Capítulo 29

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Julieta fulminaba con la mirada a Aldana, pues no era capaz de comprender en que estaba pensando su amiga. Era evidente que aquella situación solo podía traerles graves problemas y aún así, actuaba como si no midiese las consecuencias. No entendía porque seguía arriesgándose por alguien que apenas si conocía, más teniendo en cuenta que todo lo relacionado con aquel sujeto llevaba un gran rotulo luminoso que rezaba Problemas.

Aldana, en cambio, solo tenía ojos para Damián, quien a pesar de estar consciente, parecía más perdido que nunca. Sus ojos, algo irritados, se veían perdidos. Sus manos temblaban y su respiración era irregular, como si le costara horrores llevar oxigeno a sus pulmones.

—¿Qué le pasa? —preguntó más para sí misma que para sus interlocutores.

—Está en shock, la sangre le provoca eso —respondió Gabriel.

Aldana observó a su alrededor, el rojo escarlata invadía gran parte del comedor, entre salpiques en la pared, suelo y el gran charco que emanaba de debajo del hombre que yacía inconsciente.

El malestar se asentó en su estomago y la culpa la embargó por completo. Ella era la única responsable de que todo aquello haya sucedido. Había puesto en riesgo a Damián, a su amiga y hasta a Gabriel, a quien apenas conocía. Por su rebeldía y actitudes infantiles, ahora había un hombre muriendo en el suelo y Damián corría el riesgo de tener que pagar con su libertad por haberla defendido.

La puerta se entre abrió de pronto, causando temor en los allí presentes. La idea de que alguno de los delincuentes hubiese vuelto en busca de venganza cruzó la mente de los tres, pero el alivio los invadió al ver asomarse a un hombre de edad avanzada.

—¿Don David? —preguntó el abogado tras unos segundos.

—¿Gabriel? ¿Sos vos chiquillo?

—Gracias a Dios es usted... —dejó escapar Gabriel con cierto alivio tiñendo su voz.

El anciano observó el cuerpo en el suelo y luego los alrededores hasta detenerse en Damián

—¿Qué ocurrió aquí?

Gabriel pareció dudar un momento, quizás intentando elaborar alguna mentira creíble que los dejara bien parados a todos, a pesar de que la escena hablaba por sí sola.

—Unos delincuentes quisieron secuestrar a la chica —dijo Gabriel finalmente señalando a Aldana—. Nos amenazaron y estaban dispuestos a matarnos, pero Damián nos defendió.

El longevo levantó la mirada hasta posarla en Aldana, quien le devolvió la mirada entre nerviosa y consternada. El peso de la culpa estaba haciendo estragos en ella.

—Ya veo. ¿Está muerto? —dijo señalando al delincuente herido.

—No, pero no creo que le quede mucho tiempo, necesita recibir asistencia médica de forma inmediata.

—La policía ya debe estar en camino, yo mismo llamé al 911 —soltó mirando con preocupación a Damián—. Seguro viene alguna ambulancia también ya que informe que había escuchado tiros.

—Lo imaginé... David, tengo que llevármelo.

—Lo sé, es mejor que se apuren antes de que sea demasiado tarde.

—¿Se queda usted acá? Puedo quedarme si es necesario. Podemos decir que estaba en su casa de visita cuando escuchamos los disparos y...

—No hace falta —lo cortó David—. Él te necesita más que yo, anda tranquilo.

Gabriel pareció dudar durante unos segundos, parecía querer preguntar algo pero no se animaba.

—¿Adela? —preguntó de manera apenas audible.

Adictos SIN EDITAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora