Capítulo 7

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Sus manos temblaban y aquella conocida aflicción en su pecho se estaba haciendo presente. Odiaba cuando comenzaba a sentir los síntomas de la abstinencia. La compañía tampoco hacía mucho por mejorar su situación, no podía evitar sentirse afectado por la muchacha sentada a su lado. Sus ojos, esos ojos de aquel azul tan profundo, no hacían más que rememorarle el infierno en el que vivía. Aquel del que era merecedor.

Observo las calles pasar por la ventana del auto, viendo como el paisaje iba cambiando drásticamente a medida que avanzaban. No había sido sencillo salir de la casa de Aldana, ya que estaba vigilada por varias cámaras de seguridad. Cuando Damián le había preguntado cómo iban a hacer para burlar al personal de seguridad Aldana solo le había respondido que la siguiera.

Antes de lograr salir de la mansión, escucharon unas voces masculinas acercándose y Aldana lo hizo esconderse en un baño de servicio. Pudo escuchar como aquellos hombres la trataban con familiaridad, contándole que su amiga había chocado el portón de entrada. Ella se mostró sorprendida y los envió a ayudarla. Damián sospecho que era todo una farsa, que se trataba de aquella distracción de la que las había escuchado hablar hace tan solo unos instantes.

Cuando los pasos de aquellos hombres se alejaron, Aldana le abrió la puerta y tiró de él llevándolo a rastras por lo que parecía ser el ala de servicio para luego escabulléndose por una salida trasera. Lo hizo esperar allí mientras iba por sus zapatillas.

Unos minutos después atravesaron parte del jardín trasero hasta llegar a un paredón que delimitaba toda la propiedad. Estaba en gran parte cubierta por plantas y árboles. Entre todo aquel verde, se escondía una pequeña puerta, la cual atravesaron saliendo a un camino de tierra, rodeado por más vegetación.

El camino desembocaba a la calle lateral de la casa, por la que avanzaron un par de cuadras a pie hasta llegar junto a un Ford Fiesta al cual subieron. Todo aquello llamó la atención de Damián, llevándolo a pensar que quizás tuviera el hábito de escapar de su casa con frecuencia. Se preguntó brevemente porque haría tan cosa.

Ahora iban camino a su casa, a pesar de la insistencia de Damián de arreglárselas solo. Ella termino convenciéndolo con el argumento de que por donde residía no pasaba ningún trasporte público ni taxis. En principio protesto manifestando que podía caminar, pero tuvo que admitir que no estaba físicamente en condiciones y terminó por darle su dirección.

—Podes dejarme por acá —dijo Damián al percatarse que ya se encontraban relativamente cerca de su casa.

—No seas cabeza dura, te dejo en tu casa.

—No quiero que lo hagas.

Aldana giro su rostro hacia él, mirándolo con el entrecejo fruncido. Pronto volvió su rostro hacia el frente y siguió conduciendo como si aquella conversación nunca hubiera acontecido. Damián estuvo a punto de refutar, pero se rindió, era evidente que llevarle la contraria a aquella chica era inútil.

Pocos minutos después, estacionaron frente a su destino. Él bajo del vehículo rápidamente dispuesto a desaparecer en el interior de su vivienda, tenía muchas cosas en mente que debía solucionar. Para empezar, debía comunicarse con el Tano para contarle lo sucedido. Pero recordó que no tenía su número, al parecer el celular se lo habían robado junto con el dinero, por lo que debía ir y presentarse personalmente.

Antes quería darse una ducha y cambiarse esas ridículas prendas. Pero lo que más le urgía era consumir algo, cualquier cosa, que lo ayudara a calmar esa maldita ansiedad que estaba comenzando a crecer dentro suyo.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se percato de que Aldana lo había seguido hasta el interior de su casa.

—¿Qué haces acá?

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