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No me dolió cuando caí de espaldas contra el suelo. Hasta que Meg cayó justo sobre mí.

Lo peor fue que ella intentó levantarse al instante, pero otra sacudida la obligó a tropezar sobre mí una vez más. Claro que al principio me sentí incómodo, pero mi amiga se encargó de cambiar ese sentimiento por terror.

Sin entender por qué, Meg comenzó a golpearme y se encargó de largarme toda clase de insultos. Apoyó su brazo contra mi garganta impidiéndome quitármela de encima, aunque de todas formas no me creía capaz de gritar con el estado de shock en que estaba. Mis fuerzas no eran las mejores en ese momento, y además ella tenía ventaja al estar sobre mí. Realmente no entendía por qué lo hacía, o al menos por qué de esa manera. Estaba fuera de sí, y con cada golpe que me daba parecía recargarse con más ira por desquitarse. Creí que estaba perdido, pero de a poco Meg iba bajando su nivel de agresión. Aun así fueron mis amigos los que me salvaron del todo. Habían quedado atónitos ante la reacción de su capitana, pero una vez que salieron del trance la obligaron a soltarme. Meg se quedó de pie observándome furiosa, mientras yo seguía en el suelo tratando de recobrar la respiración.

- ¡Eres un idiota! ¡¿Acaso crees que todo esto es un juego?!

- ¡¿Oye Meg que demonios sucede?! – le preguntó Doc tan confundido como yo.

- ¡¿Qué sucede?! – respondió a gritos - ¡¿Por qué no le preguntamos a su amiguita la sirena, quieres?!

- Al menos ella no me golpeó como tú... – reaccioné molesto.

- ¡Tal vez si no dieras tanto trabajo no tendríamos que estar retándote cada cinco segundos!

- ¿Darte trabajo? ¡Eres tú la que quiso intervenir!

- ¡¿Yo intervengo?! ¡Pues perdóname por interrumpir en tu encuentro amoroso con tu sirena!

No supe cómo reaccionar a su comentario, y mis amigos mucho menos. Pero Meg estaba demasiado molesta. Ambos teníamos una respiración agitada, pero su mirada era única. Entrecerraba sus ojos pero a la vez seguía viendo como resaltaba el color celeste en su rostro. Con el ceño fruncido y sus cabellos hechos un desastre ella daba la sensación de que realmente me hubiera asesinado de no ser por mis compañeros.

- Querida... - empezó Doc.

- ¡Aléjense de mí! – gritó ella y comenzó a dirigirse hacia su cabina.

Nadie dijo nada, y por alguna razón yo fui el único que dijo lo primero que me vino a la cabeza.

- Está loca.

Lo admito, me arrepentí apenas salió esa frase de mi boca.

- Sabes Louis... – saltó ella – ¡Talvez si estoy loca! ¡Pero al menos no soy estúpida como tú!

- ¡Ja! ¡Tenía todo bajo control hasta que interviniste con tu supuesta ayuda!

- ¿Ayuda? ¡De no ser por mí estarías una vez más bajo el agua grandísimo torpe! – tomó un poco de aire y siguió gritándome – ¡Porqué mejor no cierras la boca y dejas de jugar a las aventuras idiota! ... ¡Talvez así no tengamos más muertes por culpa tuya!

- ¡¡Meg!!

Doc fue quien la cayó, pero aun así no le di importancia. Lo que había dicho me dejó completamente mudo. Realmente no sabía ni que pensar. Recién ahí Meg pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo, y sin decir nada más desapareció en su camarote. Yo seguía inmóvil, con mis amigos observándome a mí alrededor. El rostro de Zert apareció en mi cabeza nuevamente, y un dolor más fuerte que el físico agotó mis energías. Ni siquiera fui capaz de mirar el estado en que había quedado el barco luego del ataque de las sirenas. Todo había sido tan rápido, necesitaba tiempo para pensar, para procesar las palabras de Meg. Doc parecía preocupado por mí, como si supiera lo duro que había sido eso para mí.

TRAVESÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora