dejarme posibilidad de devolverle las heridas. Pero yo seguía insistiéndole en que frenara, y hacía lo posible para no tener que lastimarla con Lúnima.

- ¡Shego detente! ¡Alto! ¡Ya para!

A solo unos metros de mí, Jude seguía enfrentándose a mi amiga, quien parecía no estar soportando del todo la situación.

- ¡Shego escúchame! ¡No dejes que te controle!

Podía ver como lo que le decía iba afectándola lentamente. Su rostro trataba de aflojarse, al menos ya no me mostraba sus colmillos, pero eso no evitaba que me siguiera atacando. De todas formas sentía que perdía tiempo al pelear con ella, sabiendo que Jude aún seguía de pie. Contra mi voluntad me obligué a implementar golpes más duros contra Shego, los cuales no tardaron en lastimarla. Esto la molestó y con furia se me tiró encima, arrojándome al suelo. Al caer no tuve en cuenta que había soltado Lúnima por torpeza, un error muy grande teniendo en cuenta mi situación. De repente un soldado de Jude apareció para tomarla, y Shego se encargó de tenerme ocupado para tratar de quitársela. Me creí perdido, no podía perderla, pero tampoco podía moverme con Shego sobre mí.

- Sigue luchando querida, encárgate de él – le ordenó su dueña.

- ¡Shego escúchame a mí! – le suplicó Meg - ¡Ven aquí nena! ¡Aléjate de Louis!

No ocurrió nada, y tanta lucha ya me tenía agotado. La sombra que sostenía mi espada comenzó a arrastrarse hacia Jude. Pero Meg fue más rápida y, dejando a su enemiga libre por unos segundos, corrió hacia el soldado y con un simple corte recuperó mi espada. La satisfacción de mi amiga se reflejó en Lúnima, no así la sonrisa de Jude... ¿Por qué sonreía? Aquella espada era la única capaz de asesinarla ¿Entonces? ¿A qué se debía su humor? Quedé tan desconcentrado que no supe frenar a Shego cuando me lazó un rasguño en el ojo. Gracias a Ayora no quedé ciego, pero pronto me llegó el ardor del corte por todo mi rostro.

- Adelante querida atácame... - invitó Jude con mucho gusto.

Meg dudó sus movimientos por unos segundos, pero no necesitó más para empezar a encestarle con Lúnima. Mi espada no pareció siquiera querer curar a mi amiga de sus heridas, y menos efecto tuvo cuando rozó el brazo de Jude y Ella no tuvo problema para curárselo al instante.

- Pero... ¿cómo? – se quejó Meg – Se suponía que debía dañarte...

- Así es, no puedo curar mis heridas hechas por Lúnima... – aclaró Jude –...cuando son hechas por su dueño...

Tardé en entender lo que decía y Shego no quiso esperarme. Mientras Meg intentó dañar nuevamente a Jude con Lúnima y lo logró de alguna manera. Ella se desquitó empujándola hacia un lado con furia, pero al igual que antes esto la debilitó por unos milisegundos, los necesarios como para que mis palabras fueran más que eficientes.

- ¡Shego por favor detente, no quiero hacerte daño!

Por fin ella se detuvo, y una felicidad inmensa me relajó luego de tanto dolor.

Entonces Jude la atravesó con su lanza.

Fue traumático el verla cerrar sus gigantescos ojos azules.

Meg pegó un fuerte grito de dolor, talvez con furia a la vez, y sin control soltó a Lúnima y apuntó a Jude con su doble espada. El cuerpo de Shego se esfumó como una de las sombras, liberándome de una vez por todas. Tuve que ser más fuerte que mi shock y, tomando mi espada de vuelta, me coloqué al lado de mi amiga por primera vez en toda la batalla.

TRAVESÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora