Creo que si la gente tuviera que definirme en una palabra esa podría ser: Rara, o tal vez loca, o explosiva también.
Pero yo diría que soy: Carrie. Sí, así, simplemente Carrie. Solo soy yo.
Y si quieres saber más sobre mi singular vida, te invito...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sábado por la mañana, me encuentro recostada a la cabecera de mi cama con mi portátil en mi regazo, tecleando sin parar. La reunión del grupo juvenil de la iglesia se canceló, así que pasaré todo mi sábado escribiendo sin interrupciones, con la música a todo volumen y la imaginación desbordando a flor de piel.
Escribir es aquello que me hace sentir que vivo, que siento, que existo, que soy más que un cuerpo en movimiento. Escribir es poesía, es alma. Y no lo cambiaría por nada.
La puerta de mi habitación se abre de golpe y me sobresalto, lanzando el portátil a un lado, como acto de reflejo. El rostro de papá pasa de preocupado a calmado en un segundo. Bajo el volumen al bafle y sonrío a mi padre, aun nerviosa por el susto.
—Dios Santo, Carrie. No tienes idea de que susto me diste, llevaba rato tocando la puerta, hasta que pensé que te había pasado algo—cuenta, sorprendido. Rio bajito.
—Perdón, pa. La musica no me dejó oír.
—Si, eso noté.
—Bueno, ¿para que me necesitas, padre?
—Es que... bueno, cómo decirlo... Adriana quiere verte—me tenso un poco al oír su nombre, pero me obligo a reaccionar como una persona normal. Calma, pienso para mí, calma.
—¿...Y...?—le hago un ademán para que prosiga.
—La invité a almorzar—suelta.
Sin poder contenerme, grito—¡¿QUÉ?!—papá parece sorprendido, incluso yo misma me asuste, así que me calmo nuevamente—. Digo... está bien, quedamos en que lo intentaría. No pensé que fuese tan pronto, pero está bien.
—No vas a hacerlo tú sola, cariño. Recuerda que estoy contigo—respondo el abrazo de mi padre y luego se va.
Miro mi portátil a mi lado, se me quitaron las ganas de seguir escribiendo. Miro el bafle, la música podría relajarme, subo un poco el volumen y pongo una canción suave. Cierro mis ojos y me acuesto, abrazando la almohada. Sé que no podré dormir, pero al menos espero despejarme un poco de todo.
Que el tiempo se detuviera, que la hora del almuerzo no se acercra y que mi vejez nunca llegara. Son cosas que, pienso yo, harían de mi vida algo más fácil. Pero lo fácil aburre y creo que por ello es que la vida tiene tantas subidas y bajadas. Ayer estabas en el paraíso, hoy te ves en la inmundicia, pero tal vez mañana estés como nunca has imaginado. De eso se trata la vida, experiencias que te marcan con aprendizajes. Por eso pienso que es hora de seguir y afrontar este nuevo reto que lleva por nombre Adriana.
El sonido de mi celular me devuelve a la realidad. Doy vueltas en la cama hasta llegar cerca a la mesita de noche y lo tomo.
—¿Aló?—contesto, distraída.
—Señorita Carrie—sonrío al escuchar su voz.
—Hola, Dam.
—¿Cómo estás?
—¿Sinceramente?—le escucho hacer un sonido que tomo como un sí y entonces sigo— Algo nerviosa. Papá invitó a mi madre a almorzar.
—Wow, supongo que, eso es bueno ¿no? Al menos ya estás avisada de que la verás, no te tomará por sorpresa.
—Sí, eso es bueno. Ahora solo me preparo mentalmente.
—Te conozco, podrás hacerlo.
—Gracias, lo intentaré.
—Yo... pensaba invitarte a cenar aquí a mi casa ¿te gustaría?—no puedo evitar sonreír.
—Sería todo un placer—respondo, risueña.
Termino la llamada con Damian y decido bajar a la cocina, para ayudar a papá.
—¿Qué hacemos por acá?—pregunto llegando a su lado, él busca algo en el refrigerador.
—Estoy sacando el pollo, comenzaré con el almuerzo—dice, cerrando la puerta y pasandome por un lado. —De acuerdo, te ayudo. Pero no sin antes poner música—voy corriendo a mi habitación y tomo mi bafle, lo bajo a la cocina y pongo una de mis canciones favoritas.
Paso la mañana ayudando a papá con el almuerzo, para distraer mi mente de lo que se viene después. Sin embargo, la hora se acerca así que subo a bañarme y ponerme presentable. Supongo que las chicas normales no pasan por esto, no deben arreglarse para ver a su madre, pero bueno, ya no quiero pensar en eso.
Escucho el timbre sonar, así que respiro profundamente y me miro una ultima vez en el espejo. Estoy bien.
Bajo las escaleras y puedo ver a mi padre hablando con Adriana en la puerta. Carraspeo un poco, mi padre se voltea y con una sonrisa dice—. Te presento a tu hija.
Me acerco a ambos con una sonrisa tensa.
—Buenas tardes—me limito a decir, pasando el nudo en mi garganta.
(...)
El almuerzo ha pasado y Adriana sigue haciéndonos compañía, realmente el ambiente se ha aligerado un poco desde que llegó y supongo que es bueno, porque me he ido calmando con las horas.
Ahora estamos en el jardín, sentados tomando jugo de naranja.
—Vengo en un momento—dice papá, levantándose. Le miro asustada y se acerca para besar mi frente—. Podrás hacerlo—susurra antes de irse por la puerta corrediza.
—Carrie, sé que tienes muchas dudas respecto a mí y te responderé cada una de ellas. Así que... puedes hablar—dice Adriana con voz tierna.
—¿Por qué volviste?—pregunto luego de un rato.
—Por ti, cariño. Yo he sufri...—le corto.
—Listo, siguiente pregunta. Ya estabas estable en Inglaterra, viviendo tu futuro planeado ¿Por qué dejarlo todo?
—Porque tenía todo lo material que siempre desee, pero no te tenía a ti. Te amo, hija—toma mi mano y muerdo mis labios para no llorar, intentando contener las lágrimas.
—¿Por qué... me abandonaste, si tanto me amas, cómo fuiste capaz de dejarme sin pensarlo dos veces?—en este momento mis lágrimas salen sin obstáculo alguno.
—Fui una estúpida, Carrie, realmente estoy arrepentida. Eres lo único bueno que he hecho en mi vida, y quiero recuperarte—se acerca a mí y me abraza, yo también lo hago. Ambas lloramos—. No te pido que me perdones ahora mismo, porque ni yo me perdono esto, pero quiero que lo intentemos juntas—asiento, entre sollozos.