C 26: Fin de Sounga

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El yokai retrocede al instante aún turbado, parecía pelear consigo mismo, el brazo izquierdo creado por la espada de los infiernos estaba cediendo, Sesshomaru recobraba el dominio de su cuerpo.

El brazo que sostenía a Sounga destila sangre sin control alguno, Sesshomaru rechina los dientes, sus ojos se tornan rojos, lo que vendría ya todos lo sabían.

La espada de los infiernos se desprende de Sesshomaru y la figura de Jako se presenta. La espada se eleva en el aire, ha absorbido suficiente energía de Taisho para formar un cuerpo. Naraku salió del escondite seguido de Midoriko, Inuyasha corre tras ellos.

Kagome está impactada, Sesshomaru... se desligó de Sounga, por su propia cuenta. Jako le mira, algo en aquellos ojos le dijo que todo estaría bien. Se relajó, al fin su querido yokai había regresado, escogió darle la espalda al poder, ¿Por qué...?

Jako agachó su hocico, Higurashi le acarició, cerró los ojos, poco a poco tomó forma humanoide. Kagome acariciaba ahora su mejilla muy cerca del labio inferior, tan tentador...

Lastimosamente no podían entretenerse en ellos mismos, el asunto de la espada era más urgente.
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Sango corrió tras Miroku, un monstruo estaba por atacarle por la espalda, logra destruirlo. El monje se acerca a ella.

-Cuando ésto termine...- toma la mano de la joven -¿Podríamos salir juntos?

-¿En una cita?- cuestiona, no daba crédito a lo que escuchó.

-En una cita Sangito- aclara.

-¿Sin segundas intenciones?

-Sólo salir a algún lugar y dejarte en la puerta de tu casa...

-Monje...- se acerca para darle un beso.

El filo de la espada perteneciente a un cadáver samurai casi los atraviesa, por fortuna, Hakudoshi le atacó antes salvandolos.

-Dejen esas tonterías para después- regaña el albino -Torpes humanos...

La castaña y el monje obedecen, el pequeño niño mal humorado tenia razón.

Kagura peleaba junto a Kikyo, Shippo se quedó cerca de sus camaradas igual que Kirara.

Hakudoshi de vez en cuando pensaba en la pequeña de ojos avellana, la que tantas cosas raras le hacía sentir. Ayudaría a que todo eso acabara por ella...
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Naraku se plantó frente a aquella espada maldita, hace mucho no tuvo oportunidad de cobrarse la muerte de su pequeña, ahora al menos, se lo cobraría a la espada.

Midoriko estaba a dos pasos del hombre, tantas cosas que aún no le decía, tantas cosas. ¿Debería confesarle lo que hizo?

Decirle que sus planes estaban condenados porque ella misma había tratado sin éxito de usar la perla para recuperar lo que tanto amaba pero que tubo que pagar el precio. La magia nunca es gratis y mucho menos la de la perla.

La mujer medita observando la espalda de aquel ser que amó y odió tanto.

-Señora Midoriko, ya que Sesshomaru está bien hay que combinar el poder de las espadas...- recuerda el hanyou.

Ella asiente, ve la dirección en la que se encuentran su pupila y el daiyokai. Kagome, su pequeña hija... se perdió su crecimiento. Éso la destrozaba por dentro. La vida es un tanto irónica, ella junto a aquel yokai, el que les separó y ahora les juntaba, un extraño y mal chiste.

Sesshomaru se acerca a Naraku, lo ve de soslayo, puede identificarlo, no sólo por su pasado, ése inconfundible olor... él estaba tras la perla. No entendía su motivación para hacerle daño a Kagome. No era el momento de esos cuestionamientos. Lo principal era derrotar a Sounga.

Tal como te imaginé (Sesshome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora