Creo que si la gente tuviera que definirme en una palabra esa podría ser: Rara, o tal vez loca, o explosiva también.
Pero yo diría que soy: Carrie. Sí, así, simplemente Carrie. Solo soy yo.
Y si quieres saber más sobre mi singular vida, te invito...
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Paul y yo estuvimos jugando bobadas por un buen rato, hasta que me di cuenta que el tiempo no estaba a mi favor y debía correr, para poder hacer todas las decoraciones que tenía en mente para la sorpresa a mi novio.
Dam siempre se ha esforzado por mí y me ha hecho lindas sorpresas, ahora es tiempo de que yo también lo haga, por que de eso se trata.
Paseo por todo el lugar, en busca de lo que necesito. Pan, jamón, queso, mayonesa... No haré nada de otro mundo, solo iremos a un parque y nos sentaremos a hablar y comer juntos en paz. Luego de eso iremos a la iglesia.
Termino de hacer mis compras y me dirijo al parque, texteandole a Dam para que nos encontremos aquí. Su respuesta es rápida y me hallo sonriendole a la pantalla de mi celular. ¡Lo extraño tanto!
Escojo un lugar un poco apartado de los niños que juegan, tiendo un mantel en la grama y pongo la canasta en la que eché la comida, luego saco una billetera que le compré, porque hace unos días me burlé de la suya, ya que está muy vieja.
A lo lejos lo veo caminar hasta mí con una sonrisa en su rostro, me levanto de un salto y corro a sus brazos. Mi novio me alza y yo enrollo mis piernas a su alrededor, aferrando mis brazos a su cuello, beso su rostro repetidas veces.
—¡Me alegra que estés bien!—digo, tomando su cara en mis manos. Dam sonríe.
—A mí me alegra verte, preciosa—guiña un ojo y me bajo de él.
—Ven, tenemos mucho que hablar—tomo su mano y nos sentamos sobre el mantel de cuadros rojos que traje.
—Sí, sobre eso...mejor ven acá—me jala y quedo en el espacio entre sus piernas, él me abraza y nos quedamos suspendidos así por un largo tiempo.
Junto a él, en sus brazos, nada es incomodo, ni siquiera el silencio. Lo que pasó es algo que él no ha querido contar y yo no quiero presionarlo, aunque la preocupación este matándome.
—¿Quieres comer?—pregunto, volteandome un poco para ver su rostro. Él asiente, sonriente.
Me separo y tomo la canasta, saco todo lo que compré y demoro unos minutos haciendo los sandwiches para ambos. Le tiendo uno y agarro otro para mí. Pongo musica desde mi bafle con mi celular y dejo que suene al azar.
—Hmm, esto está delicioso, rulitos—hace un gesto con sus manos, indicando que está bien, sonrío—. Gracias—besa mi frente y no puedo evitar las mariposas en mi interior.
—Fue un placer—hago reverencias, divertida.
Estamos un rato más en silencio, hasta que él decide hablar.
—Fue raro, confuso, me sentía mareado y no pude reaccionar a lo que me hacían, y lo agradezco, porque no me imagino hiriendo a alguien por un ataque de rabia. No pude saber quienes eran, los tres tenían sus rostros cubiertos, y solo uno habló, dijo: ¿Por qué no le dijiste a tu dios que te ayudara? Es una pena que no haya evitado esto. Luego llegaste tú.
Me sorprendo ante las palabras de mi novio, es cierto que muchos en la escuela se han burlado de nosotros, pero nunca hasta tal punto ¿por qué seguirlo y herirlo? ¿qué los impulsó a hacer eso, si Dam no les ha hecho nada?
—Pero, amor, no podemos dejar esto así, y lo sabes...—digo, mordiendo mi labio inferior.
—¿Y que hago, Carrie? ¿le digo al director que unos estudiantes me atacaron sin haber estado en la escuela y que tampoco pude ver quienes eran? No me creerá, esto no sucedió en la escuela, no puedo hacer nada más que dejárselo a Dios—está molesto, porque es algo injusto y yo también lo estoy, pero tiene razón, no podemos hallar una solución en la escuela.
—Está bien—digo, rendida y me acuesto sobre su pecho, sin ganas de seguir con el tema. Me molesta la injusticia, pero Dios tomará el control de eso.
El celular de Dam comienza a sonar y me giro para verlo, luego de que se cae la llamada sin que haya contestado.
—¿Qué pasa?—pregunto, ceñuda. Él se encoje de hombros.
—Estoy con mi novia, los demás pueden esperar—sonrío y él besa mi cabello.
—Tengo algo para ti...—digo, en tono misterioso. Dam alza una ceja, interesado.
—¿Si? ¿qué es?—trata de ver detrás de mí y yo lo esquivo.
Le muestro la bolsa de regalo con la billetera dentro.—Adelante, abrelo—se la entrego, él sonríe como un niño pequeño, emocionado.
—Wow, que lindo de tu parte, rulitos. No tenías que hacerlo—niega con la cabeza mientras examina el interior de su regalo.
—Claro que sí, no es gran cosa, pero sé que lo necesitas—tomo su rostro y beso sus labios con suavidad, disfrutando de su calidez.
—Te amo—dice en mis labios y yo sonrío a mitad del beso.
—Yo también, moco—susurro, luego de un rato.
(...)
Luego de ir a la iglesia me vine con Paul a casa, porque papá dijo que tendríamos una cena importante y no podíamos faltar. Al parecer él y mamá tienen algo para decir.
—¿Crees que vayan a regañarnos?—pregunta Paul, en el asiento de copiloto de mi auto.
—¿Por qué lo harían? ¿hiciste algo?—le miro con ojos acusadores, en broma. Él ríe.
—No, solo que..., mis padres, ya sabes, siempre se han comunicado conmigo cuando se trata de un regaño—desvío la mirada un poco, con tristeza. Mi primo no ha tenido una vida fácil, mis tíos no son las personas más amorosas ni interesadas del mundo y eso ha sido fuerte para él.
Trato de reír para aligerar el ambiente y toco su hombro con mi mano libre—Eso no pasará, Paul.
Llegamos a casa y nos encontramos con papá y mamá sirviendo la cena juntos. Sonrío nerviosa. No sé qué esperar.
—¡Buenas noches, familia!—saluda mi primo a mi lado.
—¡Hola, padres!—saludo, sonriente mientras me acerco.
—Ah, hola, chicos—saluda papá, sentándose.
—Sientense, niños—ordena mamá, sonriente.
La cena transcurre tranquila, todos disfrutando de la comida y del ambiente familiar, mis padres hablan de la escuela, de como esta Dam y de cualquier cosa sin sentido. Hasta que mamá se levanta.
—Bueno, quiero tomar la palabra en este momento, para comunicarles algo, chicos—sonríe, nerviosa. Paul y yo nos damos una mirada ceñuda. Papá le toma la mano, para darle fuerzas—. Paul, sé que no eres nuestro hijo biológico, pero te consideramos como si realmente lo fueras y por eso te pedimos que nos acompañaras esta noche, porque lo que diremos ahora es importante.
—Gracias, tia A, es muy importante para mí lo que acabas de decir. Ustedes también son gran parte de mí—dice mi primo a mi lado.
—Eso es muy lindo de tu parte, cariño—le responde mamá, sonriente.
—Continua, Adri—le dice papá, como recordandole que iba a decir algo importante.
—Sí, cierto...—mamá sonríe nerviosa, otra vez—. Nosotros... ¡vamos a casarnos!
Me quedo helada, un remolino de sentimientos se plantan en mi estómago. ¡Mis padres quieren casarse!