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Me encontraba una vez más en el viejo palacio, en un día muy importante para mí.

El castillo estaba de gala en todos sus rincones. Multitudes de personas asistían a la gran ceremonia, todos vestidos lujosamente, de acuerdo a la situación. La luz del sol atravesaba los vitro de los ventanales, iluminando con diferentes colores al ambiente. Una delicada y sinfónica música daba al lugar la armonía perfecta. Entonces los distinguí a ambos en el altar.

Mi padre vestía un fino traje blanco, con detalles en azul y dorado. Esta vez su cabello rubio estaba más corto, y peinado a la perfección. Sobre este se encontraba una gran corona de oro puro, repleta de detalles en diamante y con un enorme rubí en el centro, lo digno de todo un rey. Aun así sus ojos no se desviaban de mi madre, la gema del salón. Ella llevaba todo su cabello castaño recogido hacia atrás, a excepción de unos mechones que le caían a cada lado de su refinado rostro. Sus ojos verde aceituna estaban apenas resaltados con un poco de maquillaje, tan delicado como el color natural de sus labios. Su vestido blanco solo la hacía ver más hermosa. Pero decir que era bella no bastaba, ni siquiera su corona, también de oro, era tan perfecta como mi madre.

Mi visión era igual a la de mis sueños, no me encontraba presente, al menos no "físicamente", pero podía observar todo con tanta definición que no era difícil creer que estaba realmente ahí. Entre mis padres había un hombre mayor, con una gran túnica blanca. Recitaba unos viejos versos acerca de la unión del matrimonio y del significado real del amor. Yo me hubiera concentrado en lo que decía de no ser por la idea que se me cruzó por la cabeza. No debía olvidar la razón de porqué estaba aquí... Jude. Ella me había querido "ayudar" mostrándome esto, cosa que me tenía bastante confundido. Si realmente ella estaba enamorada de mi padre ¿por qué se torturaría con un momento como este? Traté de buscarla entre el montón pero no parecía siquiera estar presente. Lo que sí me sorprendió fue el ver a otra pareja de cada lado de los novios. Vince y Mags se encontraban de gala en el altar. Esta vez la joven no parecía haber cambiado de salud, pero eso no evitaba que cargara felizmente una gigantesca panza de embarazada. Por el contrario, el muchacho estaba recto como siempre, con un traje de general de aspecto impecable, y con su espada Junak colgando a un lado. Los hubiera seguido describiendo, pero unas palabras me despertaron de mi trance.

- Aceptas a Louis Nicholas Pay, Rey de Matheldan, como tu futuro esposo.

Mis ojos se llenaron de ilusión al ver la sonrisa en el rostro de mi madre, quien hacía lo posible para no llorar de la alegría. Estaba a punto de asentir, cuando otra voz interrumpió su respuesta.

- ¡Sí, acepto!

Toda la multitud se dio vuelta para observarla. Ella caminaba con una tranquilidad desconocida por la alfombra hasta al altar, oscureciendo todo a su paso. Llevaba (dudo que por coincidencia) el

mismo vestido que mi madre, con los mismos detalles, solo que todo negro como el tono de sus ojos infernales. En su mano sostenía una lanza de un metro, puntiaguda en ambas puntas, toda hecha de un extraño cristal. El resto solo la observaba avanzar, todos en silencio, hasta mi padre, quien la miraba incrédulo.

- Oh disculpen, creo que me dejé llevar por el momento, continúen – se burló, frenándose a solo unos metros de la pareja – Actúen como si yo no hubiera aparecido. Sé que son muy buenos haciendo eso.

- ¿Jude? ¿Eres tú? – esta vez fue Mags quien se animó a alzar la voz, muy confundida - ¿Qué fue lo que te sucedió?

Esta pregunta no pareció agradarle a la bruja, que le respondió de mala gana.

- Solo me dejé ser yo misma – dijo alzando sus brazos - Esta es quien soy en realidad querida.

- Esta no eres tu – siguió hablándole su amiga – Estas diferente, y lo sabes.

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