Capítulo 41

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El ruido de unas ruedas circulando sobre el camino de entrada atrajo la atención de Aldana y Damián, quienes se encontraban sentados en el sillón de rattan ubicado en la galería frontal de la casa. Se pusieron en pie con desgano dejando ir el aire a modo de resoplido. Ninguno de los dos quería abandonar esa pequeña burbuja en la que se encontraban inmersos, pero había llegado el momento de volver a la realidad.

El Mercedes gris de Julieta aparcó frente a ellos segundos después y como acto reflejo Aldana apretó la mano de Damián intentando infundirle fuerzas. Julieta se bajo del auto y caminó hacia ellos, su mirada los recorrió de pies a cabeza pero se detuvo más tiempo en sus manos entrelazadas.

—Hola chicos.

Damián asintió ante el saludo, aún se sentía incomodo ante la presencia de Julieta. Quizás se debiera al constante rechazo que ella había demostrado hacia él desde un primer momento. No podía culparla, estaba acostumbrado a que la gente reaccionara de aquel modo ante su presencia, pero realmente ansiaba caerle bien ya que sabía lo importante que era ella en la vida de Aldana.

—Hola Ju —dijo Aldana.

Tras soltar a Damián envolvió a Julieta en un breve abrazo, el cual termino sintiéndose un tanto extraño. Se alejó de ella angustiada al no comprender que era lo que pasaba con su amiga.

—Gracias por venir a buscarnos —dijo Damián percibiendo el momento tenso.

—De nada —respondió la aludida rehuyendo de la mirada de ambos—. ¿Está abierto? Quiero pasar al baño y tomarme un vaso de agua.

—No, está cerrado. Acá tenes las llaves —dijo Aldana mientras le extendía las mismas.

—Gracias, vayan subiendo sus cosas, no me tardo.

Julieta se perdió en el interior de la casa tras decir aquello. Damián tomo del suelo las pocas cosas que cargaban y las introdujo en el baúl del auto. Luego se acercó a Aldana y la baso castamente en los labios.

—Anda adelante, voy a aprovechar el viaje para dormir un poco, estoy algo cansado.

—Está bien.

Ambos se introdujeron en el vehículo y esperaron a Julieta, la cual no tardo demasiado en volver. Una vez se situó frente al volante puso en marcha el auto y comenzaron a avanzar. Aldana prendió la radio intuyendo que iba a ser un viaje largo e incomodo.

Y así como lo había predicho, llevaban alrededor de una hora de camino con la música como único sonido en el habitáculo. Damián se había quedado dormido ni bien se habían incorporaron a la ruta. Se veía sereno allí en el asiento trasero con la cabeza apoyada en el respaldo. Aquella escena plantó una sonrisa en los labios de Aldana, verlo dormir sin temblores, sin pesadillas, le daba cierta paz.

—Así que no era tu tipo ¿No?

La voz de su amiga le hizo girar su rostro hacia ella, quien miraba atenta al camino por el que circulaban.

—Realmente no lo es, miralo, tenes que admitir que no se parece en nada a ninguno de los chicos con los que me hayas visto hasta ahora.

Julieta miro por el espejo retrovisor al muchacho que dormía en el asiento trasero antes de volver a centrarse en la ruta.

—¿Entonces porque estas con él? —preguntó Julieta admitiendo indirectamente que era cierto lo que acababa de decir su amiga.

—No lo sé —dijo Aldana volviendo a girarse para observarlo—. En verdad Juli, no sé qué es lo que me pasa con él, tengo una extraña necesidad por cuidarlo, por ayudarlo, por estar cerca de él. No es algo físico, es... algo más.

Adictos SIN EDITAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora