XLIV: Muerte

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No había escapatoria, solo teníamos que aceptar nuestro terrible final.

Mientras estaba en mis aposentos, ordené traer a mis hijos para poder despedirme de ellos.

Mucho era el dolor de haberme despedido de Cesarion, pero al menos estaba segura de que él estaba bien y que en un futuro volvería a Egipto para gobernar.

- ¡Mis hijos!- Exclamé al verlos.

Al menos podía abrazarlos, mirarlos y besarlos por última vez.

- Hijos míos, Alejandro, Selene y Filadelfo, estoy orgullosa de que ustedes sean mis hijos, son lo mejor que me pudo pasar. Ser madre es lo más bonito que hay en este mundo, pero es doloroso tener que decir adiós- Tenía un nudo en la garganta- Pero tengo que hacerlo, tengo que despedirme de ustedes por ahora, y en el futuro nos reencontraremos en el más allá ¡Que Isis los proteja! Y nunca olviden quienes son, son hijos de una diosa, de una reina que lo dio todo por ustedes, los amo tanto.

Besé a cada uno de ellos y pase un rato solo mirándolos jugar, pero cuando tuvieron que volver a sus aposentos me sentí muy triste, era la última vez que los vería.

- Creo que es tiempo... - Dije.
- ¿A que te refieres mi reina?- Pregunto Akila.
- Necesito un mensajero- Dije en voz alta y pronto un mensajero se acercó.
- ¿En que puedo servirte majestad?
- Encuentra a Marco Antonio, dile que me he suicidado y recuérdale que juramos morir con honor. Dile que lo esperaré ansiosa en el más allá.

Todos me veían aterrados, sabían la consecuencia.

- Lo haré de inmediato- Dijo el mensajero.

Antonio ahora era una pieza que no me servía para nada, me arrepentí profundamente de haberlo elegido y de amarlo con todo mi corazón.

Mire el cielo desde la ventana que había en mis aposentos, me preguntaba por que Isis me había abandonado de esta manera, aunque quizás solo era un llamado para que terminara mi vida aquí.

Abajo de mi ventana habían soldados romanos cuidando que no me escapara, era una situación desesperante.

- ¡Mi reina!- Entro Quibilah llorando y detrás de ella uno de mis guardias.
- Antonio ha muerto, le dieron la noticia de que tú habías muerto así que no quiso seguir viviendo y se dejó caer sobre su espada.
- Llevenlo a su tumba en mi mausoleo- Ordené.

Antonio había muerto.

La última reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora