XXXIX: Recuerdos

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Antonio y yo organizabamos banquetes para poder convivir por última vez con nuestros amigos. Todo era bromas y felicidad, nada de tensiones ni de temor.

Tomábamos vino por placer y jugábamos para olvidar nuestro destino. Me hacía feliz ver a Antonio reírse y olvidar las penas por un rato.

- Marco Antonio ¿Qué opinabas de Cleopatra cuando la conociste?- Preguntó uno de sus amigos quien ya estaba ebrio.
- ¿Tengo que responder?- Reímos.
- Sí, cuéntanos cómo la conociste y qué pensaste de ella.
- Bueno la conocí en Roma, muchos años atrás, cuando aún era una niña- Mire a Antonio a los ojos y un recuerdo envolvió mi mente.

Mi padre y yo habíamos estado en Roma, en casa de Pompeyo ya que mi padre pidió la ayuda de Roma. Cuando regresamos a Alejandría lo hicimos junto la caballería romana la cual estaba dirigida por Marco Antonio, un joven apuesto que me robó la mirada.

- No recordaba eso, Antonio- Dije.
- Yo sí, pero eras muy pequeña, no podía opinar mucho. Sin embargo después  de varios años nos reencontramos de nuevo en Roma, en la villa de César. Admito que Cleopatra no fue amable conmigo- Se dirigió a los demás- Pero no esperaba menos de una gran reina, ella me despreciaba, estoy seguro de que no le caía bien- Reímos.
- Estás en lo cierto, Antonio- Respondí.
- Lo sabía, no por nada ella me trataba muy mal, para el colmo César me encargo cuidarla durante su estancia en Roma, fue muy difícil prefería estar en el campo de batalla- Bromeó.
- No fui tan mala contigo- Me defendí.
- No mientas, mi reina- Se lanzó encima de mí y me lleno de besos- Ahora estamos juntos, es tan raro como cambian las cosas.
- Lo único constante en esta vida son los cambios- Dije.

Al terminar el día, todos estaban embriagados, lloraban y reían por cualquier cosa. Maldecían y cantaban.

Yo sólo pensaba en mi pequeño Cesarion, mi corazón se partía en dos al pensar que nunca más lo volvería a ver.

Me retiré de la fiesta y fui hacia dónde estaban mis hijos, los mire dormir y sentí pesar por ellos y su futuro.

Hace meses todo estaba bien, todo estaba a nuestro favor. Marco Antonio me había nombrado legítima reina de Egipto y Cesarion heredaria Egipto, Chipre y Celesiria. Alejandro Helios heredaria Armenia y Parta. Ptolomeo gobernaría Siria, Fenicia y Cilicia. Y por último Cleopatra Selene heredaria los territorios de Cirenaica y Libia. Todo parecía perfecto, pero lo bueno no dura para siempre.

En un abrir y cerrar de ojos lo perdí todo.

La última reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora