Los días seguidos a la publicación del libro de Carrie fueron grandiosos, ella andaba de aquí para allá firmando libros y respondiendo preguntas con una sonrisa cálida y radiante en sus labios, no pude sentirme más afortunado por estar ahí junto a ella, cumpliendo su sueño y haciéndola feliz. Sin embargo, cuando volvía a casa, no podía evitar la tristeza que se plantaba en mi pecho de solo pensar en la universidad, en salir de la ciudad, en dejar a Carrie.
¿Qué iba a hacer sin ella? ¿Quién me haría sentir lo que ella? ¿Cómo serían mis días sin su escandalosa risa? no lo sabría hasta que me tocara vivirlo de frente, hasta que tuviera que subir al avión y dejar a mi familia atrás por ir tras mi futuro, hasta que llegara a laUniversidad Estatal de California. Solo sabía que, si de algo estaría seguro por el resto de mi vida, sería de que mi amor por aquella chica de cabello rulo, sonrisa cálida y comentarios extraños duraría hasta que mi corazón se cansara de latir.
—¿Hijo? Ya es hora de irnos—fueron aquellas las palabras de mi padre que me recibieron por la mañana. Hoy era el día. Hoy viajaría a Los Ángeles.
Di una ultima mirada a mi habitación, la mayoría de mis cosas estaban abajo, en cajas y maletas, se veía desolada y vieja, como si todo lo que viví ahí le hubiese causado daño. Me sorprendí queriendo desempacar todo y quedarme, pero no era posible. Yo tenía una meta, yo quería ser alguien y para ello necesitaba hacer algunos sacrificios, entre ellos, Carrie. Mi hermosa chica... Jamás dejaría de pensarla.
Abrí la puerta para bajar y encontrarme con mi familia, pero ella me sorprendió. Sus ojos brillantes parecían cansados, tenían ojeras y estaban rojos acompañados de una leve hinchazón. Parecían gritar que había sido una noche dura y no los culpaba, yo también la había vivido. Su cabello estaba mas despeinado que de costumbre y sus labios temblaban.
No lo soporté más. Rompí nuestra distancia enrollándola entre mis brazos, dejándome sentir la calidez de su cuerpo y oler su piel que desprendía su típica fragancia de naranja, su jugo favorito. Tenerla en mis brazos me hizo más fuerte, tenía que seguir adelante, tenía que irme, tenía que luchar por mis estudios, porque aunque ella sintiera su alma desvanecerse, al igual que yo, con mi partida, ella quería que yo triunfara y jamás me pediría que me quedara.
Una vez nos separamos, me di cuenta que sus ojos brillaban a causa de sus lágrimas y que los míos no se quedaban atrás. Carrie sonrió y fue una de esas sonrisas que te dicen que todo estará bien, aunque el cielo parezca venirse abajo. Y entonces yo también lo hice, porque su sonrisa era tan hermosa que te daba ganas de imitarla, de creer que todo realmente estaría bien.
(...)
Mientras íbamos camino al aeropuerto, Dam y yo compartíamos un silencio que no podría definir como incomodo, porque no lo era. Solo era un silencio que nos acompañaba mientras nos sumergíamos en nuestros propios pensamientos. Su familia quiso darnos espacio y se fueron en el auto de Dam, por lo que solo estamos los dos. Sin embargo, el problema no es que él se vaya, porque es algo que ya estaba planeado. El problema es que el día llegó tan rápido que no me parece creíble que hoy tenga que despedir a mi novio y mañana me toque desayunar sola en nuestro restaurante favorito.
—Yo...—rompe el silencio, captando mi atención—. Te escribí algo anoche, me gustaría que lo leyeras.
Siento un nudo en mi garganta que no había notado y aprovecho el semáforo en rojo para mirarlo a los ojos y tomar el papel que me tiende. Asiento con una pizca de alegría y curiosidad por saber qué dice.
—¿Puedo hacerlo ahora?—pregunto, mirándolo a los ojos.
El sonido de los otros autos detrás de nosotros hacen que deje de mirarlo rápidamente y me fije en el semáforo que me indica que avance. Dam suelta una carcajada que es melodía para mis oídos y sonrío.
—Tal vez en el próximo semáforo—responde, pero no había otro semáforo, porque ya estábamos llegando al aeropuerto. Él debía irse y yo sólo podía aceptarlo y darle fuerza para que lo hiciera.
Cuando bajamos del auto nos encontramos con sus padres, mi mejor amiga y mi primo, todos estaban sonrientes para no desanimar a Damian y terminar haciendo que se quedara, sin embargo, sus ojos imploraban que no se fuera, y aún más los míos.
Una voz tomó lugar en toda la sala de espera y dejamos de hablar sobre las mañas raras de Cris, la voz anunciaba un vuelo a Los Ángeles. Anunciaba el vuelo de mi novio.
—Bueno, es hora de partir, hijo—dijo el padre Dam y fue lo ultimo que escuché antes de que un peso se plantara en mi pecho.
Dejé que todos se despidieran y se fueran, hasta que solo quedamos él y yo.
—De acuerdo, no es el final. Nos veremos en cuanto pueda, lo sabes ¿no?—dice tomando mi mentón y obligándome a fijar mis ojos en los suyos.
—Lo sé—digo, asintiendo.
No resisto más y tomo su rostro entre mis manos, estampando mis labios a los suyos, en un arrebato de tristeza y necesidad. Me permito disfrutar del beso y de sus manos rodeando mi cintura, me acerco más y la calidez de su pecho me llena por completo.
—Ultima llamada para las personas con destino a Los Ángeles, California. El avión está por despegar—nos interrumpió aquella voz nuevamente.
Miro sus ojos fijamente y me pierdo en ellos por un segundo.
—Te amo, rulitos. Cuidate mucho y no dejes de extrañarme nunca, porque yo pensaré en ti cada segundo—dice, para luego plantar un beso en mi frente.
—No dejaré de amarte jamás, moco—beso sus labios una ultima vez y lo dejo ir.
Observo como se aleja y mi corazón se estruje, queriendo correr hacia él. Pero mis pies no le dan el gusto, se quedan ahí plantados en el piso mientras mis labios recuerdan el sabor de los suyos.
Luego de un rato regreso a mi auto y no hay rastro de la familia de Dam, ni de mi primo. Sintiéndome un poco mal, agradezco su ausencia y subo a mi auto dejando salir un gran suspiro. Cerca del volante veo el papel que Dam me dio y lo tomo, sonriendo.
En mi vida había visto tantas mujeres hermosas, todas voluptuosas y con curvas maravillosas. Sin embargo, ninguna de esas curvas podría igualarse a la de su sonrisa. Ella era única y solo necesitaba sonreír para hacertelo saber.
Ella, eres tú.
Te amé, te amo y te amaré hasta que mi corazón se canse de latir.
Pd: Nos veremos pronto, rulitos.
FIN.
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Simplemente Carrie.
Ficção AdolescenteCreo que si la gente tuviera que definirme en una palabra esa podría ser: Rara, o tal vez loca, o explosiva también. Pero yo diría que soy: Carrie. Sí, así, simplemente Carrie. Solo soy yo. Y si quieres saber más sobre mi singular vida, te invito...