13. ¿Qué quieres saber?

24 6 1
                                        

Luego de haber almorzado, noté que Damian no tenía ánimos de irse de casa, así que estuvimos cantando a karaoke con el alma a todo pulmón mientras bailamos graciosa y locamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luego de haber almorzado, noté que Damian no tenía ánimos de irse de casa, así que estuvimos cantando a karaoke con el alma a todo pulmón mientras bailamos graciosa y locamente.

Al cabo de un rato se fue, porque yo debía alistarme para ir a la iglesia y él también debía hacer unas cosas antes de ir. Lo bueno de mis amigos es que todos crecimos en la misma iglesia y tenemos una buena conexión con Dios, obvio que no todo es perfecto porque somos humanos y nos equivocamos, pero son buenas personas que no quiero que dejen mi vida en ningún momento. Ni Paul, ni moco y mucho menos Cris. Amo a esos tres.

Termino de retocar mi vestimenta viéndome en el espejo. No me veo mal, me gusta lo práctica que es mi ropa, puedo mezclar todo con todo, y se ve bien. Bajo las escaleras y me encuentro con mi padre entrando a casa.

—¡Hola, negrito de mi vida!—exclamo antes de correr a sus brazos. El pecho de mi padre tiembla a causa de su risa.

—¿Cómo estas, grinch?—saluda, luego de besar mi frente.

—Muy bien, pa—sonrío—. Voy de salida a la iglesia ¿Tú cómo estás?

—¡Oh, que bueno! Todo está bien, sólo estoy un poco cansado por el trabajo. Pero veré una película y seguro me dormire a la mitad—sonrío, es obvio que eso pasará.

—Bueno, entonces descansa—le doy otro abrazo e inhaló su aroma.

—¡Cuidate, grinch!—le escucho gritar mientras camino lejos de casa.

Amo manejar, soy muy perezosa para ir caminando hacia todos los lugares que voy en la semana pero, cuando se trata de ir a la iglesia, me encanta caminar porque puedo ver todo de una manera diferente a como lo muestra el parabrisas de mi auto.

Sin embargo, entro en pánico.

Mis piernas tiemblan, mi respiración se agita y siento la necesidad de salir corriendo sin rumbo alguno.

Una mujer de cabello rubio, lacio y algo largo, camina en rumbo contrario al mio, por lo que sus ojos se fijan en los míos por un momento. Su reacción confirma mi presentimiento. Se paraliza y sus ojos se agrandan por la sorpresa.

Es mi madre.

Por años he estado viendo y analizando, a escondidas, la foto que mi padre lleva de mi madre en su billetera, detallando cada linea de su rostro, centrándome en el confuso color de sus ojos cafés claro, en su perfilada nariz y la altura de sus pómulos. Sin embargo, verla frente a mí parece una situación irreal. Soñé este momento muchas veces, pero jamás de esta manera.

Me sobresalto al sentir sus brazos rodearme sin previo aviso, siento mi piel erizarse y mis emociones mezclarse ¿Alegría, dolor, impotencia, molestia...qué siento? No correspondo a su abrazo y ella se separa luego de un segundo.

—Lo siento, yo... No quise asustarte, seguramente ni sabes quien soy...perdón—su voz. Mientras habla, concentro toda mi atención en el sonido que sale de su boca, suave y tímida voz.

—Sé quien eres—respondo, tomando toda mi cordura y calma para hablarle—. Es imposible no querer saber cómo es la persona que se atrevió a dejarte, porque he husmeado sobre ti unas cuantas cosas, Adriana. Sin embargo, ninguna me ha servido para responder todas las preguntas que me invaden día tras día, ¿Cuan inhumana pudo ser para repudiar la vida que ella misma trajo a este mundo? Yo creo que demasiado—las palabras salen de mi boca a la velocidad de un rayo. Estoy nerviosa, suelo hablar muy rápido cuando lo estoy.

—Carmina, yo lo sé—estuve a punto de corregirle y decirle que odio que me llamen así, pero ella no lo sabe. Ella no me conoce, no sabe que me gusta y que no, porque no quiso saber, no me quiso.

—No, no sabes nada—le corto. Nunca he sido tan dura y cruel con una persona, pero con ella es diferente. Ella ha sido aún más cruel que yo.

—De acuerdo, tienes razón, no sé nada. Pero quiero saber, por favor. Quiero conocerte—ruega, tomando mis manos que rápidamente separo de las de ella.

—¿Qué quieres saber? Y ¿Porqué ahora? ¿Porqué no hace una vida?—interrogo, alzando la voz. Sin embargo, recuerdo el hecho de que estamos en la calle, lugar público lleno de gente. No haré un show aquí.

—Tengo razones que te contaré si me das la oportunidad, hija—el nudo en mi garganta se hace más intenso al escucharla llamarme de tal manera.

—¿Realmente eres mi madre? Todo la vida me he referido a ti de ese modo, mamá, pero tú no lo mereces. Una madre cuida de ti, te ama, da todo por ti y te regaña cuando es momento de hacerte entrar en razón. Tú no haz hecho más que traerme al mundo, por lo que no eres mi madre y yo no soy tu hija—suelto, segura y con voz dura. Realmente no sé de donde salió esta faceta de mí, pero nunca la había visto, y me siento cruel tratándola así, hiriéndola con palabras. No soy yo. Debo calmarme.

—Vuelves a tener razón, eres muy inteligente por lo que veo—soba mi hombro y me aparto lentamente esquivando su toque.

—Más que inteligencia, es sentido común—respondo, jugando con el agarre de mi cartera.

—¿Vas a alguna parte?—pregunta, curiosa.

—Voy a la iglesia, pero no tengo explicaciones que darte, ya se las di a mi padre y con que él sepa basta—sonrío, forzada.

—Claro...tu padre—sus ojos parecen cristalizarse un segundo y luego volver a la normalidad.

—Sí, seguro te acuerdas de él. Gregorio, mejor conocido como Greg.  Alto, buen hombre, excelente padre y moreno. Sí quieres hablar conmigo y conocerme, él debe autorizarlo. Así que, puedes contactarlo si realmente lo quieres. Yo ya tengo que irme—termino y ella asiente, poniendose a un lado para dejarme pasar.

Cuando la dejo atrás es que vuelvo a sentir todo mi alrededor. Me siento mareada y confusa. Debí salir en auto hoy.

Saco mi celular y veo mis posibles opciones.

Cris está ocupada con Paul en su, seguramente, cita soñada, no la quiero estropear; papá debe estar en el quinto sueño ahora mismo; así que Dam es mi última opción.

Camino hacia un parque infantil que está a mi derecha y me siento en una banca mientras escucho el segundo tono a la espera de que Damian responda.

—¿Carrie? ¿Estas bien? Llevo ya un rato aquí y...

Dam, yo...necesito a alguien que me abrace—susurro.

Dime donde estas y en cinco minutos llego—hago una sonrisa llorosa y prosigo a decirle donde me encuentro.

Termino la llamada y, sin poder evitarlo, al recordar la conversación que tuve con aquella mujer que vi por primera vez en mi vida, rompo en llanto.

Simplemente Carrie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora