Damián se sobresalto ante aquel ruido que provino desde la planta baja, permitiéndole percatarse de lo cerca que estaba de Aldana. ¿En qué momento se habían acercado tanto? Se preguntó. Trago saliva y dio un paso atrás mientras intentaba calmar el torbellino de sentimientos que reinaba en su interior.
En las últimas horas había experimentado un sube y baja de emociones tan diversas que se sentía cansado. Agotado. Minutos antes de llegar estaba nervioso, ansioso. Solo tenía en mente llegar a su casa y encontrarla a Aldana allí. Todo ese amasijo de nervios se disipó en cuanto ella colisionó contra él en la entrada de su casa, dando lugar a un nuevo sentimiento. Alivio.
Luego llegó la sorpresa al encontrarse con su amigo de la infancia en su casa. Aquello sí que no se lo esperaba. Incluso aquel hecho también le provocó cierta alegría, pero fue poco lo que le duró cuando fue consciente de que Aldana se marcharía de allí. Y entonces supo que se iba para protegerlo a él. A él que nada valía. Y ya no supo como sentirse al respecto.
Un nuevo ruido, esta vez un chillido femenino, les hizo reaccionar a ambos. Salieron rápidamente de la habitación intentando no hacer demasiado ruido, pero se detuvieron al llegar a las escaleras. Desde allí no podían ver lo que ocurría en la planta baja, pero si podían escuchar.
—No vuelvas a gritar porque te juro que te hago boleta(*) —gruño una voz masculina.
—¿Dónde mierda esta la piba? —preguntó otra voz.
Aquellas voces le eran familiares, aunque no podía ponerles un rostro en aquel momento. Por instinto, ubicó a Aldana detrás de él mientras permanecían ocultos de aquellos intrusos en la planta alta.
—Tranquilos... No hace falta usar la violencia... —escuchó decir a Gabriel.
El sonido de un golpe seco llegó a oídos de ambos, provocando que se estremecieran. Antes de que Damián pudiera reaccionar, Aldana había salido por detrás de él comenzando a bajar las escaleras.
—Mierda —chilló por lo bajo antes de seguirla.
—¡Basta! —gritó Aldana con desesperación— No les hagas daño, acá estoy.
—¡Pero miren a quien tenemos acá!
A Damián se le aceleró el pulso al estar finalmente frente a quién había dicho eso. Mauro se encontraba de pie en medio de su living, llevaba un arma en su mano izquierda, la cual colgaba de manera relajada a un costado de su cuerpo. Allí cambien estaban Juanjo y otro tipo que recordaba haber visto un par de veces en Ciudad Chica, ellos empuñaban sus armas apuntando uno a Julieta y el otro a Gabriel, quien yacía en el piso cerca de Mauro.
—Buen trabajo Juan, tenían razón después de todo —dijo Mauro observando fijamente a Aldana.
Ella se encontraba petrificada a un lado suyo observando la escena, especialmente a su amiga, cuyo rostro reflejaba el horror que sentía en ese instante. Sin pensarlo, volvió a protegerla con su cuerpo, interponiéndose entre ella y Mauro.
—¿Qué quieren?
—Que queremos... mmm a ver... —Mauro llevo su mano derecha a su mentón—. Digamos que solo queremos llevarnos a la chica prometiendo que nada les va a pasar al resto... el tema es que se me da mal eso de cumplir promesas viste.
De reojo, Damián vio como Julieta palidecía al punto de perder un poco el equilibrio.
—Quietita piba(*), si te movés de nuevo no la volves a contar —resopló Mauro sin quitar los ojos de encima de Aldana.
—Sabes que no te vas a salir con la tuya ¿Verdad? —soltó Damián.
Aquello atrajo la atención de su interlocutor.
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Adictos SIN EDITAR
General FictionÉl estaba perdido. Hundiéndose lentamente en un pozo sin fondo del que no tenía intención de salir. Ella se sentía vacía. Intentando llenar ese hueco de cualquier forma que le fuera posible. Él no tenía un motivo por el cual luchar. Ella necesitaba...