Capítulo 11

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—Ahí tenes el colchón, en el ropero de allá hay sabanas. El baño esta al fondo.

—Gracias.

—Voy a estar abajo.

—Ni te vas a enterar que estoy acá.

—Eso espero.

Damián salió de la que fue en su entonces su habitación y se dirigió a la planta baja. Estaba agotado, había sido un día largo y extraño. Fue cuando quiso sentarse sobre las frazadas que usaba de cama que se percato que aún llevaba el arma en la cinturilla de su pantalón.

El contacto con el frío metal le daba repugnancia, pero debía tomarla si quería sacarla de allí. Conteniendo la respiración y haciendo acopio de todas sus fuerzas, la tomo con dos dedos y trió de ella, dejándola caer al piso una vez que estuvo fuera del agarre de sus jeans.

El arma hizo un ruido sordo al caer sobre las frazadas. Damián la observo durante largos minutos, perdido en el fulgor del metal. Un remolino de sentimientos se apodero de él y sintió la necesidad de salir corriendo de allí. Correr sin importar dónde. Solo alejarse. Pero sabía que por más que corriera nada cambiaría su pasado.

—¿Estás bien?

La voz de Aldana lo devolvió a la realidad.

—Sí —contestó seco.

Se giró sobre sus pies y observó como Aldana tenía la mirada fija en el arma que yacía en el suelo. Sus ojos azules brillaban por la curiosidad, provocando que el estomago se le contrajera.

—¿Es tuya? —dijo Aldana dando un paso hacia donde él se encontraba.

—No. Me la dieron hoy para hacer un trabajo, olvidé devolverla.

—¿Qué trabajo?

—¿No se suponía que no me iba a enterar de que estabas acá?

—Tengo hambre.

—Bueno, suerte con eso.

Damián se agacho y agarro una media que había junto a las frazadas. Con ella tomo el arma y la envolvió como pudo. Se puso en pie pensando en donde podría guardarla, no la quería al alcance de su vista.

—¿Puedo verla?

—No —escupió Damián.

—Sos bastante arrisco.

—Y vos demasiado molesta.

—Bien.

—Bien.

Metió el arma en el bolsillo trasero de sus jeans a regañadientes, sería mejor esconderla cuando ella no estuviera allí observando. Podía notar su curiosidad y no quería que la encontrara.

—¿Tenes algún teléfono de alguna pizzería?

—El teléfono no funciona.

—No me sorprende.

—Ya te lo dije, esto no es ningún hotel.

—¿Dónde se puede ir a comprar?

—No pienso ir yo.

—Ay Dios, realmente sos irritante. Voy a ir yo, solo decime donde mierda puedo conseguir una puta pizza por acá.

Damián giro para observarla intrigado.

—¿Sabes cómo comprar una pizza?

—¿Podés limitarte a decirme dónde puedo ir comprar? —dijo Aldana ya bastante irritada.

Adictos SIN EDITAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora