Creo que si la gente tuviera que definirme en una palabra esa podría ser: Rara, o tal vez loca, o explosiva también.
Pero yo diría que soy: Carrie. Sí, así, simplemente Carrie. Solo soy yo.
Y si quieres saber más sobre mi singular vida, te invito...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Luego de hablar y bromear sobre cómo iría vestida el viernes, dejamos el tema atrás y pasamos a platicar sobre diversas cosas. Al cabo de un rato, los chicos nos dejaron solas a Cris y a mí.
Me lanzo en la cama y ella se une. —¿Netflix y galletas?—pregunto, mirando al techo.
—Oh, sí, Netflix y galletas—afirma, sonriente.
—Tú Netflix, yo galletas—ordeno y salgo disparada a buscar las galletas mientras mi mejor amiga enciende la tv.
Reviso todas las puertas de la alacena en busca de las maravillosas Oreos. Si hay algo que Cristal y yo amemos en esta vida, son esas galletas. Son como un pedacito de cielo.
Encuentro dos paquetes grandes. Oh Dios mío, esta es una tentación muy grande. Solo para confirmar, voy corriendo hacia el refri y lo veo, un grandioso bote de helado de chips de chocolate frente a mí. ¿Gran tentación? No, inmensa.
De acuerdo, vamos a procesar la situación, hay oreo y helado, y hambre también; a papá no le gusta el dulce, así que todo eso es para Paul y para mí, sin embargo, puede que Paul no note que eso se acabó y coma otra cosa. Solo debo confirmar cuando saldrá mi padre al súper de nuevo, para saber cuanto tiempo estaré sin helado ni oreo.
—¡Papá!—grito, llegando a su oficina.
—¡Grinch!—escucho que responde.
—Papito de mi corazón, negrito de mi alma, señor hermoso que contribuyó para mi creación y...
—¿Qué pedirás, Carrie?—me interrumpe, centrando su atención en mí.
—Ay, me ofendes, padre ¿Acaso no puede tu hermosa y adorable hija darte amor sin querer algo a cambio?
—No, habla—bufo.
—Ah, está bien...¿cuando vas al súper?
—Mañana, y si puedes comerte las galletas y el helado—accede y chillo.
—¡Gracias, gracias, gracias! Por eso es que te amo, papi—lo abrazo y él ríe.
Salgo de la oficina de mi padre, paso por la delicia que me esperaba en la cocina y subo a mi aposento.
—¿Te quedaste haciendo las galletas, o que?—pregunta, Cris en cuanto llego.
—Algo así, ¡traje helado!—exclamo y muestro el helado. Su rostro se ilumina y sonríe mientras me hace un lugar en la cama.
—Bienvenida eres, hermana—dice, palmeando un lugar en mi cama.
Me lanzo a su lado, nos ponemos a comer y a ver una peli de comedia que Cris escogió.
Al día siguiente, me encuentro lista para ir al insti, sentada en mi cama y, viendo a mi mejor amiga sacar y sacar ropa de mi armario.
—Carrie, por favor, recuerdame traer mi ropa la próxima vez—pide y sonrío.
Al parecer no se encuentra satisfecha con mis simples prendas.
—¿Sabes que? Me rindo, usaré esto—muestra una camiseta azul con un simple jean.
Se viste, se arregla y bajamos a comer. Nos encontramos con Paul y papá conversando animosamente en la cocina, ambos nos unen a su charla y en cuanto terminamos el desayuno, nos despedimos de papá, salimos y subimos en el auto de Paul, veo el mío de lejos y hago un puchero. Ayer le pedí a Damian que me ayude a repararlo, ya que él siempre trabaja con el suyo.
La mañana transcurre tranquila y al acabar las clases nos encontramos todos en la salida.
—¿Qué van a hacer hoy?—pregunta Cris, interesada.
—Bueno, yo no tengo nada por hacer—responde Paul.
—Yo iré a la biblioteca, ¿Damian, será que puedes arreglar mi auto hoy?—pregunto, mordiendo mi labio inferior.
—Yo iba a decir que tampoco tenía planes, pero parece que sí—responde y le sonrío.
—Ok, ¿Paul, que te parece si me ayudas con la tarea de Español?—pregunta Cris. Mi primo se encoje de hombros.
—Claro—responde.
—De acuerdo, ahora todos tenemos planes—digo, sonriente.
Cris se va en el auto con Paul a su casa y Damian se ofrece a llevarme a la biblioteca, para luego pasar por mi casa y arreglar mi auto.
Me recuesto en el asiento, luego de poner la radio a sonar.
—¿Crees que tardes mucho arreglando a mi bebé?—pregunto.
—Nah, no lo creo. Soy muy ágil, nena.—responde, creído.
—Oh, disculpame por dudar de tus habilidades—digo, divertida.
Pronto llegamos a la biblioteca y el auto se detiene.
—Gracias, moco, recuerda que las llaves están en la planta de la entrada.— le recuerdo y asiente.
—Ya vete, comelibros, tu bebé está en buenas manos.—asegura y asiento.
—Está bien, adiós—bajo del auto y entro a la biblioteca.
—Hola, Gladys, vengo a mi lectura de los miércoles.—digo, sonriente.
—Oh, ¿Como estás, linda? Algunos niños ya están esperando por ti.—cuenta y abro los ojos, sorprendida.
—Bueno, señora Gla, nos vemos, graciass—salgo corriendo por los pasillos para no hacer esperar más a los niños.
(...)
—Y así fue como, sin tener una espada, David venció a Goliat.—termino de leer y los niños aplauden, satisfechos.
Me despido de ellos, prometiendo empezar con El principitola próxima vez.
—Ya he terminado, señora Gla, nos vemos—sonrío.
—¡Hasta el viernes, pequeña!—exclama y entonces recuerdo. El viernes. La cita. Voy a tener que cancelar la cita con Fran, porque tengo que venir con los niños, o tal vez no, ya veré como administro mi tiempo.
Suspiro y me calmo, sí, ya se me ocurrirá algo. Salgo y cubro mis ojos por el radiante sol frente a mí, me acostumbro a la luz y entonces lo veo. Mi pequeño bebé negro, limpio y arreglado, estacionado ante mis ojos.
—¡¿Quien es el mejor reparador de autos del mundo?!—exclama Damian, efusivo, saliendo por la ventana del conductor.
—Wow, mil gracias, moco—digo en cuanto me subo al asiento del copiloto—. Sí, tú eres el mejor reparador de autos del mundo—digo, divertida.
—Lo sé, lo sé— dice, burlón.
—¿Y eso que viniste hasta aquí? Sueles huir de este lugar— le recuerdo.
—Mm, digamos que sentí lástima por ti—responde, divertido. Ruedo los ojos.
—Ya sabía yo que no eras tan encantador.—digo, sin pensarlo.
—¿Piensas que soy encantador?—alza una ceja—. Pues, no te equivocas, nena—responde, con voz "sexy". Solo puedo reír ante su intento de seducción e ignorarlo.
Enciendo el reproductor de musica y comienza la canción que sonaba por ultima vez antes de que se dañara mi bebé. Nunca había estado tan feliz de escuchar New Mansonando por ahí. Damian y yo comenzamos a mover las cabezas al ritmo de la canción, mientras el auto avanza y emprendemos rumbo a casa.