Estoy llegando a la universidad cuando siento que toman mi brazo izquierdo y al volverme veo a mi compañero de clases Eduard. Esta tan guapo como siempre luciendo su sonrisa matadora.
—¿Qué dice mi colombiana favorita?
—Que soy la única que conoces.
—Shhtt, no lo digas en voz alta ¿No ves que tenemos público?
Le dedico una sonrisa y lo abrazo, él sigue siendo mas alto que yo aún cuando tengo tacones. Su olor es tan delicioso que aspiro y escucho como ríe por lo bajo.
Adoro a este chico.
Una vez nos separamos entramos a la universidad y buscamos nuestro salón de clase. Al entrar al aula, vemos unas pocas caras conocidas del semestre pasado, y uno que otro nuevo, tomamos nuestros asientos esperando que llegue nuestro profesor.
—¿Cómo vas con el trabajo?— veo que Eduard saca su cuaderno de apuntes y lo imito al tiempo que respondo.
—Nada mal, me he adaptado fácil.
Él muerde su labio inferior con nerviosismo y noto como abre su boca y vuelve y la cierra.
—No le van los hombres, y sí, es muy guapo, yo le llamo el Adonis.
Su cara de sorpresa me hace gracia, he aprendido a leer a este chico a pesar del poco tiempo que nos conocemos.
—¿Cómo sabías qué te iba a preguntar eso?
—Somos futuros psicólogos, y soy tu amiga, tonti.
—Buenos días
La voz enérgica de nuestro maestro da por terminada nuestra conversación.
Una vez nuestra clase se termina me apresuro a salir, me despido de Eduard y camino hacia COLINS INTERNACIONAL que queda a cinco minutos de la universidad. De camino hago una breve parada para comparar un café y un sándwich e ir comiendo.
Una vez salgo del ascensor con mi café en mano oigo a Claudia hablar con un Señor bien presentado que no conozco.
—Ella no ha llegado aún, si gusta...—Sus ojos caen sobre mi y sonríe como toda la profesional que es— Scarlett, te busca el señor Corrigan.
Mi asombro es tanto que tiro mi café dejando un desastre en la oficina de Carolina. Ambos me miran con el ceño fruncido por mi reacción.
—Señor ¿Corrigan? No recuerdo tener una cita con usted.
—Siento presentarme de esta manera, pero necesito hablar contigo. Urgente— me responde haciendo énfasis en urgente.
—Claro. Sigame.
Camino unos pasos por delante de él hecha un manojo de nervios. ¿Qué será tan urgente para qué haya venido hasta España? Sobre todo ¿Cómo sabe mi paradero?
El poder del dinero.
Abro la puerta de mi oficina y lo invito a entrar, lo sigo y le indico que tome asiento mientras me acomodo en mi silla que días antes me parecía todo un trono, hoy extrañamente me siento incómoda.
Aclaro mi garganta y me armo de valor para hablar
— Dígame ¿Qué es eso tan importante que tiene que decirme?
— Puedes tratarme de tú, no soy tan viejo como parezco.
Me dedica una sonrisa sincera que hace que recuerde a su hijo, su parecido es tanto que me asombra. Tienen el mismo color de voz, aunque la del señor Corrigan un poco más ronca, su cabello a pesar de tener rastro de edad sigue siendo tan negro y Crespo como el de Tomás, sus cejas pobladas y bien definidas, hasta el color de ojos son iguales.
Benditos genes.
—Lo siento, señor Corrigan. Pero no ha respondido mi pregunta.
—Ares, llámame Ares.—hace una pausa y veo nostalgia en sus ojos— Hace tres años parte de mi vida se esfumo— me estremezco por sus palabras— hace tres años vi como la vida de mi hijo también lo hizo, me culpe tanto por la muerte de mi esposa que dejé que todo a mi alrededor pasara, me consumía el dolor, tanto así que Tom tuvo que tomar la responsabilidad de mis negocios y de mi pequeña. Sin embargo comprendí que tarde o temprano la muerte siempre le ganaba a la vida. Hace diez meses vi la vida de mi hijo volver, el brillo que se había apagado en sus ojos volvió, aunque nunca me dijo el porqué supe que a él la vida le había dado un regalo.
—Sigo sin entender su punto— respondo no dejándolo terminar, sus palabras han cavado un hueco en mi corazón.
—Tú eres ese regalo, hija, cuando llegaste a la vida de mi hijo, di gracias al universo por su intervención, sé que él no hizo lo correcto, yo no sabía lo que él le hizo a tus padres, pero desde que tú te fuiste su vida se derrumbó nuevamente.
—Debemos aceptar las consecuencias de nuestros actos Señor.– digo como si sus palabras no hubieran hecho efecto en mi.
—Sé que no se puede cambiar el pasado, pero si mejorar nuestro futuro. Él quiere eso contigo, mejorar para ti, no le niegues esa oportunidad.
Las lágrimas amenazan con aparecer. No quiero seguir oyendo esto.
—Señor Corrigan— le tiendo la mano— fue un placer conocerlo.
Duda en devolverme la despedida pero lo hace.
—Aun están a tiempo de luchar por su siempre.
Y se va, dejándome con la duda y un sin fin de preguntas.
¿Cómo sabe él lo que significa para nosotros "siempre"?
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Te elegí para SIEMPRE
RomanceScarlett, una joven con tan solo 23 años de edad, ha evitado el amor a toda costa. Sabe que el amor duele, que el amor no es bonito y sobre todo, tiene claro que los "siempre" están sobrevalorados. Tomás Corrigan, el chico que la dejó sin palabras...