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Meg apenas se mantenía en pie.

Cuando llegamos al barco mis amigos se habían librado de la tripulación de Jov, aunque eso no significaba que estaban en buena forma. Muchos tenían feos golpes, con sus ropas hechas girones, y sus rostros muy sucios. Elka y Bo habían llegado segundos después de nosotros. Ellos no parecían haber participado de ninguna lucha, y más intriga me dio cuando vi que entraban a la cabina del capitán con una pequeña bolsa de tela roja en la mano. Pero no era momento de preguntas, por lo que me obligué a concentrarme en ayudar a los demás. Doc se llevó a Meg a su camarote para revisarla. Ella se había limitado a explicar lo que había sucedido con un simple "Nos los sacamos de encima", sin siquiera mencionar el que yo la había ayudado. Le hubiera discutido de no ser porque se veía realmente mal, y necesitaba atención médica urgente. Por suerte mi amigo se hizo cargo, y luego de una hora salió para avisarnos que se pondría bien, pero que necesitaba descansar.

El resto del día lo dedicamos a partir de Blugrow lo más antes posible. Yo no tenía idea de si Meg había conseguido lo que buscaba aquí, pero a nadie parecía importarle, por lo que preferí no sacar el tema. Puse en práctica mis nuevos conocimientos con los nudos marineros, y ayudé a extender velas y a realizar cualquier trabajo que no implicaba el estar pelando papas en la cocina.

La aventura de hoy nos había tomado casi todo el día. El sol estaba muy bajo para cuando entramos a mar abierto. Todos, con una mirada melancólica, dimos el último vistazo al punto de tierra que se extendía por detrás, en el horizonte. Quizá la última isla que veríamos en nuestras vidas, ya que, nuestro próximo y último objetivo estaba cerca, el Palacio Roca Nera.

Ya había oscurecido y yo no había bajado de la cubierta.

No quería dormir, y el solo pensarlo me aterraba. Me alteraba la idea de seguir descubriendo el horrible pasado de Jude. Sabía que por ahora su historia no había sido tan terrorífica, pero eso no me alentaba a nada. Aquella mujer se había vuelto una asesina profesional en algún momento de su vida, y por alguna razón sentía que mis pesadillas estaban cerca de revelármelo.

Me entretuve vendando a Shego. Ella me tomó una clase de cariño, y me dejó trabajar con su pata. Entendí como Meg la había aceptado en su barco, después de todo ella era la única mujer entre tantos hombres, y el tener algo de compañía propia (y en especial femenina) debía de levantarle el ánimo. El animalito tampoco era tan terrible como creía. Luego de que la ayudé se

me apareció con una nueva manzana en su mano, que de seguro se la había robado, pero su pequeño detalle me conmovió.

Varios de mis compañeros estaban abajo descansando. Solo Bo se había quedado haciendo guardia junto al timón, y no pareció muy convencido de que yo no me marchara.

- Oye chico mejor ve a descansar, es tarde.

- Solo déjame estar unos minutos – le rogué – Te acompañaré con la guardia.

El frunció el ceño, pero terminó accediendo.

- Esta bien, pero solo un rato. No es bueno desobedecer las reglas.

No era que no me importaba su consejo, pero no quería revelarle que tenía miedo a mis pesadillas, eso sí que sonaba ridículo y difícil de explicar.

Debía reconocer algo, el mar también era hermoso de noche.

Era casi imposible divisar la línea entre el cielo y el agua, ya que ambos parecían una oscuridad infinita. Nuevamente las estrellas resaltaban por doquier, pero esta noche era especialmente bella por una sola cosa, la luna. No estaba completamente llena, pero eso no evitaba que sea un enorme farol en el cielo. Su tono era cálido, y el verla me tranquilizaba. Los paisajes podían ser una de las pocas ventajas que existía en la vida de un pirata, por lo que me dediqué a contemplarlo lo más que pude.

TRAVESÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora