Capítulo 35

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—Ve y cámbiate antes que me arrepienta de no besarte— vi como sus ojos irradiaban tanta excitación que quise jugar un rato.

Puse mi cara de niña buena y le dije:

—Tengo una torta que terminar y no quiero que me quede mal por dejarla leudar demasiado— cosa que era mentira, obviamente.

Me giré y me dispuse a seguir vertiendo ingredientes. Su carraspeo hizo que casi rompiera a reír pero me resistí.

—Yo... Yo ne-necesito... esto, el baño.

¡Gané!

Eres fantástica Williams

Lo sé, lo sé.

—Al final del pasillo a la izquierda, si necesitas agua fría en la nevera hay

Oigo como maldice por lo bajo al salir de la cocina.

Al fin quise hacer una obra de caridad por el pobre hombre y me cambié. Una hora después estábamos comiendo galletas con leche en la isla de la cocina hablando de trivialidades. Después de habernos comido más de la mitad de galletas decidimos ver películas y como dejó que yo la escogiera tuvo que ver cindirella. Refunfuñaba, bostezaba hasta incluso tuve que decirle varias veces "no te duermas" para que me respondiera " estoy meditando" y yo romper a reír. Pero que se aguante, yo le di la posibilidad de que escogiera ahora que aguantara que me le burlara.

Siendo casi las siete de la noche decidió marchase y yo hablé un rato con mis amigas. Para después como de costumbre acostarme a "dormir" escuchando cualquier forma de amor. De día podía disfrutar y vivir el momento pero siempre en la noche los recuerdos me envolvían por lo que dejaba que estos me consumieran.

Comprendí que no se olvida, simplemente se aprende a vivir con el dolor. Y eso era lo que yo hacia, vivía con el dolor.

*****************

Estaba terminando de peinarme, pues hoy tenía una cita con Claudia para hacer mi vestido para su boda. Mi teléfono sonó indicando que tenía un texto que me suponía y era de ella.

Estoy afuera, sal.

Tome mi bolso y baje hasta donde se encontraba mi amiga

—Holaa— la saludé emocionada.

—Hola, vamos que se nos hace tarde.

Tomamos un taxi y el recorrido no duro mas de quince minutos.

Después de recibir varios elogios de parte del sastre y que tomara mis medidas, nos dirigimos al centro comercial, compramos ropa, zapatos y uno que otro accesorio de bisutería, cada una tomó su camino. Cuando llegue a mi apartamento solo pensé en dormir.

Los días pasaron volando y lleno de trabajo que apenas y los sentí, mi jefe había vuelto a su actitud de yo-mando-no-hay-nadie-superior-a-mi y yo a ser la secretaria con el entusiasmo más fingido de todos, el lunes ya iniciaba clases en la universidad que para fortuna de mi jefe tenía Clases de seis a ocho de la mañana y de siete a diez de la noche, no sabía cómo Carajos iba a repartir mi tiempo pero ya eran solo tres meses en los que Susana volvería a COLINS INTERNACIONAL y yo a mi vida normal.

Era jueves y extrañamente estaba sin nada que hacer, di gracias a Dios por este momento de paz metal. Pero como siempre hay un jefe rompe momentos de felicidad y teléfonos aliados a él este sonó y yo lo fulmine con la mirada y contesté la llamada.

—Diga

—Ven a mi oficina

—Ya voy— dije esta vez sin siquiera ocultar mi tono de aburrimiento total.

Me quedé ahí sentada unos segundos más meditando en si pararme e ir a escuchar una charla de aburridísima información o quedarme aquí y que me despidieran.

Pero al fin tomé una sabía aunque no gustosa decisión por lo que me levanté y me dirigí hacia la oficina de mi jefe recordándome que mis dos amores no se compraban solos, o sea la comida y la ropa.

Lo que hago por Ustedes.

Golpeé y abrí luego de que escuche un "adelante" de él.

—Necesito que mañana me acompañes a una reunión fuera de la ciudad por lo que tienes la tarde libre.—quiero contestar pero este se apresura en terminar— Y... Casi lo olvido, cambia esa voz de entusiasmo, se nota lo feliz que estás hoy— dice autoritario aunque sarcástico a la vez.

—Pues qué pena con usted rey de España, octava maravilla del mundo y ser de excelentísimo respeto. Prometo que para la próxima escuchará pitos y salterios en mí contestación a sus llamadas.

Este que ya se había acercado a mí tomo mi cara entre sus manos y unió sus labios a los míos, esta vez no me resistí. Yo también merecía ser feliz aunque solo por un momento.

Luego de separar sus labios en busca de aire. Me miró a los ojos y una sonrisa iluminó su bello rostro.

—Tengo una propuesta para tí— dijo aún con su voz ronca y a escasos centímetros de mis labios.

—¿Ah sí?

—No sé quién te hizo daño,
y créeme que tampoco estoy interesado en saberlo. Pero yo puedo ayudarte a sacarlo aunque sea unos instantes de tu cabeza, a cambio de que tu sacies esta necesidad que siempre tengo de besarte. ¿Aceptas?

Mi respuesta fue todo lo que él no esperaba, envolví mis manos en su cuello y lo besé, esta vez marque yo el ritmo, luego de habernos saciado ambos me separé de él y salí de la oficina dejando a mi Adonis con una sonrisa en su cara.


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