Capítulo 38

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Tras unos minutos más observando como el cielo se iba oscureciendo y las estrellas se hacían más visibles en aquel gran manto negro, ambos se levantaron para ir a preparar todo para así afrontar los difíciles días que tendrían por delante. Aldana propuso llamar a Carlos, el médico que lo había atendido de la herida en el abdomen, para consultarle al respecto.

Aunque al principio Damián se negó alegando que de ese modo se expondría ella, Aldana terminó por convencerlo diciéndole que Carlos era de confianza y que le guardaría el secreto si ella se lo pedía.

Dicho y hecho, el doctor le juro que no hablaría con nadie sobre aquella llamada, aunque sí se mostró sorprendido y luego aliviado al saber que ella estaba a salvo. Le hizo prometer a cambio que pronto se pusiera en contacto con su padre. Según él, estaba bastante preocupado por ella, algo que Aldana considero poco creíble.

Aquella llamada les brindo un poco de seguridad, ahora contaban con ciertas herramientas para sobrellevar todo el proceso, del cual fueron advertidos que sería bastante duro. Carlos les sugirió que podía recetarles unas pastillas que le ayudarían a apalear los síntomas, pero Damián se negó, quería hacerle frente a la situación de la manera más natural posible.

Primero decidieron que iban a usar el cuarto donde había dormido Julieta, ya que éste contaba con un baño en suite. Prepararon varias mudas de ropa, varios juegos de sabanas limpias y un balde para los posibles vómitos. También colocaron un colchón en el piso para Aldana, quien había decidido dormir en la misma habitación con él para así poder estar cerca por cualquier urgencia

Una vez estuvo todo preparado, Aldana salió a conseguir las provisiones necesarias. No tuvo otra opción que ir al pueblo a comprar, ya que solo contaba con una bicicleta para movilizarse. Agradeció en silencio a Dios cuando confirmó que todavía los negocios estaban abiertos.

En la farmacia compró medicación para la gripe, pastillas de carbón para la diarrea, Reliveran para las nauseas e ibuprofeno para la fiebre. El farmacéutico la examino desconfiado ante aquella extraña selección de medicamentos, pero ella lo ignoró pagando y saliendo rápido de aquel lugar. En el almacén compró varias botellas de agua, Gatorade, pan lactal y sopas instantáneas.

Con la ayuda de Damián guardaron todas las compras. Él ya había comenzando a sentirse mal nuevamente a pesar de que había fumado el porro que le había dado Aldana antes de irse. Ella le indicó que se diera un baño y que se pusiera ropa cómoda y fresca.

La primera noche ambos lograron dormir algunas horas, aunque de madrugada Damián tuvo que ducharse y ponerse una muda limpia de ropa debido a las sudoraciones excesivas. Para la tarde del siguiente día los síntomas habían empeorando. Damián se negaba a fumar, solo aceptaba tomar los analgésicos para la gripe.

Y así, con cada avance de las agujas del reloj, la situación desmejoraba. Damián padecía de taquicardias, dolores articulares y musculares, además de las oleadas de calor y frío. La ansiedad también crecía segundo a segundo, llevándolo a desear consumir lo que fuera para acabar con todo aquel sufrimiento.

La segunda noche Damián apenas si había podido conciliar el sueño. Ni siquiera el cansancio excesivo que recaía sobre su cuerpo había logrado vencer el insomnio que le provocaba la abstinencia. Aldana había aguantado estoica a su lado, haciéndole frente a su propio sueño y cansancio a base de cafeína.

Para la noche del lunes, la situación se volvió demasiado complicada. Damián había comenzado a levantar temperatura, sufría de espasmos intestinales y fuertes calambres musculares. Los vómitos y la diarrea también habían hecho acto de presencia, haciéndole imposible la tarea de retener en su cuerpo cualquier alimento o líquido. Se encontraba cada vez más débil y demacrado.

Adictos SIN EDITAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora