Capítulo 22

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Sus dedos rozaron los suyos al tomar la cigarrera, enviándole un choque eléctrico por todo el cuerpo. Ya no estaban tan cerca el uno del otro, pero si lo suficiente como para percibir su aliento en su rostro. La había acorralado nuevamente contra el placar, esta vez él solo había avanzado instándola a retroceder en el proceso.

Podría decir que había retrocedido por instinto, pero lo cierto era que su propio cuerpo la había traicionado dejándose llevar por él. Se cuestionó brevemente su comportamiento, aunque en el fondo no quería ondear demasiado temiendo lo que podría llegar a descubrir. De hecho, lo mejor era siquiera pensar en ello, no era prudente mezclar las cosas. Menos con él, que parecía mucho más perdido que ella.

Damián desvió la mirada hacia la puerta de la habitación, de pronto se veía ansioso por huir de allí. Aquello le generó un mal sabor de boca, presentía que su presencia allí no le era del todo grata, que solo le había ofrecido quedarse porque de cierta forma se sentía en deuda con ella.

—Entonces... ¿Ahora qué? —dijo con el afán de retenerlo un poco más a su lado.

—¿A qué te referís?

—No lo sé... Estoy algo perdida.

—Bueno, espero que te encuentres —dijo intentando imprimir un poco de humor en su voz, fallando estrepitosamente.

Damián retrocedió un paso, viéndose más inquieto con cada segundo que pasaba.

—Yo... debería intentar descansar un poco —dijo sin mirarla.

—Creí que... —Aldana cayó al no saber si seguir o no.

—¿Qué?

Él volvió a posar sus ojos en ella, podía leer el fastidio en su mirada.

—Que te quitaba el sueño...

—Lo hace...

El aire de pronto pareció cobrar mayor peso, haciendo que sus palabras quedaran suspendidas en él.

—Podes irte si queres, no te sientas obligado a darme excusas.

—No me siento obligado a dártelas.

—Ok.

Aldana prefirió desistir, era evidente que si seguían así terminarían discutiendo como siempre. Damián resopló, parecía librar una lucha interna sin saber qué bando tomar.

—No soy buena compañía —dijo finalmente en apenas un susurro.

—Tenes un concepto bastante deplorable de vos mismo —soltó sin pensarlo.

—Solo soy realista.

—¿Nunca pensaste que quizás tu percepción de la realidad este un poco... distorsionada?

—Mi mundo entero esta distorsionado Aldana.

Su nombre en su boca sonó lastimero.

—¿Y no te interesa hacer algo al respecto?

—No. Y tampoco debería importarte a vos.

—No me importa.

—A mi menos.

Ambos se sostenían la mirada, aunque a él se le notaba a leguas que le estaba costando mucho esfuerzo hacerlo. ¿Acaso le causaba repulsión? Se preguntó a sí misma. No entendía como por momentos él parecía querer acercarse más, provocarla, y al otro instante parecía querer correr lo más lejos posible de ella.

—No te entiendo —dejó escapar.

—No hay mucho que entender.

—Eso suena aún más deprimente.

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