Creo que si la gente tuviera que definirme en una palabra esa podría ser: Rara, o tal vez loca, o explosiva también.
Pero yo diría que soy: Carrie. Sí, así, simplemente Carrie. Solo soy yo.
Y si quieres saber más sobre mi singular vida, te invito...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La vida nunca dejará de sorprenderme. Todo ha pasado tan rápido que me parece increíble, hace un año no hubiese creído que estaría aquí, en la playa, con mis familiares más cercanos, los padres de mi novio y mi mejor amiga, el pastor y mis padres casándose en el altar. No pareciera que solo hace dos semanas mi madre nos avisó sobre la boda.
Ya casi se acaba el año y no hay mejor manera de terminarlo que todos juntos en familia.
La boda de mis padres se realiza en la playa porque siempre fue el sueño de mi madre, algo sencillo pero mágico. Su delicado vestido no es muy largo, su cabello está perfectamente arreglado en ondas y sus pies descalzos no pueden darle un aura más natural; papá lleva un traje negro que lo hace lucir seriamente guapo y, al igual que mamá y todos los presentes, lleva sus pies descalzos.
—Los declaro marido y mujer—escucho la voz del pastor y eso me saca de mis pensamientos.
Me hallo con una sonrisa y lágrimas brotando de mis ojos, esta es una situación que siempre soñé, pero nunca creí posible; sin embargo, aquí estamos haciéndola realidad.
Siento una mano entrelazarse con la mía y giro mi cabeza hacia mi lado izquierdo. Sonrío, viendo sus hermosos ojos azules donde siempre encontré refugio.
—Es real, Cris, totalmente real—las lágrimas siguen brotando y mi mejor amiga no puede evitar hacerlo también. Nos abrazamos.
Esta chica conoce todos mis defectos, mis miedos y mis tormentas, y nunca se ha ido. Cristal es mi mano derecha, Cristal es mi consejera, Cristal es mi paño de lágrimas, Cristal es mi mejor amiga, Cristal es como una hermana. Ella estuvo cada vez que me derrumbé a llorar porque necesitaba a mi madre y también está aquí conmigo, viendo como ahora se casa con mi padre. Ambas estamos conscientes de lo irreal que era esto para nosotras y ahora está sucediendo.
Nos separamos sonriendo y secando nuestras lágrimas.
—Oigan, nenas, no he ido a ningún lado ¿por qué lloran?—las bromas tontas de mi primo nos hacen reír. Cris golpea su hombro, pero luego le da un corto beso en sus labios. Sonrío y ruedo los ojos, su amor es raro pero puro.
—¿Tan hermosa y llorando?—la voz de mi novio en mi oído me hace temblar pero me hallo sonriendo, me giro sobre mis talones y lo enfrento cara a cara.
—Lágrimas de felicidad—le corrijo, poniendo mis manos sobre mi cadera. Él toma mi rostro en sus manos.
—Mis favoritas—comenta, sonriendo. Besa mi frente y, por inercia, cierro los ojos.
—Ven, acompañame a felicitar a mis padres—tomo su mano y corremos sobre la arena.
(...)
—Ya casi se acaba este año, pasó volando—comenta Dam a mi lado.
Estamos sentados a la orilla del mar, con el oscuro cielo de la noche sobre nosotros, siendo acompañados por una hermosa luna.
—A tan solo unas semanas de otro año más—le sigo, mirando el reflejo de la luna en el agua. Sonrío, encantada.
—Pasaron demasiadas cosas, pero tú fuiste la mejor de todas. Me enamoré de mi mejor amiga y ahora también es mi novia ¿Hay alguien más afortunado que yo?—se queda pensando unos segundos, yo solo lo admiro—Lo dudo, porque solo yo te tengo a ti—besa mi mano enlazada a la suya.
—Yo también me siento afortunada—le digo, con una sonrisa.
Damian siempre ha sido el tonto hermanastro de mi mejor amiga, pero también mi mejor amigo. Toda la vida nos hemos dicho insultos inofensivos y nos hemos torturado mediante bromas, pero porque esa era nuestra manera de demostrarnos cariño, o amor, quien sabe. El punto es que no puedo pensar en alguien mejor que él para tener a mi lado.
—¿Damos un paseo?—pregunta, levantándose de la arena y limpiando su ropa con sus manos.
—Seguro—me ayuda a levantar y, cuando me pongo a su lado, me pasa y se pone frente a mí.
—Sube a mi espalda—ordena, demandante.
Levanto las manos en señal de rendición— No me hago responsable por huesos rotos—bromeo y mi novio me mira, alzando una ceja.
—Si es así, pasaré unos felices meses en el hospital, recordando este momento—me sigue la broma, mientras me sube sobre su espalda.
Vamos en silencio, escuchando el choque de las olas y la música a lo lejos.
—¿Qué crees que estén haciendo todos?—pregunto luego de un rato, recuesto mi cabeza sobre su hombro.
—Tal vez estén haciendo la fogata—responde, confiado.
—¡Cierto, la fogata!—exclamo, recordando—. ¿Vas a pedir algún deseo?—pregunto, interesada.
La fogata es muy significativa, puesto que es un momento que pasamos todos juntos, sin celulares, sin distracciones, solo nosotros escuchando anécdotas divertidas y pidiendo deseos que anhelamos.
—Creo que no pediré nada esta vez—responde, dudando—. ¿Tú piensas pedir algo?
—Sí—respondo, segura.
—Oh, ¿puedo saberlo?—gira un poco su cabeza hacia donde está la mía, intentando verme.
—Me temo que tendrás que esperar, moco—respondo, divertida, besando su mejilla.
—¿Ah sí? ¿segura que no vas decirme?—pregunta, en tono divertido.
—Totalmente, señor nopiensopedirnada—digo, segura y divertida.
—Ah... entonces, ¡sufre esta guerra!—exclama, para luego hacerme cosquillas en mis pies con sus manos.
—No, Damian, no, no, no—ordeno, mientras rio y muevo mis pies rápidamente, tratando de escapar de sus manos.
—¡Cuando tu me digas!—exclama, haciendo más cosquillas.
—¡Jamás!—respondo, tratando de zafarme de su agarre.
Terminamos cayendo, debido a mis bruscos movimientos, llenándonos de arena y dando vueltas en ella. Damian está sobre mí y sigue tratando se hacerme cosquillas, por mi parte sigo luchando.
Junto todas mis fuerzas y termino yo sobre él, tomando sus manos, pongo una a cada lado de su cabeza.
—Basta... por favor—pido, sin aire.
La sonrisa divertida en su rostro me hace rodar los ojos— Sólo si me sueltas.
—Si, claro, porque yo quiero lo hagas de nuevo ¿no?—digo, sarcástica, él mantiene su sonrisa victoriosa.
—Solo confía en mí—dice, mirando mis ojos fijamente.
—Si lo haces, no te hablo por un mes—amenazo, con una mirada que según yo, es desafiante.
—De acuerdo, ya dije que no lo haría—muerdo mi labio inferior y, dudando, suelto sus manos.
Me quedo esperando que ataque de nuevo, pero no sucede, en cambio, toma mi rostro en sus manos y me acerca más a él. Besa mis labios con delicadeza, como si fuesen lo más preciado del mundo, mientras yo no solo siento mariposas, sino todos los animales danzando en mi interior.
Me encanta este tonto, mi tonto.
—Cómo si pudieras dejar de hablarme por un mes—dice, victorioso, en cuanto nos separamos.
Tiene razón, pero eso es algo que no aceptaré en voz alta.