Promesa

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Desde hace algunas semanas atrás que Sylvie dormía a mi lado, en mi misma habitación, en mi misma cama. Su calor y perfume eran muy agradables de sentir para mí. Habían días que tenía la suerte de despertar antes que ella, ver la tranquilidad de su rostro y la expresión de paz mostrada en su forma de dormir me llenaban de satisfacción. Me alegraba saber que las pesadillas que ella tenía ya resultaban ser parte del pasado.

De un tiempo a otro la actitud tímida y distante de Sylvie cambio a la de una chica cariñosa y cercana conmigo, mi pequeña señorita desarrollo un gran afecto hacía mi gracias a la atención y preocupación que demostraba por ella a diario. Cada vez que realizaba una tarea bien, en un principio yo acariciaba suavemente su cabeza, pero ahora de acuerdo a lo que me exigía Sylvie, yo debía darle un abrazo y besar su frente. También cuando Sylvie recibía algún regalo de mi parte me agradecía con un beso en cada una de mis mejillas.

Me sentía muy agradecido de compartir mi vida con ella. Las personas que venían a atenderse a mi pequeña consulta médica me comentaban lo afortunado que era al tenerla a mi lado.
El gran esfuerzo y dedicación de mi pequeña señorita era digno de admiración.

Todas mis frustraciones y momentos difíciles de mi pasado con su compañía eran completamente olvidados de mi mente, pero algunas noches mis tristes recuerdos ganaban la batalla y hacían eco en mi mente de manera recurrente.

Hoy era una de esas noches que no lograba conciliar de buena forma el sueño debido a las memorias de mis rechazos amorosos en el pasado.
Miró al lado derecho de mi cama y Sylvie duerme profundamente.

Los recuerdos de mi pasado vuelven a mi mente en estos momentos.

Cierta vez me enamoré de una chica de la universidad donde estudiaba para ser un Doctor. Con mucha confianza y sin dudar decidí declararle mis sentimientos a mi ser amado, pero la respuesta de ella no fue favorable para mí.

La chica que sostiene en sus brazos algunos libros de medicina con un tono triste de voz me dice:

— Lo siento Mero, por mi parte debo rechazarte, agradezco los sentimientos que me expresas, tú eres un gran hombre, pero mi corazón está con otra persona.

De manera decepcionada mencione:

— Entiendo, no te preocupes, yo solo deseaba decirte lo que sentía y no quería quedarme con estos sentimientos guardados en mi corazón.

La chica que me rechazo hace algunos segundos atrás simula una sonrisa en su rostro para después decirme:

— Entiendo, no te preocupes. Estoy segura que encontrarás a una mujer mejor que yo, te lo aseguro, confía en ti...

En mi mente se plasmo el recuerdo del primer amor de mi vida que me había rechazado. Era una gran mujer que había conocido en mi época de estudios. Ella decidió emprender su camino al lado de un compañero de medicina que tenía mayores dotes económicos y sociales que yo. Él era el más popular de nuestra clase.

Es increíble como el primer rechazo de la mujer que nos gusta nos marqué de manera tan notable. De ahí en adelante fui más cauto y sigiloso a la hora de expresar mis sentimientos. Me enfoque solamente en cumplir mi meta académica y dejé de lado mis emociones.

Buscar una compañera y novia se volvió en algo que deje de lado por completo.

Vuelvo a mi actual realidad, ya son las cuatro de la madrugada, algunas lágrimas brotan de mis ojos, siento mis mejillas húmedas. Me levantó delicadamente de mi cama y trató de no despertar a Sylvie. Llegó hasta el baño de mi hogar, con bastante agua lavo mi rostro. Me molesta que esos recuerdos invadan mi mente de vez en cuando. Me gustaría borrarlos completamente y que nunca más saliesen a la luz.

Sylvie, el regalo que siempre hemos añorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora