XXXVI: Arrepentimiento

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Al llegar a Alejandría ordené que los barcos que aún quedaban fueran transportados por tierra hacia el mar rojo. Lo último que me quedaba era huir con mis hijos a India y refugiarme ahí.

Los días pasaron y Antonio solo se pasaba el día embriagandose con los soldados que aún estaban con él. Para él todo estaba perdido, sin embargo yo no pedía permitirme pensar así.

- Gran reina Cleopatra, ven a beber conmigo- Dijo Antonio.
- No quiero beber contigo, no quiero verte- Contesté.
- Tenemos que disfrutar nuestros últimos días- Sonrió.
- No serían los últimos si siguieras luchando.
- ¿Luchando?- Soltó una carcajada- ¿Como voy a luchar? ¿No te das cuenta de que mis hombres se han rendido? Mis legiones ahora están con Octavio, solo me quedan unos cuantos hombres leales que están esperando la muerte conmigo.
- ¡Si César se encontrará en esta situación no actuaría de forma tan cobarde como tú!- Exclamé.
- Lo siento mi reina, no soy César- Dijo y comenzó a beber vino.
- Me equivoqué al elegirte a ti- Me di la vuelta y me retiré.

Sí, Antonio no era igual a César. El gran Julio César fue un general sumamente inteligente, él no se rindió nunca, lucho por lo que quería hasta el final de vida.

30a.C

Realmente me arrepentí de haberme enamorado de Antonio.

- Mi reina, tenemos malas noticias- Dijo un guardia.
- ¿Qué pasa?- Pregunté asustada.
- Los barcos que habías mandado al Mar Rojo han sido quemados por los nabateos- Me informó.
- ¿Como ha pasado eso? ¡No puede ser! ¿Qué hago yo ahora?- Pregunté desesperada- No hay más salidas.

Fui a ver mis hijos, quería abrazarlos y besarlos, ya que quizás no podría volver a hacerlo.

- Cesarion, mi pequeño- Lo abracé- Sigue siendo tan bueno como ahora, sé que serás un buen gobernante.
- Sí, madre- Respondió.
- Mi sol y mi luna, Alejandro Helios y Cleopatra Selene, los amo tanto- Los besé- Y mi pequeño Filadelfo, tu también serás alguien grande en este mundo cuando crezcas- Lo cargue en mis brazos.

La vida de mis hijos ahora no dependía de mí. Su vida dependía de Octavio.

Parecía mentira que me había equivocado al elegir a mi aliado, escogí a la mano derecha de César quien resultó ser un cobarde que pasaba sus últimos días embriagandose y haciendo fiestas con sus amigos.

La salvación ahora dependía de mi.

- Tengo que pedirte algo- Dije a mi consejero.
- ¿Qué necesitas mi reina?- Preguntó.
- Necesito que llenes un cofre con monedas de oro- Dije- y también que pongas esto dentro de el- Le di mis cetros heka y nejej.

- ¡Mi reina no puedes darle esto a Octavio, esto representa tu poder!- Dile que le ofrezco los tesoros de Egipto y mi rendición a cambio de que deje gobernar a Cesarion, no demores es hacerlo- Ordené

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- ¡Mi reina no puedes darle esto a Octavio, esto representa tu poder!
- Dile que le ofrezco los tesoros de Egipto y mi rendición a cambio de que deje gobernar a Cesarion, no demores es hacerlo- Ordené.
- Como órdenes, mi reina.

No me quedaría sentada a mirar el final mi vida, yo lucharía hasta el final.

La última reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora