El martes se había pasado gran parte del día en la habitación contigua al baño. Se entretuvo ojeando algunos libros, separando algunos de su interés y ordenando alfabéticamente el resto, apilándolos luego contra una de las paredes. Ella no era muy asidua a la lectura, pero a falta de electricidad no tenía mejores opciones para entretenerse.
También había husmeado en las cajas, en su mayoría eran boletas de servicios viejas, siendo la más reciente de hacía cuatro años atrás. En otra de las cajas había encontrado documentos, pasaportes, el titulo de la casa y otra documentación similar.
Pero no había encontrado absolutamente nada de Damián, por lo que no estaba segura si aquella casa le pertenecía a su familia o simplemente la había usurpado. Aunque también estaba el hecho de que desconocía su apellido, así que solo eran suposiciones.
Cuando cayó la noche, salió a comprar algo para cenar, ya que las sobras de la pizza las había comido al mediodía. Aprovecho y compro algunos artículos de limpieza, pensaba acomodar un poco la cocina, era bastante repugnante comer así. Incluso compró unas trampas para ratas y cucarachas y veneno para insectos.
Para comer compró comida china, la cual decidió cenar en su habitación mientras comenzaba a leer uno de los libros que había seleccionado. Se trataba de La larga Marcha de Stephen King. Había una gran variedad de libros de aquel autor en aquella casa, y aunque el terror no era su género favorito, la trama había llamado poderosamente su atención.
Al día siguiente, después de su tan apreciado café, se dispuso a ordenar la cocina. Tomo las bolsas de consorcio que había comprado y tiró allí toda la basura que por allí había. Incluso recorrió el living donde encontró alguna que otra lata y colillas de cigarrillos.
Luego lavó toda la vajilla y la guardó en uno de los muebles, el cual debió limpiar previamente ya que estaba lleno de tierra y pegotes. Al terminar, tiro un líquido para limpiar el piso que tenía fragancia a lavanda y paso el trapo. Por último, tiro el veneno por debajo de la ventana y puerta que daban al patio trasero y colocó las trampillas en algunos rincones de la cocina y el comedor.
Satisfecha, aunque exhausta, se fue a tomar un merecido baño. Mientras estaba en la bañera contemplando el techo, se dijo a sí misma que unas velas le vendrían bien, tanto para el baño como para su habitación.
A la noche, volvió a cenar en la habitación mientras retomaba la lectura. Aquella historia la tenía atrapada, era increíble como unas simples palabras impresas en un papel podían generar tantas emociones en uno. Además, el estar leyendo bajo la luz de las velas que acababa de comprar contribuía considerablemente a su ensimismamiento.
El jueves la encontró sumergida completamente en un profundo sueño. Había pasado toda la noche leyendo, no había podido evitar querer leer un capítulo más, su necesidad de saber que ocurriría a continuación había sido más fuerte que el sueño que pesaba sobre su cuerpo.
Recién con las primeras luces del amanecer había logrado terminar el libro, hecho que la dejo con un puñado de sensaciones desencontradas. No solo por las que le habían generado la novela en sí, sino que también sintió una gran vacío al percatarse de que ya no quedaba más por leer de aquella historia.
El hambre fue lo que la despertó, su estomago rugía por la cantidad de horas sin una ingesta. Algo desorientada, se levantó y observó por la ventana. Era entrada la tarde, el sol estaba comenzando a ocultarse detrás de las viviendas.
Bajo descalza y vistiendo únicamente una remera y su tanga. Estaba sola en la casa por lo que poco le importaba ir tan ligera de ropa. Siendo sincera, si Damián hubiese estado allí tampoco le hubiese importado mucho aquel detalle.
ESTÁS LEYENDO
Adictos SIN EDITAR
General FictionÉl estaba perdido. Hundiéndose lentamente en un pozo sin fondo del que no tenía intención de salir. Ella se sentía vacía. Intentando llenar ese hueco de cualquier forma que le fuera posible. Él no tenía un motivo por el cual luchar. Ella necesitaba...