La última reina

XLII: Veneno

Después de mi baño, recorrí mi palacio admirando lo increíble que era.

Egipto se distingue de las demás naciones por ser antiguo y un lugar lleno de lujos en cualquier rincón que se miré. Las construcciones siempre han servido para agrandar el nombre del rey quien las manda a hacer.

Un claro ejemplo es mi palacio, el palacio de los Ptolemaicos. Con paredes de marfil e incrustaciones​de piedras preciosas, cada rincón estaba perfectamente adornado.

- Te he traído tu comida, mi reina- Dijo Azeneth quien traía una bandeja llena de frutas exóticas.
- No se me apetecen- Contesté.
- No ha comido desde hace días, por favor coma algo.
- Llevatelas, no comeré nada.

Al seguir mi recorrido por el palacio me encontré con mi consejero.

- ¿Has hecho lo que te pedí?- Le pregunté.
- Claro que sí, está todo listo- Contestó- Sígueme para completarlo.

Nos dirigimos a un lugar donde habían varios prisioneros.

- Empecemos- Dije.

Cuando mi consejero y varios guardias abrieron las puertas, vi a muchos prisioneros con cadenas mirarme.

- ¡Es la reina Cleopatra!- Exclamó uno.
- Gran reina, diosa, por favor liberanos- Suplico uno.
- Los libérare de su sufrimiento- Conteste- Por favor, empecemos- Ordené.

Pronto unos sirvientes liberaron serpientes en el lugar.

- ¿Que estás haciendo?- Preguntó un prisionero asustado y acorraladose en la pared para que las serpientes no lo mordieran.

Me quedé ahi contemplado la escena de pánico y gritos que surgió. Cuando una serpiente mordía a un prisionero, contábamos el tiempo en que moría para así elegir el veneno correcto con el que yo misma moriría.

Al terminar la prueba con las serpientes elegí la cobra egipcia, un aspid. Su veneno solo tardaba unos cuantos minutos en ser efectivo, sin duda algo digno de una diosa.