Pequeña tentación

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La promesa que realicé con Sylvie ya había sido declarada y los términos de este compromiso con ella eran bastante claros para ambos. Desde ahí en adelante la actitud de mi pequeña señorita resulto ser más osada en demostrar de manera abierta su amor hacía mi.

Sylvie poco a poco me mostro las actitudes de una mujer decidida, cautivadora y seductora con el hombre que ella había elegido para compartir su vida. Si lo reafirmó, como lo dije en una de mis últimas palabras: "seductora". Sin tapujos ni vergüenza mi pequeña señorita fue más incisiva en su modo de demostrar su amor para mi, a diario debía lidiar con los ataques de seducción que ella me profesaba de manera directa.

Al principio me lo tomé como un capricho infantil de parte de Sylvie, pero sus intenciones eran mucho más profundas y con un objetivo a cumplir por parte de ella.

Ahora mi pequeña señorita no me llamaba Amo, si no que se refería a mí, por mi propio nombre Mero.

Cada noche antes de acostarnos a dormir, Sylvie era la primera en arroparse entre las sábanas y frazadas de mi cama, ella se quedaba dormida a los pocos minutos de realizar esta acción. Lo extraño y provocativo de esto, es que ahora ella dormía sin su pijama, solo se quedaba con su ropa interior puesta sobre su cuerpo.
La primera vez que levante las sábanas y frazadas, me sorprendí bastante al ver su cuerpo semidesnudo, mi cara se sonrojó totalmente por este motivo, por mi parte trate de vestirla con su ropa de dormir habitual, pero no tuve posibilidad de hacerlo ante sus bruscos movimientos con sus extremidades. Al terminar con mis fallidos intentos de vestirla con su pijama, me acostaba frustrado al no lograr poner algo de ropa sobre ella. Ya en el momento que estaba acostado a su lado, ella se pegaba mucho a mí, sentía casi todo su cuerpo desnudo sobre mí, sus delicados brazos, sus suaves piernas y la planicie de su abdomen.

Las primeras noches fueron muy sofocantes y estresantes. No podía dormir tranquilo, el perfume y la suave piel de Sylvie resultaban ser muy provocadoras. No quise llamarle la atención ni amonestarla por estas acciones, ya que era su forma de demostrarme cariño. En definitiva su forma de darme cariño era muy intensa, esta idea se repetía en mi mente a cada segundo por las noches.

La hora del baño de Sylvie se convirtió también en una situación extraña y comprometedora, mi pequeña señorita de un momento a otro comenzó a pedirme ayuda para que lavara su espalda, la chica de cabellos plateados me comento que para ella era una acción muy difícil de realizar por sí sola. Yo me encargué de cumplir con su petición de la manera más caballerosa posible.

Al momento de lavar su espalda Sylvie usaba una toalla blanca que cubría la parte central de su cuerpo mientras que ella estaba sentada en una pequeña banca al medio de nuestra bañera.

Sylvie con una actitud risueña me dijo:

— Jajaja, jajaja, la esponja de baño que usas para limpiar mi espalda me hace cosquillas Mero...

De manera nerviosa y con mi rostro ruborizado mencione:

— Lo lamento Sylvie, la porosidad de esta esponja es demasiado áspera. Tengo que conseguir una que sea más suave para tu delicada piel...

Sylvie con un tono suave de voz me dijo:

— No te preocupes Mero, está bien, me gusta sentir esta sensación sobre mi cuerpo...me gusta mucho que limpies mi espalda...

Hubo días que Sylvie quiso alimentarme, mi pequeña señorita me trataba como un bebé, ella tomaba mi propio cubierto fuese una cuchara o un tenedor y acercaba la comida hasta mi boca.

— Mero di ahhh, está muy rica la comida que te preparé, esperó que la disfrutes.

Seguí el juego de Sylvie e hice caso de sus cariñosas acciones hacía mi.

Sylvie, el regalo que siempre hemos añorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora