31 a.C
Avanzamos aún más hasta que las malas noticias llegaron.
- ¡Octavio ha bloqueado los suministros, nos ha acorralado!
La batalla comenzó en Accio. Antonio ayudo para que mi barco pudiera pasar ya que teníamos provisiones ahí. Aunque al principio nada emocionante pasaba, posteriormente las cosas cambiaron, los soldados enfermaban y algunos se cuestionaban acerca de su lealtad a Marco Antonio.
Pronto nos enteramos de quien estaba dirigiendo al ejército de Octavio, el gran estratega, Agripa. Al saber esto muchos se rindieron.
- No podemos rendirnos, tenemos que continuar- Dije- ¡El reino está en juego!
- Nuestra vida está en juego- Dijo un soldado.Cuando todo comenzó, me di cuenta de que no habría esperanza de ganar esta batalla.
Cuando ya se trabó el combate y vinieron a las manos, no había choques ni roturas de naves, porque las de Antonio, por su pesadez, no tenían ímpetu, que es el que hace más poderosos los golpes de los espolones, y las de César, no solamente se guardaban de ir a dar de proa contra unos espolones firmes y agudos, sino que ni siquiera se atrevían a embestir a las contrarias por los costados, porque las puntas de los suyos se rompían tan pronto como daban en unas naves hechas de grandes maderos cuadrados, compaginados unos con otros con abrazaderas de hierro. Era, pues, parecida esta pelea a un combate de tierra o, por decirlo mejor, a un combate mural; porque tres o cuatro naves acometían a una de Antonio, y usaban de chuzos, de lanzas, de alabardas y de hierros hechos ascua, y los de Antonio lanzaban también con catapultas armas arrojadizas desde torres de madera.
Plutarco
Los barcos de Agripa derrotaron parte de los nuestros, los destrozaron y quemaron. Varios soldados estaban heridos, algunos intentaban salvar sus vidas mientras nadaban desesperados hacia otro barco, mientras que otros se rendían y se unían al ejército de Octavio. Pronto Antonio quedó atrapado entre la flota de nuestro enemigo, fue ahí cuando decidí desistir.
- ¡Vamonos de aquí!- Grité.
- ¿Qué?
- Vámonos, huyamos ahora que podemos, no puedo dejar que Octavio se quede con todo el tesoro de Egipto ¡Te ordenó que retires el barco! ¡Vamos a Alejandría!- Ordené.
- Está bien... ¡Vamonos!Pronto tomamos nuestro camino hacia Alejandría. Huimos como pudimos.
Se vio de repente a las sesenta naves de Cleopatra desplegar las velas para navegar y huir por medio de los que combatían (…). Mirábanlas los enemigos, asombrados al ver que con viento favorable se dirigían hacia el Peloponeso. Vióse allí claramente que Antonio no se condujo ni como general ni como hombre que hiciera uso de su razón para dirigir los negocios, sino que hubo así como quien dijo por juego que el alma del amante vive en un cuerpo ajeno; fue él arrastrado por aquella mujer como si estuviera adherido y hecho una misma cosa con ella; pues no bien hubo visto su nave en huída, cuando, olvidado de todo, abandonando y dejando en el riesgo a los que por él peleaban y morían, se trasladó a una galera de cinco órdenes
Plutarco- ¡Antonio viene tras nosotros!-Gritaron.
Volteé a mirar y vi a Antonio detrás de nuestro barco, se dirigía a Alejandría también.
- Cobarde...- Dijo un soldado.
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La última reina
Ficção HistóricaDescendiente de los ptolemaicos, reina de una cultura muy antigua, reencarnación viviente de una diosa. No, no es una mujer común, ella sobresale de entre todas por su belleza y astucia. Esta es la historia de Cleopatra, una mujer poderosa en un mun...