Aún estoy parada frente a la puerta del Adonis que tengo como jefe, de haber sabido lo guapetón que estaba desde hace mucho tiempo hubiera hecho todo lo que estuviera a mi alcance para trabajar aquí tiempo completo y sin ningún tipo de sueldo. Es que el tipo está más bueno que tres empanadas de pollo y champiñones, eso hay que decirlo.
Ya perdí el hilo.
Raro
Toco la puerta y escucho un perezoso "adelante"
A este tipo le falta emoción en esta vida. Para eso estoy yo, bombón.
Respiro profundamente cuadro mis hombros al estilo profesional y abro la puerta de la oficina de mi Adonis, digo, mi jefe y entro.
No me sorprende—si claro— ver lo grande que es su oficina que como no, gris, blanco y negro es toda su decoración, eso si, un ventanal con una vista a la ciudad que te Mueres. Recapitulando, mi Adonis está concentrado en su computador y no se toma la más mínima molestia en Verme cuando dice.
—Necesito que vayas donde Claudia para que te entregue los informes que le pedí, también que ella te explique como debes ordenar la correspondencia y me traes un café.
Pero y este ¿Quién se cree? Aparte de ser mi jefe, obviamente.
Se pierden los valores.
—Para mi también es todo un gusto conocerlo señor Colins, en un momento le traigo su café— y ahí estaba yo con toda mi chulería.
Este que al escuchar mi respuesta despega la vista de su tan importante computador para por primera vez en lo que llevo aquí reparar en mi persona.
¡Chúpate esa, jefe!
Su mirada ha hecho un repaso por todo mi cuerpo, cosa con la que no tiene el más mínimo disimulo hasta que por fin sus ojos tropiezan con los míos. Veo como una pícara sonrisa adorna su cara y como se pone en pie con tal confianza que hasta me asusta, camina hasta donde yo estoy sin romper el contacto visual y para desafiarlo con la mirada ¡Aquí me tiene!
—¿Tú eres mi nueva secretaria?
No, soy tu nueva conciencia. Pues obvio que lo soy.
Me mira de arriba abajo como si fuera una criatura de otro planeta.
—Sí— respondo con la más hipócrita de mis sonrisas— yo soy Su nueva secretaria.
—Supongo que no le han dicho como vestir para el trabajo— hace referencia a mi vestimenta que se basa en un pantalón tipo pitillo negro y una camisa manga larga rosa pálido.
—¡Claro que me lo dijeron! pero fíjese que no tengo la más mínima relación amistosa con las faldas. Si eso es problema para que yo trabaje para su compañía. Fue un placer conocerlo— le extiendo una mano y este la toma para llevársela a los labios.
Mentiría si dijera que no me gustó.
Me ve a los ojos al tiempo que dice
—No hay ningún problema con eso señorita Williams, pero por favor tome asiento— me señala uno de los cómodos muebles que adornan su oficina. Paso delante de él cual reina de belleza contorneando mis pocas caderas y me siento como si de mi trono se tratase.
El me ve todo el tiempo y puedo notar en sus ojos una chispa de diversión.
¡Abran paso qué llegue yo!
Toma asiento al lado mío, pone sus codos en sus rodillas y presta toda la atención que cuando hizo su acto de presencia en mi oficina desperdició.
—Cuéntame ¿Quién es Scarlett Williams?—y sé que ese es el paso para que empiece la función
Estoy medio loca, lo sé.
—Scarlett es una muy hermosa Colombiana de veinticuatro años estudiante de psicología, mis papás viven en Colombia y tienen una pequeña empresa— no di los más relevantes detalles pero tampoco había mucho que decir de mi persona.
—Eso señorita, es la presentación más Sosa que en la vida Me han dado.
Como si yo no lo supiera.
—Jefe, si usted quiere saber más acerca de mi persona, con gusto le presto mi diario personal que por mucho encontrará solo hojas en blanco.
—No es necesario, ya lo vendré descubriendo poco a poco— sonríe cual sonrisa todo-lo-consigo-con-ella.
—Si no son más las presentaciones me voy a traerle su tan anhelado café. ¿Alguna preferencia con respecto a este?
Me pongo de pie bajo la atenta mirada del Adonis Colins.
—Sin azúcar y bien cargado.
Y con veneno para mejor sabor.
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Te elegí para SIEMPRE
RomanceScarlett, una joven con tan solo 23 años de edad, ha evitado el amor a toda costa. Sabe que el amor duele, que el amor no es bonito y sobre todo, tiene claro que los "siempre" están sobrevalorados. Tomás Corrigan, el chico que la dejó sin palabras...