Capítulo 18

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Desde la posición donde se encontraba era capaz de ver parte del cuerpo de Damián, el cual estaba desplomado en el piso a un costado de la pequeña cama. A pasos apresurados, Aldana se acercó hasta su ubicación, encontrándose con un panorama un tanto alarmante.

El cuerpo inerte del muchacho estaba parcialmente boca abajo, en una posición un tanto antinatural. Llevaba el torso desnudo y la palidez de la piel de su espalda era realmente escalofriante. Con manos temblorosas, Aldana se acercó a su rostro que se encontraba levemente ladeado. Buscó con sus dedos por debajo de la oreja y dejó escapar un leve suspiro cuando fue capaz de percibir el leve golpeteo de su pulso.

Un poco más aliviada, se agachó a su lado para intentar girarlo, aquella posición aun le causaba escalofríos. Una vez logró ponerlo boca arriba, inspecciono los alrededores. Una bolsita con restos de un polvo blanquecino se encontraba en el suelo a un metro de distancia, junto a lo que parecía ser una vieja fotografía.

Volcó nuevamente su atención hacia el muchacho, observando cómo su pecho a penas se movía con cada respiración pausada que tomaba. Se acercó nuevamente a él e intentó levantarlo para colocarlo en la cama, pero lo único que sus fuerzas lograron fue posicionarlo sentado con la espalda apoyada contra un costado de la misma.

Se dejó caer a su lado en un intento de recuperar el aliento. Desde su posición, observó atentamente aquella habitación decorada casi en su totalidad en tonos lilas y blancos. Frente a la cama había una hermosa cajonera blanca con tirantes color lila, encima de la cual había varios peluches. A un costado de esta, había una pequeña casa de muñecas, con sus pequeños muebles y accesorios.

Un baúl de madera pintado de lila, se encontraba al otro costado de la cajonera. Un placar empotrado, como el que se encontraba en la habitación que ella ocupaba, dominaba casi la totalidad de la pared ubicada a la derecha de la cama. En sus puertas corredizas había pegadas diferentes calcomanías de princesas Disney.

La ventana estaba cubierta por unas hermosas cortinas de gaza con los mismos tonos que decoran la habitación. En el techo había una lámpara con pequeñas estrellas doradas que caían creando un hermoso efecto. En la mesita de luz, a un costado de la cama, había un velador que hacia juego con aquella hermosa lámpara.

Todo allí estaba cubierto por una densa capa de polvo, como si el tiempo hubiese detenido su avance en aquella habitación. Damián, a su lado, se removió preso de un espasmo, haciendo que su cabeza cayera sobre el hombro de Aldana. Ella lo inspeccionó de reojo, comprobando que aún seguía inconsciente.

Con mucho cuidado, levantó su cabeza y la acomodó en su lugar para luego poder ponerse en pie. Lo tomó por sus axilas y tiró de él hasta lograr colocarlo parcialmente sobre la cama. Luego levantó sus piernas y tiró de sus brazos hasta dejarlo completamente en posición horizontal.

Observó entonces la herida en su torso, estaba hinchada y poseía un color rojizo a su alrededor. Dos de los puntos estaban muy inflamados, aunque ahora no supuraban. Al acercarse comprobó que aún conservaban pus y haciendo acopio de toda su valentía, apretó la zona para liberar aquella pestilencia.

En cuanto logró su cometido, tuvo que alejarse rápidamente, el olor y el aspecto de aquello la asqueo provocándole arcadas. Se acercó a la ventana y la abrió de par en par para poder tomar grandes bocanadas de aire.

Una vez se sintió lista, volvió hacia la cama para limpiar la zona, esta vez manteniendo las distancias y observando lo menos posible. Tomó unas gazas y las embebió en alcohol para poder desinfectar la herida. Una vez hecho esto, la tapó utilizando gazas limpias y las adhirió con cinta medica.

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