XLIII: ¡Octavio llegó!

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Pronto pasó lo inevitable, Octavio llegó a Egipto, llegó a Alejandría.

En el palacio había una tensión indescriptible ya que todos sabíamos cual era nuestro destino. Cada minuto que pasaba hacia que el ambiente fuera aún más pesado y silencioso.

- Cleopatra...- Dijo Antonio.
- ¿Qué pasa?- Pregunté.
- Te amo con todas mis fuerzas, no me arrepiento de nada.

No podía decir lo mismo, no podía decirle que no estaba arrepentida porque en verdad si lo estaba. Mi gran país sería invadido por Roma sin poder hacer nada para evitarlo.

Al hacer a Marco Antonio mi amante, pensé que sería la mejor estrategia posible así que lo seduje junto con el tesoro de Egipto, pero lo que no sabía es que iba a enamorarme perdidamente de él.

Y estaba tan enamorada que podía aceptar nuestro final juntos.

- Azeneth, tengo que pedirte que cuides a mis hijos, ve con ellos ahora- Ordené.
- Si, majestad.

Después de unos minutos de silencio, escuchamos que el ejército Romano venía al palacio, ese era el sonido de la derrota.

- Iré a hablar con Octavio- Dijo Antonio.
- No vayas, quédate conmigo- Le pedí.
- Tengo que asegurarme de que estarás bien- Respondió.

Antonio salió del palacio para encontrarse cara a cara con su rival.

- Te saludo Octavio.
- Vaya, aquí está el gran traidor y cobarde que hemos estado buscando-Respondio Octavio.
- No soy un traidor- Antonio se defendió.
- ¿No? En Roma eres considerado así, un traidor que está a los pies de esa reina Egipcia.
- Eso no es cierto- Antonio respondió enojado.
- Mírate, esa reina Cleopatra te ha llevado a la ruina. Eras importante en Roma y nadie dudaba de tu capacidad como conquistador, pero lo echaste a perder, incluso regalaste territorios que no te pertenecían...
- ¡Yo los conquiste!
- Sí, tú los conquistaste pero con mi apoyo y el esfuerzo de los soldados romanos, por lo tanto esos territorios son romanos ¡has perdido la cabeza!
- Mira... Solo quiero pedirte una cosa- Dijo Antonio en un tono calmado.
- ¿Qué puedo hacer por ti?- Preguntó Octavio.
- Si quieres mátame, pero no le hagas daño a Cleopatra ni a mis hijos- Pidió.
- A tus hijos no les haré daño, puedes estar seguro de eso, pero Cleopatra...
- Por favor- Antonio se arrodilló y Octavio rió por eso.
- Antonio mira como te tiene esa reina, incluso me súplicas por su vida, está claro que no eres el mismo de antes.
- Es lo único que te pido.
- Está bien, no la mataré, ella es un gran trofeo para mí.

Octavio entro al palacio y me busco con la mirada.

- Cleopatra, qué bonito palacio- Me dijo- Que lástima que ya no será tuyo, planeo instalarme aquí así que tú puedes quedarte en tus aposentos, nadie te molestará, no te preocupes por eso.

- ¿Quieres darme órdenes en mi propio palacio?- Pregunté.
- Como te lo había dicho, ya no será tu palacio, dime algo ¿tus hijos siguen aquí?- Preguntó.
- Sí, están aquí.
- No te preocupes por ellos, no les haré dañó, lo prometo. Solo me interesa saber dónde está Cesarion.
- Eso no te lo diré.

Me retiré hacia mis aposentos, el único lugar que ahora me pertenecía.

La última reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora