XXXIV: Guerra

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Cleopatra Pov's

Octavio declaró la guerra a Egipto y revocó el poder de Antonio.
Sentía que me había equivocado al elegir el hombre que tenía a mi lado, me equivoqué al enamorarme de Antonio.

- No tienes que preocuparte, mi ejército es más grande que el suyo, vamos a ganar, te lo aseguro- Antonio beso mi frente- Cuando ganemos te regalaré toda Roma- Sonreí.

- ¡Que Isis te acompañe!- Besé sus labios.

Él embarcó junto con sus compañeros y soldados. También yo abordaría una flota junto a los tesoros de Egipto, quería estar con él, ganarámos o  perdiéramos.

Ver el mar me inquietaba, no sabía que podría pasar. Estaba preocupada por el futuro de mis hijos, de momento todo lo que había planeado se desmoronó.

- ¿Como estará Cesarion?- Pregunté en voz alta.
- Seguro que bien, majestad, está en buenas manos- Contesto Azeneth.
- Lo extraño tanto, espero que al menos él la esté pasando bien.
- Claro que sí.
- Está maldita guerra me tiene tan intranquila, si perdemos será un desastre, ni siquiera sé que podría pasar- Dije.
- No piense en eso, majestad. Debe estar tranquila.
- No puedo, créeme que es difícil.
- Mejor piense en que hará cuando gane la guerra- Dijo Azeneth.
- Gracias por darme ánimos, solo que ahora es difícil estar calmada.

Salí a observar el cielo nocturno, mire las brillantes y numerosas estrellas que alumbraban.

- Dioses, por favor ayúdenme. Horus, protector de los faraones... Isis, madre por favor ayúdame una vez más, no puedes olvidarte de mi.

Estaba segura de que los dioses me ayudarían si les pedía que lo hicieran. Isis siempre me había ayudado, en los peores momentos ella me protegió.

Cuando mi hermano intentaba matarme y me refugie en Siria, todas las noches le pedí a Isis que me ayudara. Pronto la respuesta llegó, César, mi camino al trono de Egipto.

Al mirar las estrellas pensaba en lo rápido que el tiempo pasaba, parecía ayer cuando una joven mujer de veintiún años se presentó ante César envuelta en una alfombra, ya que temia que su hermano la matará al verla en el palacio. La vida de esa joven dependía si gustaba o no a César. Esa mujer era yo, ahora con 39 años, luchando por la libertad de Egipto y por mi vida, no al lado del gran Julio César, sino al lado del amor de mi vida, Marco Antonio.

Mi padre siempre evitó la guerra contra Roma, eso le costó el respeto del pueblo y una gran deuda. Él se arrastró a los pies de los grandes líderes romanos, incluso a los pies de Julio César, yo jure que jamás lo haría y me mantuve así, prefiero morir a incarme ante Octavio.

- Isis, por favor escúchame... Ayudame, ayudame y protege a Cesarion, él es el futuro de Egipto, de tu pueblo.

No pude evitar preguntarme ¿Qué futuro me espera?

La última reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora