Capítulo 25

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La plaza se encontraba bastante concurrida a pesar de que la tarde estaba cayendo. Desde el auto podía observar a los niños jugar y a sus madres o padres vigilarlos desde cerca. Algunos de esos niños llevaban puesto uniforme, por lo que supuso que habría algún colegio cerca.

Llevaba allí aproximadamente una hora esperando a Julieta, la cual todavía no había dado señales de vida. Miro por el espejo retrovisor y luego hacia el frente intentando encontrarla entre la multitud sin éxito. Le hacía falta el celular, el estar incomunicada era bastante molesto, no hacía otra cosa más que aumentar su ansiedad y nervios.

Al dejar la casa de Damián había vagado durante un buen rato intentando alejar la sensación de haber sido observada. Una vez se sintió más tranquila, paró en un kiosco con locutorio que había encontrado en el camino. Su intención había sido llamar a su amiga para arreglar de verse ese fin de semana, pero jamás imaginó como todo cambiaría de un segundo al otro.

Julieta se había escuchado realmente alterada. Al parecer, y por lo poco que le había entendido, había trascendido su desaparición a los medios de comunicación. Incluso se especulaba con un supuesto secuestro. Una vez logró tranquilizar a su amiga, la convenció de verse en aquella plaza que había visto a tan solo unas cuadras de donde se encontraba.

Su amiga había protestado, aquel lugar estaba bastante lejos de su zona residencia, pero no quería arriesgarse a encontrarse en otro lado. Había aprovechado para pedirle que le traiga algo de ropa de la que ella solía dejar en su casa, generalmente pasaba mucho tiempo con la familia de Julieta.

Mientras esperaba, intentó acomodar sus ideas. ¿Qué debía hacer? Todavía no quería volver, estaba demasiado cómoda viviendo en aquel anonimato. Pero sabía que ahora que era noticia, sería más difícil pasar desapercibida. Su pequeña burbuja no tardaría en reventar.

Tampoco podía pasar por alto el hecho de que podía complicar a Damián si seguía viviendo con él en aquella casa. Estaba segura que ahora la estaban buscando con mayor ahínco y que tarde o temprano darían con su paradero. No quería que él terminara expuesto por su culpa.

Un fuerte golpe en la ventana de su lado le hizo saltar de su asiento del susto. Con sus pulsaciones aceleradas bajo la ventanilla con la intención de descargar la adrenalina que la había invadido.

—¡La puta madre que te parió Julieta, me asustaste!

—¡Te hice señas pero no me dabas bola!

—Subí antes de que llamemos la atención de alguien —dijo bajando el tono de su voz mientras observaba por el parabrisas.

Julieta dio la vuelta por el frente del auto y se subió al asiento de acompañante. Tiro hacia la parte trasera el bolso de mano que cargaba justo antes de abalanzarse sobre su amiga. Aldana le devolvió el gesto lo mejor que pudo.

—Te extrañe trola.

—Hace solo cuatro días que no nos vemos.

—Cinco. Y para mi fueron un montón.

—Yo extrañaba tu exageración.

Deshicieron el abrazo y se acomodaron bien en sus respectivos asientos. Fuera, el mundo seguía girando sin percatarse de sus presencias.

—Te tardaste —dijo Aldana para molestar a su amiga.

—¡Me hiciste venir hasta el culo del mundo! ¿Por qué mierda elegiste este lugar?

—Estaba por acá cerca.

—Sos una hija de puta. Me perdí como tres veces por culpa del GPS.

Aldana rió.

—¿Dónde dejaste tu auto?

—Acá a dos cuadras. Vine con el Mercedes, no quería llamar la atención.

Adictos SIN EDITAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora