No era la primera vez que aquellas palabras salían de su boca. Las había dicho incontables veces y en diferentes contextos. Las había soltado llorando. Gritando. Sintiéndose asqueado consigo mismo. Las había dejado salir incluso de manera indiferente, como si fueran simples palabras que no tuvieran ni el más mínimo sentido.
Pero esta era la primera vez que Damián sentía cierta paz al dejarlas escapar. Como si de pronto le hubiesen quitado cierto peso de encima. Era cierto que llevaba mucho tiempo sin decirlas. Era cierto que no era la misma persona que las había dicho por última vez. Pero él estaba seguro que aquella nueva sensación no se debía a que él había cambiado.
Desvió su mirada del porro a Aldana, quien lo miraba fijo. No había miedo en su mirada. No había odio ni recriminación. Había dolor.
—¿Qué paso? —preguntó ella intentando no sonar afectada.
—¿En serio queres saberlo?
—Solo si vos queres contármelo... —su voz bajo varios decibeles.
—¿Qué sentido tendría que te lo cuente? Es algo que ya paso. Algo que no puedo cambiar.
—Solo... quiero conocerte mejor. Intento entender porque te odias tanto.
—¿Por qué?
—No lo sé... —resopló frustrada—. Nunca te paso querer algo sin saber el motivo.
—No —dijo Damián soltando una pequeña risilla.
La marihuana lo estaba sumiendo en un estado de sedación y relajación que le era más que bienvenido. Aldana se cruzo de brazos y fijo su vista en la puerta de la habitación. Probablemente estaba conteniéndose para no volver a preguntar, pensó Damián.
Él no podía comprender que motivaba la curiosidad de aquella chica. Se preguntó brevemente que podía ganar si le contaba su verdad, porque lo cierto era que no tenía nada más que perder. Excepto...
—Sea lo que sea que haya pasado —dijo Aldana interrumpiendo la línea de sus pensamientos—, estoy segura de que no fue más que un terrible accidente.
—Sabes cuantas veces escuche lo mismo... —soltó Damián entre decepcionado y triste.
Aldana se giró para encararlo.
—Será porque es verdad. Damián, la culpa que sentís es evidente, lo que pasó te dolió y te marco. Si hubiera sido intencional no te pesaría de esa manera.
Claro que le pesaba, le había quietado a su pequeña hermana la posibilidad de vivir una vida plena y feliz. De caerse y levantarse, de aprender de sus errores. De enamorarse y sufrir decepciones. De casarse y formar su propia familia. Le había robado su vida y esa era razón suficiente para no permitirse vivir la suya propia.
El pecho le dolió ante aquellos pensamientos, los mismos que lo habían atormentado durante todos estos años. Dio una nueva pitada y cerró los ojos intentando alejar todos y cada uno de ellos.
Aldana se puso en pie tras unos minutos y soltó un largo suspiro, Damián estaba seguro de que se estaba resignado a no obtener nada más de él. Ella, que siempre parecía no rendirse ante nada.
—¿No vas a insistir más?
No pudo ocultar la decepción en su voz.
—No voy a obligarte a hacer algo que no queres. Es evidente que todavía no confias en mí lo suficiente como para hablarme de tu pasado y lo respeto.
—¿Y dónde quedaron tus ganas de conocerme mejor?
—Soy una persona paciente, puedo esperar a ganarme tu confianza —dijo Aldana dedicándole una débil sonrisa.
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Adictos SIN EDITAR
General FictionÉl estaba perdido. Hundiéndose lentamente en un pozo sin fondo del que no tenía intención de salir. Ella se sentía vacía. Intentando llenar ese hueco de cualquier forma que le fuera posible. Él no tenía un motivo por el cual luchar. Ella necesitaba...