Últimamente estamos hasta la coronilla de trabajo, con todo esto de la temporada navideña no hemos tenido tiempo ni de sentarnos. Todo el almacén respira Navidad aunque todavía ni haya empezado.
Pero es que aquí el espíritu navideño viene desde noviembre.
Los dos nuevos asesores son excepcionales, Carlos y Hannah se han acoplado muy bien. Hemos tenido turnos industriales por lo que llevo tres días sin verlo, no es que no hayamos hablado, porque él es como un relojito para llamarme en las mañanas, en las tardes y en las noches.
Hoy sin embargo me quedo a dormir en su casa que incluso hasta me dio copia de sus llaves y todo. Al fin me levanto de la cama preparo un café, bendito café, hablo unos cuantos minutos con mis papás, me cuentan que la empresa va creciendo poco a poco y al fin me despido de ellos no sin antes prometerles que iré a visitarlos para la víspera navideña.
Llego al apartamento de Tomás y no me sorprendo al ver ropa de él por el piso, digamos que el chico no nació con el cromosoma de limpieza en su cuerpo, cada que él se queda en mi apartamento pasa lo mismo, yo siempre lo riño pero él solo me sonríe y me besa como queriendo saldar su error ¿Y quién no lo va a perdonar cuándo hace ese tipo de cosas?
Organizo la ropa para mañana el trabajo, recojo el desorden de mi amor, ordeno sus zapatos y me dirijo a la cocina a preparar la cena. Tomo pechuga de pollo, jamón y queso junto con pimienta, sal y aceite de oliva, sé que ama que le haga pechuga rellena así que pongo todo mi esmero en ello. Estoy terminando de añadir el aderezo a la ensalada cuando lo escucho llegar. Al poco tiempo sus manos rodean mi cintura y me da un beso tierno en la cima de mi cabeza.
—Ya entiendo el por qué me gustas tanto—dice socarrón
—Ya lo sabía, solo me quieres para que recoja tu desorden y te alimente— lo siento reír
—Si no recuerdo mal fuiste tú la que me propuso que fuera tu cocinero. No sé que sería de mí en estos momentos si hubiera aceptado
Le doy un codazo y el se retuerce de un dolor no existente.
—Oyee, que agresiva—habla aun sobándose su costado derecho
—Oyee, ya no tienes cena y mira que era pechuga rellena—apunto fingiendo estar malhumorada quedando frente a él y le miro mal
—Hummm, prometo portarme bien de ahora en adelante, solo alimenta a este pobre mendigo que muere por un poco de pechuga rellena—Hace un mohín de lo más infantil, cosa que se le ha pegado de mi.
Mira tú
Me acerco de nuevo a él poco a poco y rodeo su cuello con mis manos acariciando su nariz con la mía.
—Hola—saludo al fin
—Hola—responde él con un brillo en los ojos y una sonrisa sincera
—¿Qué tal el día señor Corrigan?
—¡Una pesadilla! No pienso poner un pie más en la oficina hasta que se normalicen tus horarios.
—Pero mira que mal acostumbrado te has vuelto, eh
—Bésame mejor.
No lo pienso dos veces, acerco mis labios a los suyos y lo beso y me besa, nos besamos.
Estamos cenando hablando de trivialidades y riéndonos de nuestras ocurrencias hasta que terminamos y me pongo a recoger la mesa junto con él, tomo los platos vacíos y los llevo al lavaplatos y el toma el tazón con la ensalada y se dispone a borrarlo.
Ni lo sueñes, Corrigan.
—Pero, ¿y tú qué crees que vas a hacer?— le espeto arrebatando el tazón de sus manos
—Botar las sobras, nadie las va a tomar.—Se encoge de hombros
—Oh no, Corrigan no la vas a botar, sabes por qué, porque yo mañana me la puedo comer ¿Sabes cuántas personas desearían tener esta pequeña y deliciosa porción de ensalada?
Alza las manos en son de paz mientras yo guardo lo que sobró en la nevera y así termino de lavar y organizar la cocina.
Para cuando entro a la habitación Tomás ya se ha duchado y acomodado en el lado de su cama leyendo uno de sus tan aburridos libros de economía.
Salgo de su baño ya con mi pijama rosa de corazones, ya lo sé, soy toda una mujer adulta y madura pero este tipo de pijamas tan monas me pueden.
Tomás deja su libro en el nochero que esta cerca a su cama y me hace seña de que me acueste a su lado, no lo dudo dos veces, me acomodo en mi lado de la cama y me dispongo a dormir.
—Buenas noches, nena
—Buenas noches, cielo.
Me da un beso tierno en los labios y con eso caigo en un profundo sueño
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Te elegí para SIEMPRE
RomanceScarlett, una joven con tan solo 23 años de edad, ha evitado el amor a toda costa. Sabe que el amor duele, que el amor no es bonito y sobre todo, tiene claro que los "siempre" están sobrevalorados. Tomás Corrigan, el chico que la dejó sin palabras...