Capítulo 17

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Aldana soltó una risa un tanto cínica.

—Eso no es ninguna novedad. Te informo que vos tenes el mismo efecto en mi. Así que mejor declaramos empate y me dejas de inflar los ovarios.

Aldana pasó por su lado chocando su hombro con el suyo. Encaró escalera abajo y se metió en la cocina. Necesitaba con urgencia su dosis de cafeína. Había pasado unos días tranquilos, incluso ese día había amanecido tan bien, realmente descansada. Pero tuvo que venir ese energúmeno y arruinarle la mañana.

Comenzó a preparar todo haciendo caso omiso a su presencia en la cocina. De reojo vio a Damián ir hasta su florero improvisado y tomarlo, luego lo vio abrir la ventana que daba al patio y arrojarlo.

—¿Pero qué mierda pasa contigo? ¿Acaso estas mal de la cabeza?

—No quiero jazmines en mi casa.

—¿Y se puede saber que te hicieron esas pobre flores?

—Escuchame una cosa —dijo él acercándose a ella—. Te doy hasta el lunes para quedarte, después te quiero fuera de acá.

—Pero...

—Me importa tres carajos tus "peros". El lunes te vas.

Se alejó de ella y salió de la cocina. Cuando comenzó a sentir sus pasos en la escalera lo escucho gritar.

—¡Y nada de putos jazmines!

Aldana resopló exasperada. Aún no tenía en claro que iba a hacer de su vida, pero si estaba segura de que todavía no tenía intenciones de regresar a su casa. Debía encontrar la forma de convencer a Damián para que la dejase quedarse más tiempo. A pesar de que se llevaban como perro y gato, permanecer allí seguía siendo su mejor opción. Pero la pregunta era ¿Cómo haría para que cambiara de idea?

Su padre le había enseñado que todo en la vida se solucionaba con dinero. Y en gran parte había comprobado que era cierto. El dinero te daba poder. Y el ser humano era demasiado débil a sus encantos, llegados al punto de vender su propia alma a cambio de aquel vil metal.

A lo largo de su vida había presenciado a personas humillarse, arrastrarse y perder todo lo bueno que tenían en la vida debido al dinero. ¿Acaso la gente era estúpida? ¿No se daban cuenta que aquello no compraba la felicidad? ¿La salud? ¿El amor?

Si, era cierto que el mundo en que vivíamos se regía por el dinero, pero tampoco había que dejar de lado tu dignidad a cambio de una pequeña fortuna. Menos cuando ésta llegaba de arriba. Todo lo que fácil llega, fácil se va. Y después no te quedaba nada.

En cuanto a Damián, sabía que debería recurrir a otros recursos, no iba a convencerlo con dinero, eso le había quedado claro el día que lo había traído hasta su casa. Pero ¿Qué más podría hacer? Usar sus encantos también quedaba descartado, aunque había comprobado que él no era inmune a ella, dudaba que fuera a lograr seducirlo.

¿Qué era lo que sabía de él hasta el momento? Vivía precariamente pero eso parecía traerlo sin cuidado. Vendía droga y hacía uso de ellas. Debía dinero por lo del asalto y al parecer estaba pagando su deuda con trabajo. Tenía mal carácter, seguramente debido a su adicción. No le gustaban los jazmines.

Aquel último pensamiento le sacó una sonrisa, lo cual le hizo sentir tonta. Tomo de un trago su café y luego subió las escaleras. Estaba sumida en sus pensamientos hasta que un quejido atrajo su atención. Provenía del baño.

Se acercó lentamente esperando no encontrarse con alguna escena bizarra. ¿Qué hay si se estaba masturbando? Aunque aquellos quejidos delataban dolor y no placer. Cuando estuvo frente a la puerta levantó su puño con la intención de golpear, pero no se animaba. Otro fuerte quejido llegó a sus oídos y sin pensarlo dos veces, golpeo.

Adictos SIN EDITAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora