La mirada de Damián reflejaba verdadero asombro, pero rápidamente aquel gesto había mutando a uno de escepticismo que se completaba con una sonrisa burlona.
—Ya veo —dijo con un claro tono irónico—, debe ser muy difícil ser vos. ¿Acaso alguna de tus amigas consiguió el último modelo de cartera de Louis Vuitton antes que vos? ¡A no! Seguro alguna empleada te sirvió el caviar caliente.
—Sos un idiota —soltó Aldana.
Giró sobre su eje con toda la intención de marcharse de allí. No de la cocina, sino de aquella casa. Alejarse de Damián era lo más sensato que podía hacer, era evidente que no lograría llevar una buena relación con él hiciese lo que hiciese.
¿Por qué había confesado aquello? Quizás porque por un segundo le pareció detectar en su mirada verdadero interés. Pero era una tonta por haber esperado algo más de él, después de todo, no había hecho más que rechazarla, esquivarla, maltratarla e insultarla desde que lo había conocido.
Te agradeció por curarle la herida. Dijo una molesta vocecilla en su cabeza. Sí, después de haberlo ayudado en más de una oportunidad. Aquel pensamiento calentó aún más su sangre mientras subía a pasos apresurados hacia la habitación que ocupaba.
Entró con la respiración agitada, pero no se detuvo a recuperar el aire sino que se dirigió hacia donde se hallaba su mochila. La depositó arriba del colchón y comenzó a rebuscar por aquellas cosas que se encontraban desparramadas por ahí. ¿Dónde iría? Se preguntó mientras metía las cosas sin cuidado en la mochila. Todavía no quería regresar a su casa, pero no tenía muchas opciones, sabía que si iba a la casa de cualquiera de sus amigas sería encontrada en un santiamén.
—¿Qué haces?
La voz de Damián no hizo más que aumentar la rabia que crecía dentro de ella.
—Estoy jugando a la rayuela —dijo con todo el sarcasmo que su voz le permitió trasmitir.
—¿Te enojaste? —dijo soltando una risilla incrédula—. ¿Acaso dije algo que te ofendió?
—¡Te podes ir bien a donde caga el conde!
—Epa, que boquita ¿Con esa misma le decís te quiero a tu mamá?
—Si supiera donde está usaría esas mismas palabras con ella —bufó por lo bajo.
Al parecer, no lo había dicho tan bajo, el silencio que se instalo en la habitación claramente delataba que la había escuchado. Se sentó en el colchón a un lado de su mochila y la vació con la intención de guardar todo con mayor cuidado, solo lo hacía con el fin de calmar un poco sus nervios.
Intentaba concentrarse en la tarea que estaba llevando a cabo mientras controlaba la cantidad de oxigeno que entraba y salía de sus pulmones. De pronto en lo único que podía pensar era en lo mucho que necesitaba una buena calada de hierba.
Con dedos torpes, comenzó a rebuscar por la cigarrera que le regalara Julieta hacía un par de años atrás en uno de sus viajes a Ibiza. Flashes del desenfreno en el que vivía cada vez que iban allí acudieron a su mente. Julieta no era muy participe de ese estilo de vida, sabía que solo la acompañaba para cuidar de ella.
Divisó la cigarrera debajo de una de sus remeras y la tomó con desesperación, abriéndola tan rápido que casi tira todo su contenido. No tenía ningún porro armado, tendría que armarse uno. Ella sabia como hacerlo, había aprendido en una de esas tantas fiestas a las que había acudido a lo largo de su adolescencia.
—No necesitas esto —dijo Damián tomando la cigarrera de sus manos.
¿En qué momento se había agachado frente a ella?
ESTÁS LEYENDO
Adictos SIN EDITAR
Ficción GeneralÉl estaba perdido. Hundiéndose lentamente en un pozo sin fondo del que no tenía intención de salir. Ella se sentía vacía. Intentando llenar ese hueco de cualquier forma que le fuera posible. Él no tenía un motivo por el cual luchar. Ella necesitaba...