Doc nos llamó a almorzar a la cubierta.
Me había quedado durmiendo toda la mañana, y nadie me había dicho nada. Subí lo más rápido que pude, un poco mareado por mis pesadillas. Esperaba recibir algún reto de Meg, pero ella apenas me saludó con una sonrisa, y se fue a comer.
Mientras estábamos allí, me quedé pensando en todo lo que había pasado. Sentía la necesidad de decírselo a alguien, por lo que busqué a Shego (ya que nadie parecía prestarme mucha atención) y le conté mis sueños. Por supuesto que el "animalito" no hizo más que observarme con sus enormes ojos azules, pero me bastó para poner en orden todo lo que había pasado. Al parecer mi padre y Jude siempre habían compartido algo más que días juntos, ellos se amaban, pero no había funcionado debido a que mi padre tenía unas cuentas pendientes con el Reino de Amaya. Debía admitir que por un lado me pareció injusto, pero se me hacía difícil juzgar a mis padres. Ellos habían gobernado muy bien juntos, y no solo recibiendo agrado del reino, sino que también entre ellos dos. Pero toda esta historia había creado dolor y destrucción en todas partes, castigándonos a todos nosotros, y parecía que solo yo sabía el porqué de todo esto.
- ¿Louis estas bien? – me asustó Meg.
Admito que solté un pequeño grito del susto, pero luché por tranquilizarme para no levantar sospechas. De todas formas daba por seguro que mi cara estaba roja como un tomate.
- Si, por supuesto – mentí como siempre - ¿Y tú?
A Meg no le agradó mi pregunta, y ni siquiera se molestó en responderla.
- Creí que querías que te ayude con la lucha de espada – dijo levantado sus cejas.
- Oh por supuesto – dije reaccionando algo tarde.
No tuve tiempo para ponerme más nervioso. Meg sacó su espada y yo hice lo que pude para detenerla.
- ¡Oye! – me quejé - ¡Trata de no matarme!
- Pues entonces defiéndete bien – se burló ella.
Sin decir más me lanzó otro corte. Por suerte logré desenvainar mi arma e intenté unas cuantas estocadas, pero ninguna parecía dificultarla. Así estuvimos unas cuantas horas. Meg manejaba su espada con mucha facilidad, y su cuerpo se movía con tanta perfección que daba miedo. Yo mientras tanto hacia lo que podía para no caerme una y otra, y otra, y otra vez.
A nuestro alrededor los demás observaban con diversión el espectáculo. Hasta algunos se unían por unos segundos lanzándome cortes y obligándome a responder. Mi ánimo llegaba a levantarse cuando conseguía que alguno perdiera su espada, pero apenas me daban tiempo para que otro se uniera a la pelea. Mi cuerpo ya poseía unas cuantas heridas leves, pero el ver que Meg seguía en una pieza me estresaba. Ella me daba consejos mientras me atacaba, pero ni siquiera se detenía un segundo, solo luchaba y me retaba sin parar. Ya se me estaban agotando mis energías, pero estaba casi seguro de que si frenaba, Meg no lo haría, y terminaría con su espada atravesándome. Pensé en pedirle que se detenga, pero tampoco me convencía esa idea. Se suponía que hacía esto para ponerme al nivel de Jude (o al menos a lo más parecido posible) y si me rendía en mi primer intento ¿cómo podría algún día lograrlo?
Luché para mentalizarme a mi enemiga, lo que no era tan difícil teniéndola a Meg como intérprete. Fue cuando por primera vez comencé a tener un ritmo. Al menos no me caía tan seguido, sino que lograba detener la mayoría de sus estocadas, pero seguía sin lanzarle un corte con suerte. Decidí concentrarme en mis pies. Meg me había insistido con eso, diciéndome que tratara de moverlos como mucho un paso adelante, o uno atrás.
- Eso evitará que te tropieces tanto – había dicho – Además obligarás al otro a moverse, y no a ti.
Me cuesta admitir que tuvo razón. Desde que le hice caso me mantuve mucho más tiempo de pie. Seguimos con esto un cuanto más, hasta que mis manos parecían estar a punto de sangrar por sostener tanto a Lúnima. Le rogué a Meg darme un descanso y raramente ella accedió. Creí haberla visto a ella un poco cansada, pero me sorprendía ver cuánto luchaba para no parecerlo. Sin esperar más me senté en el suelo de la cubierta, por no decir que me desplomé en este, mientras que mi amiga se sentó con más delicadeza junto a mí. Sabía que si la miraba me pondría nervioso por estar tan cerca de ella, por lo que me quedé observando a mis compañeros trabajar. No había muchos aquí arriba, la mayoría parecía haberse ido a trabajar o a descansar a los otros dos pisos del barco, lo que nos dejaba a Meg y a mí solos, a excepción de Vivek y Kalú que se encargaban del timón y de las velas.
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TRAVESÍA
AventuraLouis es un príncipe con un difícil pasado. Desde que Jude, la Reina de la Oscuridad, atacó su reino, su vida no ha sido más que una miseria. Aquella noche no solo perdió a su familia y amigos, sino que también su corona. Por su seguridad fue apar...