V: Regreso

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Mi hermano había traicionado a Roma, había matado a uno de sus más grandes generales, sin duda era algo que tendría que pagar.

- Mi consejo es que permanezcas aquí hasta que las cosas en Alejandría se calmen y así poder dialogar con el general Julio César- Dijo uno de mis consejeros.
- Así es mi reina, Alejandría es un caos ahora con la guerra civil y la llegada de los romanos, no es un buen momento para presentarse ahí- Dijo un general.
- He escuchado que a César le gustan las personas temerarias- Respondí.
- Si, por supuesto, él es esa clase de persona.
- Entonces actuaré conforme a ello.
- ¿Qué quieres decir?- Preguntó mi consejero.
- Es hora de volver- Dije mientras me ponía de pie.
- ¿Volver? Mi reina ¡podrían matarte!- Exclamó mi general.
- Si no arriesgo mi vida ¿como gustaré al general romano? Mi hermano cometió un error y esta es mi oportunidad para volver, no necesito que estén de acuerdo ¡El trono amerita arriesgarlo todo!

Potino y Ptolomeo cometieron un grave error, era el momento perfecto para volver y así quizás con algo de suerte conseguir el poder.

Tras la llegada de César a Egipto, mi hermano le ofreció como regalo la cabeza de Pompeyo pensando que seria de su agrado, supongo que la reacción de César fue contraria a la que esperaba. Él lloro la cabeza de su rival, le desagrado muchísimo lo que hicieron con Pompeyo.
Aún asi, decidió alojarse en el gran palacio y allí es donde planeaba ir para encontrarme con él.

A él le gustaban las personas temerarias, las personas que arriesgaban todo por obtener lo que querían. Sabiendo eso y a la vez temiendo que los espías de mi hermano me mataran al verme en Alejandría, tomé una decisión.

- Traigan una alfombra, la más fina y hermosa que puedan encontrar- Ordené a mis sirvientes.
- Claro que sí.
- La alfombra será un regalo que ustedes darán a César de parte mía. Antes de llegar a Alejandría deben envolverme en ella, así es como me presentaré ante César.
- ¡Eso es muy arriesgado!- Exclamó mi consejero.
- Si es arriesgado o no, debo hacerlo, no me quedaré aquí para siempre.

Estaba consciente de que mi vida estaba en juego, mi vida y mi corona dependían de si le gustaba o no a César. Yo solo tenia 21 años, pero estaba dispuesta a todo por el poder que merecía.

Cuando por fin partimos, no dejaba de pensar en lo que pasaría. El camino hacia Alejandría se me hizo muy largo, sin embargo me dediqué a pensar  en que debía decir cuando me encontrará frente a aquel hombre que tenía mi destino en sus manos. No era un hombre cualquiera, era el hombre más poderoso del mundo.

La última reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora