Capítulo 5

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Dolor. Fue lo primero que percibió Damián a medida que recuperaba lentamente la conciencia. No recordaba haberse drogado, pero aún así se sentía preso de aquella nebulosa que siempre lo envolvía luego de una buena dosis.

Una fuerte punzada en su abdomen exploto en cuanto hizo el intento de moverse, por lo que desistió de intentarlo nuevamente. Sus parpados pesaban terriblemente, requirió de todas sus fuerzas poder abrir sus ojos. Observó. No reconocía el lugar, menos aún podía recordar cómo había ido a parar allí.

Exploro los alrededores con la mirada, estaba en una habitación inmensa, todo allí gritaba dinero. La cama sobre la que yacía era enorme, fácilmente cabrían 3 personas cómodamente. Las sabanas se sentían suaves y el acolchado que lo cubría era evidentemente de plumas. No recordaba la última vez que había dormido en una cama.

La decoración del lugar revelaba que aquel espacio pertenecía a una mujer. No era que fuera todo color rosa, sino que había pequeños detalles que claramente le daban un toque femenino. Desde donde estaba alcanzaba a ver una puerta que probablemente conduciría a un baño y a la derecha un gran vestidor con espejos que iban del piso al techo.

Giro su rostro hacia el enorme ventanal que había a su izquierda, las cortinas se encontraban levemente corridas y dejaban ver una noche estrellada. Junto a la cama, en la mesa ratona, había un vaso y una botella de agua. No fue hasta entonces que noto la resequedad en su boca.

Intento entonces girarse para poder servirse agua, pero nuevamente sintió una punzada a la altura de su estomago. Levanto con cuidado el acolchado que lo cubría y se encontró con que gran parte de su torso se encontraba cubierto por unas vendas. No llevaba puesto más que su ropa interior.

En ese instante, flashes de lo que había ocurrido acudieron a su mente. Recordaba la fiesta, recordaba haber vendido toda la droga, recordaba haber sido atacado al salir del lugar. No había visto los rostros de sus dos atacantes, ellos solo se acercaron, le propinaron un golpe en el rostro y luego le quitaron el dinero por la fuerza.

En el forcejeo, uno de los maleantes había sacado una navaja y se la había clavado en su estomago. Luego de eso, todo se volvió confuso. Levemente recordaba una chica, alguien que lo ayudo a incorporarse y lo introdujo a un vehículo. Después, nada.

Busco con la mirada su celular, tenía que contactarse con el Tano y avisarle lo que había sucedido. Sabía que no iba a ser fácil librarse del problema, probablemente tendría que trabajar gratis para compensar lo perdido. Pero el aparato no parecía estar a la vista, ni tampoco su ropa.

Un sonido que provino del exterior de la habitación captó su atención, unas voces femeninas discutían a lo lejos. Con gran esfuerzo, se sentó al borde de la cama, haciendo caso omiso al punzante dolor de la herida, aunque al intentar incorporarse un fuerte mareo lo hizo caer sentado nuevamente sobre la cama.

La voz de ambas se escuchaba cada vez con mayor claridad a medida que se acercaban a la habitación, Damián se centro en intentar escuchar lo que decían.

—No sé en que estabas pensando al traerlo acá.

—No necesito sermones Jul, necesito que me ayudes.

—¿Acaso ya no te ayude lo suficiente?

—Sí y te lo agradezco. Pero necesito que hagas algo más por mí.

—¿Qué?

—Necesito que me ayudes a sacarlo de acá sin que nos vean.

—¿Y cómo voy a hacer eso? ¿No vistes cuantos hay? No se puede esquivarlos a todos. Ya bastante suerte tuviste al meterlo acá sin que te vieran.

Adictos SIN EDITAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora