Capítulo 5

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Tomás

Apenas voy entrando al almacén cuando su hermosa melena llama mi atención, y digo su hermosa melena para mentirme a mi mismo de lo bella que se ve.

Ella siempre se ve bien, Tomás. Y es que es cierto, pero hoy algo en ella la hace endemoniadamente hermosa.

No es que ella tenga el cuerpo con más curvas, pero camina con tanta seguridad en sí misma que capta la atención de cualquiera a su alrededor, incluso, de las mujeres más voluptuosas. Lo he notado, aunque ella parece no percatarse de ello.

Al entrar en la oficina, o la mierda que le llaman oficina veo al cara de perro de Álex, opto por ser cortés con él y lo saludo, me siento en la porquería de silla detrás de mi mesa aunque no me quejo, ya que mi mesa queda diagonal a la de ella.

Tienes que sacarla de tu cabeza Corrigan, me reprendo mentalmente.

He tenido que asignarle cualquier tipo de trabajo para apartarla de mí. No puedo estar cerca de ella ni cinco minutos porque las ganas que tengo de besar sus carnosos labios me superan.

Estoy sumido en un mar de trabajo pendiente haciendo llamadas y firmando autorizaciones cuando su presencia me atrapa. Está tan absorta en sus pensamientos que no nota mi presencia, a veces pienso que se ha creado un mundo en donde solo ella tiene cabida. A veces me gustaría ser parte de ese mundo.

Me pongo en pie y antes de reprimir mis palabras le digo

—Es hora del almuerzo—su cambio de postura me hace gracia

—Ajá—responde cortante

—Te invito a almorzar

¿De dónde coño proviene eso? ah si, soy yo.

—Gracias pero no es necesario, traigo mi almuerzo—hubo cierta sorpresa que supo disimular y creo que me gusta... Como mucho

—No importa, quiero almorzar contigo—apunto

—No quiero ser grosera jefe, pero...—No la dejo terminar, no quiero que me recuerde lo capullo que he sido con ella

—Tomás, llámame Tomás— me ve con su entrecejo fruncido cosa que la hace ver más tierna y hermosa

—¿Qué fue con eso de las licencias en mi trabajo? ¿Qué le hace cambiar de opinión?—buena puntualización pero no se lo pienso decir.

—Tú eres la excepción a cualquier regla, Scarlett.

Puedo notar como todo su cuerpo se estremece y ¡Joder! Hace que quiera abalanzarme sobre ella y besar esos seductores labios

—Ok, bien

—Entonces—Digo como si nada—¿Almuerzas conmigo?

—Eh...—duda—Sí—y al fin acepta

—¿Vamos?—pregunto impaciente

Asiente tímidamente y sus mejillas toman un tono rosado que me hace pensar en qué tan suave será su piel.

Salimos del almacén y caminamos por el centro comercial hacia el restaurante y noto como ella es observada por varios hombres. Pero soy yo quien está siendo el hombre más afortunado por su presencia.

Me siento el rey del mundo

Estamos sentados esperando la comida. Ella ha respondido casi tajante todo lo que le he preguntado, pero no importa, su voz es tan angelical que con que diga "si" me siento el dios-todo-poderoso de la tierra

—¿Qué se siente venir con la firma del grande en la frente? —dice ella de repente y no puedo reprimir una carcajada

—No sé de qué hablas

—Humm, todos sabemos que a ti te puso el dueño aquí—habla y entonces recuerdo que ella no estuvo el día de mi presentación.

—Resulta que el dueño o el grande, como tú le llamas, es mi padre

—Oh—puedo ver la incomodidad de ella así que me apresuro a cambiar el tema.

—¿Así qué Amas a Cepeda?—pregunto recordando la primera vez que la vi

—Si—responde en un susurro casi inaudible y sus mejillas vuelven a tomar ese tono rosado.

Se me hace imposible tener los manos quietas por lo que tomo un mechón de su sedoso cabello y lo pongo tras su oreja rozando un poco su mejilla a su paso.

Su piel es incluso más suave de lo que imaginé

—También me gustan sus canciones—le digo fijando mis ojos en los suyos.

Nos quedamos así por varios segundos o minutos ¡Qué se yo!

Pero es que su mirada es tan profunda. Su iris es del color café más extraño que haya visto, se tornan café claro y luego más oscuros, tiene pintas negras y blancas que los convierte en los ojos más bellos de la exitencia.

—Disculpen, aquí está su pedido.—nos interrumpe el mesero

Cuatro palabras hacen que todo un momento de intimidad se esfume.
Ya sé que son cinco, pero estaba tan conectado a ella que mi cerebro trabaja lento ahora.

No me juzguen.

Te elegí para SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora