XVII: Roma

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45a.C

Regresamos a Roma a la casa de César, esta vez prometía ser más emocionante que la anterior.
Realice un banquete en la villa de César donde invite a varios romanos importantes junto con sus esposas, las cuales no paraban de murmurar sobre mi, mi vestimenta y mi hijo.

El banquete fue espectacular, con lo más selectivo y fresco que había en Roma.

- ¿Como es que Roma está en medio de una crisis y aquí hay decenas de sirvientes a disposición de la reina egipcia, además de comidas exóticas?- Preguntó un miembro del Senado a otro.
Ciertamente era así, César hizo que mi estancia fuera muy parecida a lo que tenía en mi palacio. Puso decenas de sirvientes a mi disposición además de que todo estaba a mi alcance, desde los frutos más exóticos hasta la comida más costosa y elaborada que había, todo era digno de una reina.

Le di comida a mi pequeño Cesarion en la boca y él jugaba con ella, era realmente adorable.

- ¿Como es que Calpurnia no le ha dado un hijo varón a César? Ha dejado que está reina oriental tenga ventaja, pobre de ella, se debe sentir tan mal y vacía- Dijo una esposa de un senador.

La esposa de César nunca pudo darle un hijo varón, lo cual se consideraba una desgracia ya que no tendría herederos. Sin embargo la situación ya no era así, yo tenía un hijo de él y Cesarion sería nuestro heredero.

- Me parece una falta de respeto que César tenga una amante y más si es esta reina, es terrible que la exhiba así.

No he sido la única amante de César, él ya había tenido aventuras con otras mujeres, incluso con hombres. La diferencia es que soy poderosa y he podido manipularlo a mi antojo, eso es lo que les preocupaba a los romanos. Su esposa era un estorbo para mi, pronto pediré que se divorcié de Calpurnia, para casarnos y unir nuestros reinos.

Después del banquete César llegó, a él no le gustaba estar en ese tipo de ambiente así que siempre llegaba cuando esté terminaba.

- Te perdiste una gran fiesta- Dije riéndome.
- Tenía cosas que hacer en el Senado.
- Dime algo ¿Cuando vas a reconocer a nuestro hijo?- Pregunté.
- Lo haré después, por ahora tenemos otras cosas que hacer.
- ¿Qué es más importante que tu hijo?- Pregunte.
- Te prometo que lo reconoceré tan pronto como acabe mis deberes.
- Está bien, eres un hombre de palabra así que te creo. Al fin y al cabo, todos saben que es tu hijo, por eso murmuran tanto.
- Murmuran por que no tienen otra cosa que hacer.
- Cierto.
- Hablando de Cesarion ¿Donde está mi pequeño?
- Está en la habitación, lo está cuidando una de mis siervas.
- Ese pequeño crece cada vez más, será un buen rey.

La idea de ver en el futuro a mi hijo siendo rey de ambas naciones me parecía fascinante, todo lo que fuera por su futuro valdria siempre la pena.

La última reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora