Capítulo 19

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Me despierto con un calor impresionante. Voy a levantarme pero un peso en mi cuerpo me lo impide, Tomás descansa su cabeza en mi pecho al tiempo que su brazo rodea mi cintura y sus pies se enredan con los míos, me tomo un tiempo observándolo pasando mis manos por su cabello rizado y negro. Suspiro, quiero tanto a este hombre. Nunca se lo he dicho, mira que no soy de las que anda diciendo ese tipo de cosas a la primera.

Mis ojos recaen en el reloj de la cómoda que está junto a la cama, y ¡Cielos santos! Son las 7:20am me despego poco a poco de este hombre tan grande y me apresuro por una ducha, voy a llegar tarde a mi trabajo, me visto a una velocidad impresionante, aplico un poco de rímel y colorete en mis mejillas y recojo mi cabello en una trenza sencilla, voy a la cocina y me encuentro con la cosa más horriblemente detestable de la faz de la tierra.

Una cucaracha esta en la encimera, mi primer instinto es gritar, lo sé, súper inteligente, pero no importa ya que al poco tiempo Tomás está a mi lado

—¿Qué pasa nena? ¿Estás bien?—su voz suena ronca y preocupada

—Mira esa cosa—señalo a la víbora que ha desaparecido como si nada—le tengo Miedo a las cucarachas, juro que era como un búfalo de grande. No es que antes haya visto un búfalo. Pero ya entenderás. ¡Fue horrible!

Tomás a mi lado solo sonríe

—¿Te acabas de dar cuenta qué probablemente hayas despertado a media ciudad con tu pequeño grito? Es solo un animal indefenso.

—¡Agrrr! Me voy, contigo no hay caso, me pudo haber matado y tú solo dices que es un animal indefenso. Mira tú la hora que es, voy a llegar tarde. Bye contigo.

Paso por el lado de él y él me toma por mi brazo y me devuelve poniendo sus manos en mi cintura, sus ojos miel recaen en los míos con mimo.

—Oyee espérate ¿Mi beso de buenos días?

—Tomás, llego tarde.

—Mi beso

—No

—¿No?

—No

—Pues mira que no te estoy pidiendo permiso —Junta sus labios a los míos y me pierdo en su beso.

—Vamos, yo te llevo

¡Ja! Si estás en pijama todavía niño

—Acompáñame al parking. Puedo llegar sola a mi trabajo.

Bajamos a toda prisa, llego junto a mi moto. Tomo el casco dispuesta ponérmelo pero Tomás me interrumpe.

Como cosa rara en él

—Dime que es una broma.

—¿El qué?

—Esa moustrocidad no es tuya

Ah, había olvidado decirle que tengo una bella moto.

—Oyee que es mi bebé y también siente. —le respondo—y si es mía. Ahora si me permite el caballero tengo que irme a trabajar. No quiero que él imbécil de mi jefe me eche la bronca—está vez me deja ponerme el casco y me subo a la moto.

—Es solo que no entiendo—ríe—le tienes miedo a una cucaracha y no a manejar esa cosa del demonio.

Le lanzo un beso y me voy en mi moto dejando al hombre que más quiero con una sonrisa en sus labios.

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Estoy en la hora de almuerzo charlando con Ale. Me cuenta cómo van las cosas con su esposo y las travesuras de su bebé.

—Oye gorda, me enteré de algo medio raro.

—Desembucha

—Hannah ¿La nueva asesora? Tiene la reputación de ser toda una buscona.

—Normal, ya me lo suponía, coquetea mucho con los asesores pero con que haga su trabajo bien. No hay problema.

—El caso es este gorda, el otro día la vi demasiado atenta con el jefe Tomás.

Todo mi cuerpo se paraliza, no puede ser, sé que yo no he querido hacer pública nuestra relación en el trabajo porque no quiero comentarios, pero lo que me dice Ale me deja sin respiración.

—Y el jefe ¿Le siguió?—pregunto con temor.

—No, es más. Hasta se miraba incómodo.

Descanso

—Así que si buscáramos en Google "novia spress" saldría Hannah En todos los resultados de la búsqueda.

Reímos por mi comentario y seguimos comiendo nuestro almuerzo.

Salgo del trabajo pasadas las cinco y de camino me encuentro con Sebastián y Martha, unos amigos del centro comercial.

—Chicos — saludo

—Pero mira tú, que guapa estás—dice Martha.

—Hey​ Williams, muy perdida, eh

—El trabajo, ya saben chicos ¿Qué hacen?

—Queremos salir este fin de semana, ¿Te apuntas?

—uh, yo les aviso.

—Mira Williams, si no quieres ir de farra puedes llamarme— me dice Sebastián con un guiño

—¿Soy la última que no te ha dado bola o qué? No quieras perder tu tiempo.

—Oye no seas así. Sabes que desde que te vi caí rendido a tus pies.

—Mira Sebastián, tú has tenido más ligues y novias de las que podría contar con las manos así que no, no me interesa salir contigo

—Pero mira que prejuiciosa eres, eh

—Pero mira que parlón eres, eh

—Bueno, basta ya—calma Martha—llevemos la fiesta en paz

—Yo los dejo muchachos, bye

Este Sebastián es el tipo de pendejo ecológico: por naturaleza.


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