Los días apenas los he visto pasar, el trabajo me ha tenido más ocupada de lo normal. He cancelado dos de nuestros domingos de pijamas con mis amigas porque un domingo, mi amado jefe me puso a cargo de una campaña de la empresa y el pasado no podía pensar más que en dormir.
Ahora estoy en mi break tomándome un té, son las tres de la tarde y el malestar y agotamiento de mi cuerpo es insoportable.
Alex entra a cafetería y se acerca a mí a rayo de luz
—¿Qué tienes? Estás demasiado pálida—me pregunta con tono preocupado al tiempo que pone su mano en mi frente.
—No me he sentido bien, llevo desde el lunes así.
—Deberías ir al médico aunque no te guste
—Lo haré— lo tranquilizo. Me levanto a dejar mi taza vacía en el lavaplatos cuando empieza a temblar. Me asusto tanto que agarro el taburete con ambas manos
—¡Dios santo!— Se escucha un grito muy parecido a mi voz, es ahí donde me doy cuenta que no está temblando sino un mareo demasiado fuerte.
—Scarlett ¿estás bien? Aquí estoy contigo— mi mejor amigo me toma en sus brazos—Calma nena aquí estoy—me susurra, o eso creo
Al cabo de un tiempo abro los ojos y solo sé que me pongo a llorar, Alex me consuela mientras mi cuerpo se recompone
—¿Te encuentras mejor? ¿Explícame, qué pasó?
—Me mareé—sollozo—al principio pensé que estaba temblando pero luego me di cuenta que era todo a mi alrededor lo que daba vueltas.
—No estarás...
—¡No!— le corto de inmediato
—Esta bien, vamos a hacer algo ¿Va?—asiento— Te voy a ayudar a bajar, vamos a avisar a Wilson para que te dejen ir al médico y yo te acompaño ¿Te parece?
—Vale, pero puedo ir sola, no te preocupes
—Déjame hacer esto por ti
Lo miro y le doy un breve asentimiento.
Bajamos por las escaleras con sumo cuidado ya que aún siento el malestar en mi cuerpo.
—Espérame aquí, voy por tus cosas y a avisar a Wilson— asiento mientras mi mejor amigo se dirige a la oficina.
A los pocos minutos está de nuevo a mi lado entregándome mi bolso y así nos dirigimos hacia el parqueadero.
Llegamos al sitio de urgencias y no esperamos mucho a que me llamen. Al entrar al consultorio, de color blanco y gris, veo una vieja camilla al lado derecho y un escritorio que lleva más años que la misma ciudad, el doctor que no muestra más de 40 años me invita a sentarme mientras teclea en su computador
—Señorita Williams, dígame ¿Cuáles son sus síntomas?
—Mire doctor, no me he venido sintiendo bien desde el lunes. El cansancio en mi cuerpo me supera, hace unas horas en mi trabajo sentí mi mundo venirse encima por un fuerte mareo
—Tu última relación sexual— me ruborizo de inmediato. No es que nunca haya tenido relaciones sexuales, solo que hablar de esos temas con un desconocido avergüenzan
—No estoy embarazada. De eso estoy segura.
—Bien, entonces ubícate en la camilla—ordena y a continuación me hace una serie de chequeos y preguntas
—Todo parece indicar que es vértigo
—¿Qué tan delicado es?
—Mucho. Dado qué según lo que me dices, esto ha pasado en más de una ocasión, ésta vez fue provocado por el estrés del trabajo ya que te has sobre esforzado, lo que ha producido que te debilites. Tienes que tener en cuenta que guardar reposo en éstos momentos es lo más importante. Y trata de tranquilizarte ¿Bien? — Asiento— te voy a mandar unos medicamentos al tiempo de unas vitaminas y por favor, se aplicada con esto. Es probable que tengas náuseas, dolor de cabeza y quizá un poco de fiebre ¿Entendido?
—Si señor
—Voy a darte dos semanas de incapacidad al tiempo haré una carta donde explique todo lo que debes y no hacer en tu trabajo, por favor, que la anexen en tu currículum.— Me extiende la fórmula médica, mi incapacidad y un documento que no pongo cuidado y este se despide de mi.
Salgo del consultorio y me dirijo a la sala de espera, mi mejor amigo que al verme se para y me estudia como queriendo averiguar lo que pasa.
—Hola—me saluda Alex
—Hola—musito
—¿Qué tal te ha ido?
—Mira tú— le paso los documentos que lee detenidamente
—Nena, esto es delicado
—Lo sé— hago y mohín de lo más infantil
—Vamos a por tus medicamentos yo mañana entrego esto y a descansar.
—Oyee, ¿Te he dicho qué eres el mejor?
—Solo quiero estar para ti, pequeña— me dice al tiempo que besa mi frente.
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Te elegí para SIEMPRE
RomansaScarlett, una joven con tan solo 23 años de edad, ha evitado el amor a toda costa. Sabe que el amor duele, que el amor no es bonito y sobre todo, tiene claro que los "siempre" están sobrevalorados. Tomás Corrigan, el chico que la dejó sin palabras...