Aldana rodeo nuevamente a Damián con sus brazos, apretando lo más fuerte que pudo su cuerpo contra el suyo. Él apoyó su cabeza en su hombro, dejando su rostro semi oculto entre su larga cabellera. Damián se sacudía producto de los sollozos, los mismos que ella intentaba suprimir a sabiendas de que ella necesitaba ser fuerte para contenerlo a él.
Había llegado a imaginar un pasado difícil y triste, pero jamás hubiera adivinado que tan terrible y doloroso había sido en realidad. El pecho le dolía, la angustia se había instalado allí oprimiéndole el corazón.
Paseo su mano arriba y abajo por su espalda. No lo estaba consolando, solo intentaba darle su apoyo, demostrarle que ella estaba allí para él. Lentamente, las leves sacudidas fueron disminuyendo hasta desaparecer, la respiración de Damián se regularizo, aunque aún permanecía escondido en su cuello.
Los minutos pasaban pero ellos no se movían, creando una pequeña burbuja donde ambos creían que estaban a salvo del mundo exterior. Un lugar donde el dolor no podía tocarlos.
—Emm... preparamos el desayuno...
La voz de Gabriel interrumpió aquel ambiente íntimo que se había creado entre ellos dos. Pudo sentir como Damián se tensaba entre sus brazos. Ella, sin girar el rostro para ocultar sus ojos irritados por el llanto, contesto.
—En unos minutos vamos.
Luego de escuchar los pasos de Gabriel alejarse se animó a separarse levemente de Damián, solo lo suficiente para poder mirarlo a los ojos. Aquellos ojos ambarinos que ahora se encontraban enrojecidos y que trasmitían demasiadas emociones.
—Perdón —dejo escapar Damián en un susurro.
—¿Por qué? —preguntó Aldana confundida.
Damián enmudeció, quizás buscando las palabras adecuadas, pensó Aldana.
—Mejor vamos a desayunar —dijo finalmente poniéndose en pie.
Aldana se quedó inmóvil unos segundos más, mientras observaba a un desgarbado Damián agacharse para recoger el porro que yacía apagado en el suelo. Lo vio colocarlo sobre la mesita de luz junto al paquete de marihuana y luego salir de la habitación.
Se puso en pie mientras sus ojos permanecían fijos en aquella mesita, más específicamente sobre el pequeño pitillo de marihuana. Había resistido la tentación mientras veía a Damián fumar, no quería fumar delante de él. Pero ahora que estaba sola sentía su voluntad flaquear.
Se acercó hacia aquel lugar pero en vez de tomar el cigarrillo, tomo el paquete de donde lo había sacado y, tomando una profunda respiración, se dirigió hacia la salida huyendo de la tentación. En vez de dirigirse a la cocina, encaminó sus pasos hacia la habitación que había ocupado la noche anterior. Estaba por entrar cuando vio salir a Damián del baño.
Llevaba el pelo húmedo y peinado para atrás. Había limpiado todo rastro de lágrimas de su rostro, aunque sus ojos seguían enrojecidos. Le dedico un leve asentimiento y ella le sonrió tímidamente antes de introducirse en la habitación.
Una vez allí, guardo en su mochila el paquetito, era mejor si Damián no tenía libre acceso a él, además tampoco era conveniente que ella lo tuviera a la vista. Si quería ayudar a Damián a dejar sus adicciones, ella debía dar el primer paso por el mismo camino.
Antes de dirigirse a la cocina, paso por el baño para lavar su cara y así también borrar los rastros de su llanto. Una vez conforme con la imagen que le devolvía el espejo se dirigió hacia la cocina, aunque no los encontró allí.
Unas voces provenientes de la entrada le indicaron donde se encontraban, por lo que rápidamente se dirigió hacia allí para unirse a ellos. Los encontró sentados bajo la fresca galería, habían dispuesto el desayuno sobre la mesita ratona.
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Adictos SIN EDITAR
General FictionÉl estaba perdido. Hundiéndose lentamente en un pozo sin fondo del que no tenía intención de salir. Ella se sentía vacía. Intentando llenar ese hueco de cualquier forma que le fuera posible. Él no tenía un motivo por el cual luchar. Ella necesitaba...