Creo que si la gente tuviera que definirme en una palabra esa podría ser: Rara, o tal vez loca, o explosiva también.
Pero yo diría que soy: Carrie. Sí, así, simplemente Carrie. Solo soy yo.
Y si quieres saber más sobre mi singular vida, te invito...
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Salgo de mi turno faltando media hora para las dos de la tarde, timbro a Damian para que venga por mí y en diez minutos lo veo esperando afuera de la biblioteca. Encontrar trabajo aquí fue muy fácil puesto que vengo constantemente a mis lecturas y la señora Gladys me recomendó.
—Hola, moco—saludo en cuanto subo a su auto.
—¿Cómo te fue hoy, rulitos?—pregunta, luego de plantar un beso en mi mejilla. Sonrío.
—Bien, ha sido un día muy movido. Estoy algo exhausta, pero me alegra cuando tanta gente viene—expreso, feliz. Damian me mira una ultima vez, con ternura, y luego pone el auto en marcha.
—¿Qué te apetece hoy?—pregunta, interesado.
—Lo que tú quieras, solo exijo que sea comestible—respondo, echando el asiento un poco hacia atrás, para descansar.
—De acuerdo, ya tengo algo en mente—comenta y sonrío viendo su perfil, tranquilo y en paz.
No sé cómo decir palabras tan cursis o apodos tan melosos, pero, con el paso del tiempo, mis sentimientos hacia él han ido creciendo cada vez más fuertes, cada vez más reales. Y, no sé si él se sienta de la misma manera, pero el simple hecho de tenerlo a mi lado me hace sentir que puedo lograrlo todo.
—¿Y qué tal fue Portland?—pregunto, recordando su viaje.
—Acogedor. Tener a tanta gente bailando, riendo, amando y siendo feliz a tu alrededor te hace sentir vivo y no querer salir de ahí. Algo así como mantenerte en ese momento para siempre.—cuenta, maravillado.
—Sí, sé cómo se siente, es simplemente idílico.
—Adivino, otra de tus palabras fascinantes—acierta, sonriente.
—Así es. Idílico es algo perfecto que brinda bienestar físico y anímico—cuento, emocionada. Amo esas palabras.
—Oh, bueno, no era tan idílico debido a que faltaba tu compañía. En medio de toda esa felicidad ajena, hacías falta tú para completar la mía—termina y se detiene a mirarme, mostrando la sinceridad emanando de sus ojos.
Tomo su mano y entrelazo nuestros dedos, sintiendo su calor y llenándome de él.
(...)
—¡Huh, huh, soy la morsa más bella que verás en toda tu vida!—exclama Damian, entusiasmado, con dos papas fritas dentro de su boca a manera que parezcan colmillos.
—Oh, sin duda—le sigo, divertida—. Sabes qué, seamos morsas juntos—tomo dos papas y las pongo dentro de mi boca.
—¡Sí, mi chica y yo somos las morsas más hermosas del planeta!—exclama y mis mejillas se ruborizan al escucharlo llamarme 'mi chica', sin embargo, prontamente estalle en carcajadas.
—¿Vas a querer más hamburguesa? Por primera vez, no puedo con esta yo sola—comento, tendiéndole lo que queda de mi comida.
—Sí, gracias—acepta, tomándola—. Pero ¿te sientes bien? No has comido nada.—asiento y se la tiendo.
Hace un rato que él terminó con la suya, mientras yo divagaba y me discutía entre comer o charlar. Últimamente he tenido muy poco apetito, algo muy extraño en mí.
Nos quedamos un rato más en el lugar mientras Dam come y nos distraemos hablando, luego volvemos a su auto y emprendemos rumbo a mi casa.
Mientras vamos en el carro, no le digo nada a Damian, pero empiezo a sentirme mareada y fuera de lugar, desorbitada. Me limito a cerrar los ojos y ahí quedo.
Al abrir mis ojos, me encuentro en mi habitación, tumbada en mi cama con una cosa helada sobre mi frente. Siento un horrible dolor de cabeza al intentar levantarme y es como si todo mi cuerpo pesara.
Suelto un quejido y, en segundos, Dam aparece en la habitación.
—¿Qué hora es? ¿Cuando llegué aquí?—pregunto, sin poder recordar el momento en el que llegué a mi casa y me dormí.
—Son las cinco y media, te desmayaste en mi auto mientras veníamos. Cuando te fui a subir me di cuenta que aparte tenias fiebre, así que te subí hasta acá y te puse eso para que bajara tu malestar—cuenta, sentándose en una orilla de la cama. Intento sonreír de la mejor manera, en agradecimiento.
—Ven—susurro y palmeo la cama para que se acerque más a mí. Él viene, obediente, y se sienta junto a mi lado.
—Podemos ver una película, a bajo volumen para que no te duela la cabeza y así...—le interrumpo.
—¿Como así, no fuimos a la iglesia?—pregunto, recordando que hoy es sábado.
—No, cariño, tu salud está primero. Dios sabe cuanto lo amamos, así que no hay problema en faltar un día.
—Está bien, veamos una película—acepto y me corro a un lado para que él se acueste junto a mí.
Damian se levanta y va por el control de la tv, luego vuelve y se acuesta a mi lado en el espacio que le hice. Entra a Netflix y luego de debatir un rato sobre qué película íbamos a ver, terminamos escogiendo una de navidad, para entrar en ambiente con la época que se acerca.
Quito la cosa que antes estaba fría de mi cabeza y me volteo un poco para poder abrazarlo tranquilamente, mientras vemos la película me voy olvidando de mi malestar y comienzo a sentirme mejor, estando en sus brazos.
¿Nos les pasa que abrazan a alguien y se quieren quedar ahí para siempre? por que así me siento ahora.
Pero como nada es perfecto en este mundo, la puerta se abre de golpe, logrando sobresaltarnos y hacer que nos despeguemos en menos de un segundo.
—¡Bueeenass!—saluda mi mejor amiga con una sonrisa traviesa.
—Oh, de verdad, es una pena haber interrumpido—dice mi primo a su lado, con fingida compasión.
—Ja ja ja—rio sarcásticamente, acomodandome en la cabecera de la cama. Damian me mira y sonríe, luego se acerca y se sienta a mi lado.
Cristal y Paul pasan y se sientan frente a nosotros.
—¿Y por qué no fueron a la iglesia?—pregunta Paul, intrigado.
—Se desmayó—cuenta Damian, señalándome y frunciendo los labios.
—Ouch—suelta mi primo—¿Porqué?
—¿No has estado comiendo bien, cierto?—interroga mi mejor amiga, en tono sobreprotector. Niego lentamente con la cabeza gacha—. ¡Ash, ves!—le señala a Damian—. La dejo en tus manos unos días y casi se muere. No eres consiente, Damian—le regaña mi mejor amiga y no hago más que mirarle con una mueca divertida.
—¡Tienes que comer, Carrie rulitos de la Conchinchina!—ordena Damian, juguetón. Todos le miramos ceñudos pero terminamos riendo.
Está gente esta loca, pero tienen razón, debo mejorar mi alimentación o tendré otra recaída.